"Un torso de mujer desnudo en el espejo
como fragmento de un desconocido amor.
¿Y ahora quién podría
descifrar este signo,
reconstruir lo nunca ya después vivido,
reanimar, exánime, el adiós?"José Ángel ValenteDesde los
años de la
Gran Depresión, los
vagabundos vivían a lo largo de
Kingsbury
Run, una zona cerca del río en
Cleveland
(
Ohio), donde se refugiaban los
miles de desocupados, cubriéndose con cartones y aumentando su población todos
los días, con el paso de los trenes.
La zona de Kingsbury Run
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El 5 de
septiembre de 1934, apareció el llamado “Torso Playero”. Se trataba de un cadáver
mutilado al cual se le había cortado a la altura de la cintura y las piernas al
nivel de las rodillas. Los brazos y la cabeza nunca se encontraron. En el
informe de la autopsia se dijo que el cuerpo había sido conservado un tiempo en
cal.
Un año
después, durante una calurosa tarde de septiembre de 1935, dos muchachos que
jugaban a policías y ladrones tropezaron con una visión repugnante. Al fondo de
una pendiente conocida como “La colina del asno" vieron algo
extraño. Al fondo del lugar se encontraba el cuerpo de un hombre blanco. Tenía
las piernas estiradas y sus brazos descansaban pulcramente a los lados, como si
estuviera colocado para un entierro. Estaba totalmente desnudo, salvo unos
calcetines negros. Pero lo peor era la mutilación a la que lo habían sometido:
el cadáver había sido decapitado, sus extremidades cercenadas y sus órganos
genitales cortados. Los calcetines cubrían los muñones de las piernas. Como
detalle macabro, tenía la imagen del protagonista de la tira cómica Educando a Papá
en la parte posterior del muslo.
Cuando la
policía llegó, encontraron otro cuerpo escondido entre la cizaña. Era de un
hombre más viejo y estaba mutilado de igual manera, aunque al parecer llevaba
allí más tiempo. Había marcas de soga en las muñecas. Los músculos en el cuello
de la víctima se retractaron, indicando que el hombre no sólo estaba vivo, sino
también consciente, cuando fue decapitado. La decapitación se había hecho
limpiamente con unos golpes de un cuchillo muy afilado. La víctima sufrió
varios tajos en el cuello hasta que el asesino pudo decapitarlo por completo.
La zona de los crímenes
Dos meses
después del inicio de los crímenes, se designó a
Elliot Ness como encargado de
combatir la corrupción policial en la ciudad.
Ness fue promovido a
Investigador Principal de la Oficina de
Prohibición para
Chicago y en
1934 para
Ohio. Después del final de
la Prohibición en 1935, tomó un trabajo con la administración local de
Cleveland como el
Director de Seguridad Pública. Dirigió a una campaña para limpiar a
fondo la policía corrupta y los cuerpos de bomberos, y también abordar el juego
ilegal y otros entretenimientos. Chicago estaba en paz, así que ya no
necesitaba a un agente carismático del lado de la ley, por lo cual Ness tuvo
que buscar trabajo.
El legendario Eliot Ness
Ness era un agente del Tesoro que,
después de abandonar
Chicago y
trasladarse a
Cleveland (
con
el gánster Al Capone entre rejas por evasión de impuestos y sin la ayuda de sus
"Intocables"), se vio obligado a remover cielo y tierra para
detener al asesino, con el fin de acallar la
vox populi preocupada por
la seguridad de sus hijos.
Eliot Ness, con su aura de leyenda a cuestas,
se involucró después de que apareciera el cuarto cuerpo desmembrado y
degollado, seguro de que el autor debía ser una misma persona. La policía
buscaba homosexuales con tendencias sádicas o fumadores de marihuana y ofrecía
una recompensa de mil dólares, una fortuna en esos años.
Los datos que la policía tenía
sobre el caso (documento oficial)
Otro
cuerpo apareció en una cesta y al principio, unos curiosos confundieron
aquellos despojos con varios jamones. La cesta contenía los restos desmembrados
de una mujer; la policía determinó que llevaba poco tiempo muerta, pues se
envolvió uno de los muslos con periódico del día anterior. La investigación
reveló que faltaban algunas partes del cuerpo, entre ellos, la cabeza Días
después, dos niños negros que atravesaban
Kingsbury
encontraron una cabeza cortada, envuelta en un par de pantalones. El resto del
cadáver se encontró el próximo día, a menos de una milla de distancia de la
cabeza. La víctima era un hombre joven, alto, de alrededor de veinte años, que
lucía varios tatuajes. La víctima también estaba viva cuando se le decapitó.
El hallazgo de otro cadáver.
La ciudad
explotó. La prensa y el público no tenían ninguna duda de que había un asesino
en serie suelto en la ciudad, un asesino que seguiría matando. La prensa
bautizó al autor como “
El Asesino del Torso”. Se le escapó a la policía
durante meses. Siguió atacando en el cinturón de miseria. Se le bautizó así
porque cortaba a sus víctimas la cabeza y las extremidades. En
Pennsylvania se halló otro cadáver
similar, con la palabra "
NAZI"
grabada a cuchillo sobre el cuerpo. Pero se determinó que el llamado "
Torso
Nazi" era obra de un
copycat, un imitador del
verdadero "
Asesino
del Torso".
Los titulares
Torso está considerado como el primer
asesino en serie de la historia de
Estados
Unidos: un maníaco que despedazaba a sus víctimas y solamente dejaba el
torso de los cadáveres, con cabeza, manos y pies amputados, lo que hacía
imposible identificarlas, al no disponer siquiera de huellas dactilares o
registro dental que comparar. Además, mandó cartas; el tipo de asesinatos hizo
que muchos vincularan a
Torso con el
Vengador de la Dalia Negra, pero al analizar las pruebas, los
investigadores determinaron que se trataba de dos homicidas diferentes.
La carta de Chicago
Los métodos
del asesino plantearon otro punto. No se encontraron manchas de sangre; todas
las víctimas habían sido fregadas y limpiadas de cualquier rastro que pudiera
usarse como evidencia. Significaba que el asesino mata en un sitio, limpiaba
los cuerpos y los transportaba a donde eran finalmente hallados.
Las investigaciones
Otro cuerpo
fue descubierto el 22 de julio de 1936. Lo halló una muchacha de diecisiete
años, que hacía caminata en los bosques al sur de la ciudad hasta que se topó
con un cuerpo desnudo, acéfalo, arrojado en una barranca. Cerca se encontró
ropa barata, lo que indicaba que podría haber estado viviendo en uno de los
campamentos de vagabundos cercanos. Algunos vagabundos describieron a un hombre
sospechoso al cual habían visto en la zona; con base en sus descripciones se
hizo una máscara. Pero el 10 de septiembre, un vagabundo tropezó con un torso
acéfalo y manco. Cuando la policía llegó, encontraron que se habían lavado los
restos en una cloaca cercana. La autopsia reveló que el hombre llevaba muerto
sólo cinco horas.
El cadáver de la cloaca
Este psicópata
se convirtió en el principal quebradero de cabeza de
Ness. Al “
Asesino del Torso” se le atribuyeron
doce muertes de mujeres y hombres de clase baja. Sólo dos de las víctimas
fueron identificadas; hubo diez sospechosos y la investigación duró diez años.
Los últimos cuerpos aparecieron en 1938.
Rostro del supuesto asesino,
según descripciones de los vagabundos
Todo intento
de encontrar al asesino fue infructuoso. Golpeó, mutiló y desapareció, sin
dejar ninguna pista. Aunque la mayoría de las víctimas permanecían sin ser
identificadas, la policía sospechó que eran prostitutas y vagos. El nuevo Juez
del Condado,
Samuel Gerber, creía
que “
El Asesino
del Torso" era un hombre con entrenamiento médico, que
narcotizó a sus víctimas antes de matarlos.
Vagabundos habitantes de la zona
Encontrar al
asesino no era como encontrar una cervecería o el escondite de un gánster; esto
quebrantó el espíritu de
Eliot Ness. Hasta llegó a decir que el
victimario era un hombre "
grande, fuerte con un escalpelo”.
Otros vagabundos del área
Unos chicos
encontraron más cadáveres en un tiradero de basura: torsos, esqueletos, partes
de cuerpos… parecía una burla para
Ness. Uno de los cuerpos era de una mujer que,
según el forense, había estado guardada un tiempo en un refrigerador.
Una de las víctimas halladas en
el basurero
Todo terminó
cuando
Eliot
Ness ordenó prenderle fuego al asentamiento de desocupados. Inmensas
zonas de bodegas y casas de madera ardieron en una noche de venganza y
desesperación, destruyendo
Kingsbury Run.
Ness
instruyó a la policía para arrestar a todos los que estaban en la zona esa
noche. Eran las tácticas típicas de los "
Intocables". Y
aunque habían funcionado en
Chicago,
no sirvieron en
Cleveland. Había una
gran ola de indignación pública que condenaba a
Ness, argumentando que su acción
era la de un hombre desesperado, que sus métodos habían sido brutales y no
resolvieron nada. Además, de los más de sesenta transeúntes que se arrestaron
esa noche, ninguno resultó ser el asesino.
El gran incendio de Kingsbury Run
Ness arrestó entonces a
Frank Sweeney, un médico esquizofrénico
de su lista de sospechosos. Hasta lo interrogó en forma “
secreta”, sometiéndolo a
vejaciones y torturas, pero el doctor negó todo. No había pruebas, además. Ness
lo presionó hasta que el médico no pudo más. Cuando se internó voluntariamente
en un instituto psiquiátrico los crímenes se detuvieron, pero eso no demostraba
que fuera el asesino y muchos supusieron que el verdadero criminal había
aprovechado la coyuntura.
Frank Sweeney, el chivo
expiatorio de Eliot Ness
Incapaz de
capturar al verdadero asesino,
Eliot Ness se hundió en el alcoholismo que
había combatido en
Chicago, durante
los años de la prohibición. Dimitió en 1942, después de un accidente de auto.
Se supo que había conducido alcoholizado.
Eliot Ness tras su caída
Más de una
década después de que los asesinatos del torso se detuvieron,
Ness
recibió varias tarjetas postales de un paciente en una institución mental. Las
tarjetas se mofaban de él con referencias a las matanzas brutales. Aunque el
hombre que enviaba las tarjetas simplemente podría haber sido otro loco, Ness
se quedó convencido de que aquel hombre era el verdadero asesino. Aunque a esas
alturas ya no importaba.
Las cartas del presunto asesino
Eliot Ness nunca se recuperó de su desilusión;
fue incapaz de cerrar el caso. Murió el 16 de mayo de 1957. Y para la policía,
el caso del “Asesino
del Torso” nunca fue cerrado.