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Este Blog, no es de carácter científico, pero si busca seriedad en el desarrollo de los temas.
Está totalmente dirigido a los amantes del género. Espero que todos aquellos interesados en el tema del asesinato serial encuentren lo que buscan en este blog, el mismo se ha hecho con fines únicamente de conocimiento y desarrollo del tema, y no existe ninguna otra animosidad al respecto.
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Jorge Omar Charras
ajedrez, informatica, casos reales, policiales etc.
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//05 de Octubre, 2010 |
Juan V. Corona |
por
jocharras a las 22:20, en
Hombres Asesinos |
Historia de Juan V. Corona, predador homosexual
mexicano
Imágen de Juan Vallejo Corona, predador
homosexual mexicano
Raras
ocasiones son que conocemos la historia de un asesino serial mexicano y de
hecho son noticias estas, procedentes de mexicanos actuando y siendo convictos
en otros países. Específicamente en Estados
Unidos donde la policía y demás aparatos de justicia actúan varias veces más
rápido y eficaz que en nuestro país. Acaba de ser ejecutado en Texas Ángel Maturino Resendiz, el asesino del ferrocarril y acá en el Distrito Federal hace meses fue
capturada 'La mataviejitas' mujer que segó la vida de numerosas ancianas
de la ciudad. Pero la historia que es materia de esta página web es sobre Juan Vallejo
Corona conocido en el otro lado del Río Bravo como el 'Machete Murderer'
Juan Vallejo Corona nace en el año de 1934 en México y desde joven migró a California,
a la ciudad de Yuba City donde se
establece. Se casó y formo una familia de cuatro hijas, y al paso del tiempo se
convirtió en contratista de mano de obra. Su labor era altamente apreciada
entre los granjeros del lugar a quienes proporcionaba mano de obra barata,
generalmente mexicanos emigrantes que como él, perseguían un mejor nivel de
vida.
Pero el 19
de Mayo de 1971 un granjero japonés de la zona, sale a pasear por sus huertos
de durazno y nota que alguien ha excavado entre dos árboles un hoyo de dimensiones
semejantes a las de una tumba. A pesar de que alrededor había cuadrillas de
trabajadores contratadas vía Juan Corona pizcando durazno quedó intrigado
por el hallazgo al grado de regresar a ver el agujero por la noche. Cuál sería
su sorpresa encontrar el hoyo relleno de tierra. Decide llamar a la policía que
en un principio no sospecha nada extraño a excepción del hecho de que alguien
pudo haber ido a enterrar basura en una propiedad ajena. Para sorpresa de todos
al excavar los oficiales se encontraron con el cadáver de un hombre blanco y
delgado. En vida aquel sujeto se llamaba Kenneth Whiteacre y había sido apuñalado en el
pecho, fuertemente golpeado en la cabeza y con varias laceraciones profundas
detrás del cráneo. En sus ropas se pudo hallar un pasquín de pornografía gay lo
que hizo suponer que se trataba de un homosexual. A pesar de la horrible
naturaleza del descubrimiento, para la policía no había razón de alarmarse.
Total, el movimiento gay en boga en San
Francisco había agitado e irritado a mucha gente que bien pudo haber
liquidado al hombre como una forma de represalia.
Recuperación del cadáver encontrado en
los huertos de durazno.
El escritor
y reportero del crimen Kidder
especuló que aquel homicidio pudo haber sido cometido por un par de hombres,
que habían salido a la caza de un encuentro sexual y hallaron un voluntario que
por algún dinero accediera a sus peticiones. Pero luego lo mataron cuando se
negaron a pagarle el billete prometido. Los peritos tomaron algunas impresiones
de las huellas de una camioneta que estuvo en el sitio pero no se le dio la
importancia debida al asunto y el cuerpo no fue estudiado con la minuciosidad
requerida. Debía descartarse algún tipo de asalto sexual, aunque eso sí, se
determinó que las heridas de la cabeza habían sido practicadas cuando el hombre
ya había fallecido. Después del rapidísimo examen forense el cadáver fue entregado
a los funerarios. Los detectives concluyeron que pudo haber sido el resultado
de una pelea, un mero suceso al azar.
Sin
embargo unos cuantos días después se halló otro cuerpo en las huertas de
durazno de la zona. El 24 de Mayo, mientras operaban un tractor en un rancho
vecino los trabajadores tuvieron que parar al encontrar partes de la tierra
colapsadas. De nuevo fue llamada la policía y encontraron el cuerpo de Charles Fleming otro
vagabundo del lugar. Esta vez las autoridades actuaron con mayor cautela y la
búsqueda de mas cuerpo se intensificó sin encontrar nada, hasta que un oficial
descubrió un pequeño camino entre la vegetación que los condujo a una enorme
tumba colectiva.
Vista aérea de la zona de los funestos hallazgos
A lo largo
de la rivera encontraron la tierra sospechosamente revuelta. Cuando comenzaron
a remover el suelo con las palas encontraron las piezas claves del caso. Unas
notas del mercado de la ciudad a nombre de un tal Juan V. Corona, despachadas
hacia pocos días. Al excavar encontraron otro cadáver, un hombre con las mismas
heridas de muerte, golpes en la cabeza y laceraciones producidas por lo que
parecía ser un machete. El sujeto enterrado era un granjero indigente. Siguieron
apareciendo cuerpos uno tras otro en diferentes grados de descomposición de tal
modo que se pudo establecer hasta la cronología de las muertes. Algunos de
ellos difícilmente podían mantenerse completos. Tuvieron que ser colocados
dentro de bolsas de plástico para su posterior identificación. Indudablemente
era esta fosa colectiva el producto de un solo criminal puesto que todos los
cuerpos presentaban signos de un mismo ritual de muerte. Una especie de firma,
según lo llaman los especialistas. De vez en cuando ocurren actos violentos en
una comunidad, pero los oficiales a cargo jamás habían presenciado un entierro
colectivo como este. Las victimas aparecían con evidentes signos de asalto
sexual, con los calzones a los tobillos y los genitales expuestos. La mayoría
habían sido trabajadores emigrantes y/o vagabundos, asesinados con arma
punzocortante y golpes a la cabeza. Algunos habían incluso recibido un tiro. A
pesar de la evidencia contra Juan Corona, el sheriff Roy Whiteaker hizo énfasis en el cuidado que debían guardar sus
subalternos en la recuperación de cuerpos. Las recetas halladas eran buenas,
pero para dar un paso definitivo se debía encontrar algo más. Entonces el
objetivo se fijó en enterarse por terceros que hubieran conocido a las víctimas
y poder ligar definitivamente al contratista con las muertes.
Cuadrillas auxiliadas por perros rastreadores buscan
cadáveres
A estas
alturas de la conmoción el sheriff Whiteaker
ya conocía algunos detalles muy oscuros acerca del contratista mexicano Juan Vallejo
Corona.
Ninguna autoridad en el estado estaba preparada para
exhumar tantos cuerpos de un solo sitio.
Para
principio de cuentas circulaban rumores acerca de Corona y algunos 'asuntos'
suyos con hombres homosexuales, rumores al fin. Luego estaba el hecho de que
había sido diagnosticado de esquizofrenia (1956)
y conforme a los usos médicos de entonces fue sometido a terapia de
electrochoques. También se conocía a la perfección un macabro episodio que
involucraba a su hermano Natividad
Corona, ese si conocido y violento gay que operaba el café 'Guadalajara'
en el poblado de Marysville. Esa
ocasión apareció en el baño del lugar un joven sangrando de la cabeza, pues con
un machete le habían volado parte del cuero cabelludo. El sujeto fue auxiliado
por otros comensales y el homosexual Natividad
Corona huyó del país hacia México.
La víctima demandó por $250,000 dólares, pero el proceso nunca fructificó ante
la ausencia del demandado. La existencia de este lío entre homosexuales daba
mucho en que pensar acerca del señor Juan Corona.
Juan V. Corona arrestado
En una época
que todavía no explotaba el uso de compleja tecnología forense la única manera
de construir el caso contra Juan Corona fue mediante evidencia
circunstancial. Los fiscales sabían que las notas del mercado podían ser
rebatidas durante el juicio así es que mediante los testimonios de muchas
fuentes podían armar un mosaico que sustituyera la evidencia que en otros casos
es concluyente y liga al asesino con las víctimas.
- Kenneth Whitacre
- Charles Fleming
- Melford Sample
- Donald Smith
- John J. Haluka
- Warren Kelley
- Sigurd Beierman
- William Emery Kamp
- Clarence Hocking
- James W. Howard
- Jonah R. Smallwood
- Elbert T. Riley
- Paul B. Allen
- Edward Martin Cupp
- Albert Hayes
- Raymond Muchache
- John H. Jackson
- Lloyd Wallace Wenzel
- Mark Beverly Shields
- Sam Bonafide
- Joseph Maczak
- ...y otros mas no
identificados
En la época
de los hallazgos en los huertos, el trabajo del departamento de policía se
multiplicó enormemente. Las labores no solamente abarcaban la exhaustiva
búsqueda de restos humanos; a pesar de haber encontrado la tumba masiva,
existía la posibilidad de hallar cuerpos solitarios enterrados por aquí y allá.
También había que atender a las numerosas personas que se habían enterado del
asunto y que buscaban noticias de seres queridos desaparecidos. Así que había
que investigar y dar seguimiento a cada caso. Igualmente daba trabajo la prensa
y los curiosos que atestaban las cercanías del entierro masivo. El 4 de Junio
la búsqueda llegó a su final. El conteo quedó en 25 cuerpos, de los cuales
únicamente tres no eran cadáveres de anglosajones, tampoco hubo uno solo de
origen mexicano. Tras un arduo proceso, todos fueron identificados menos 4 que
permanecieron en calidad de desconocidos.
El Sheriff Whiteaker, encargado de las primeras
investigaciones contra Corona.
En una de
las tumbas a ras de tierra se halló una pieza más de evidencia contra Juan Corona.
Un recibo bancario a nombre del contratista apareció entre la tierra. Obvio que
el caso tomó mucha fuerza, pero el sheriff Whiteaker
convocó a destiempo a una conferencia de prensa donde sin previo juicio ni
mayores diligencias legales inculpó al mexicano de los crímenes. El
apresuramiento resultó contraproducente puesto que abrió el caso al escrutinio de
mas abogados y especialistas que determinaran realmente si había evidencia
suficiente contra Corona. El mosaico de evidencias que se
pretendía formar no ayudaba al caso. Además de todo en los Estados Unidos nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario.
Ya en
custodia a Corona
se le comenzó a investigar surgiendo el detalle ominoso de cuando
fue tratado por sus delusiones mentales años atrás y de cómo había recibido una
docena de tratamientos a base de electrochoques, cuando se pensaba que eran realmente
eficaces. La información señalaba que Corona era un pacífico hombre de familia,
padre de cuatro mujeres y un devoto que no faltaba un solo domingo a la
iglesia. Sus ingresos rondaban los $20,000 dólares al año y no había quejas de
que abusara de los trabajadores temporales a quienes contrataba. No faltaba la
usual queja de que no pagaba lo suficiente por el trabajo realizado. Pero
bueno, ¿qué contratista en esta vida paga lo justo? Sin embargo,
existía el testimonio de quienes hablaban de un Juan Corona irascible y violento
y de que había sido visto rondar los entierros tras las huertas. El reportero Kidder visitó al inculpado en la cárcel
para cerciorarse de su estado mental y lo que vio fue a un sujeto triste, en
actitud humilde pero principalmente deprimido. Se dice que durante su juicio
sufrió dos ataques cardiacos y pasaba su tiempo tomando clases de pintura.
La
evidencia forense presentaba múltiples dificultades. La sangre hallada en la
camioneta resultó ser de un trabajador herido que había sido transportado en
dicho vehículo. Su famoso machete no presentaba rastros sanguíneos y la de
otros lugares resultó ser pintura. Las huellas de llanta halladas en los sitios
no concordaron con las de la camioneta tampoco, la bala hallada en uno de los cadáveres
tampoco perteneció a la pistola de Corona, en fin que ni las marcas de herida de
machete ligaban con certeza al contratista con los muertos. Inclusive el
acusado contaba con una coartada pues durante el tiempo de la muerte de varios
de los enterrados estaba usando muletas para caminar.
La familia de Corona no se quedó cruzada de
brazos y lucho por conseguir fondos.
El juicio
contra Juan
V. Corona fue sumamente largo y tedioso. El procedimiento se tornó
en una lucha de intereses entre los abogados de la defensa y los de la parte
acusadora, en este caso del Estado de California.
Las principales disputas giraron en torno a la evidencia forense y a su
complicada y fallida recopilación. Ningún especialista que pasó a rendir
testimonio en la corte pudo asegurar al 100% que los cuchillos y el machete de Corona estaban
conectados con los cadáveres encontrados. En cuanto a la sangre, igual ningún
especialista pudo establecer de manera convincente que hubiera conexión entre
las muestras de los muertitos y las manchas y gotas encontradas en los efectos
personales y la propiedad del acusado. Salieron a flote tantos y tan
complicados detalles que muchas veces se perdió la perspectiva de los crímenes
para enfocarse en la efectividad de los analistas y aún de su reputación
profesional. Aún las recetas y recibos hallados en los entierros fueron puestos
en duda, al sugerirse que tal vez alguien quiso inculpar de manera dolosa a Corona con
los asesinatos. Hubo quien sugirió que se revisara la antigüedad de cada
cadáver y el de las notas para poder dilucidar si fueron puestas después o
cayeron en las tumbas en el momento mismo del crimen. Esta estrategia puso al
descubierto errores de procedimiento por parte de los forenses al clasificar
los cuerpos, los cuales fueron numerados de diferente manera por los médicos
contra el sistema conque la policía los fue etiquetando. Luego estuvo el hecho
de que nadie pudo concluir que Juan V. Corona fuera homosexual, este hecho
hubiera resultado crucial dada la evidencia de que los crímenes tenían una
motivación notoriamente sexual. Hawk,
el abogado defensor nunca llevó ningún testigo clave al estrado y aunque no lo
nombró explícitamente basó gran parte de su estrategia en sugerir, que había
sido el hermano de Juan, es decir Natividad Corona, el verdadero responsable de la matanza.
Para
complicar más el juicio resulta que se le acusó a Corona por los 25 crímenes,
multiplicando así en costos monetarios y de tiempo las diligencias respectivas.
Usualmente cuando se acusa a un multihomicida basta con procesarlo por uno o
dos crímenes de la multitud que se le adjudican, pero en este caso ese detalle
de atiborrar de acusaciones constituía la estrategia de la parte acusadora para
conformar un caso ganador. Es decir, cimentar el mosaico de evidencias
circunstanciales de que habíamos hablado párrafos atrás. Finalmente ambas
partes dieron por agotados su trabajo y el jurado decidió que Juan V. Corona era
culpable de 25 homicidios y en consecuencia el juez recetó 25 cadenas perpetuas
con derecho a libertad condicional.
Poco tiempo
después Corona
volvió a juicio puesto que un nuevo grupo de abogados tomó la
defensa del caso y decidió que no se le había defendido correctamente en su primer
juicio. De hecho nadie se explica el porqué su primer abogado defensor no hizo
nada por alegar incapacidad mental. Estaba claro y documentado que Corona había
sido sometido a electroshocks. Sin embargo este nuevo lance probó ser ineficaz
y costoso, pues se estima que a los contribuyentes Californianos el chiste les
salió en varios millones de dólares. Básicamente el jurado argumentó que Corona era
el más probable culpable por la evidencia de su bitácora personal donde había
anotado un registro de los nombres de varias de las victimas halladas y siendo
de ese modo, no se modificó la sentencia del juicio anterior. Siendo que hasta
esa evidencia no estaba exenta de controversia y que fue materia de mucho
debate entre especialistas en grafología.
Juan Corona languideciendo en la cárcel.
En cuanto a Corona,
no lo pasó bien en la cárcel los primeros años, puesto que fue atacado por 4
internos quienes lo cocieron a puñaladas, casi muriendo y perdiendo un ojo tras
el ataque. Se recuperó y a la fecha continúa purgando sentencia en la prisión
estatal de Corcoran en California.
Padece de demencia senil y su salud no es buena.Algunas de las victimas de Juan Corona
Donald Dalesmith
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Elbert Riley
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John Haluka
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Lloyd Wenzel
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Y estos son algunos de los que no se pudieron
identificar plenamente
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Bibliografía:
- Jury: The People vs Juan Corona, Victor Villasenor
- A Criminal History of Mankind, Colin Wilson
- The Road to Yuba City: A Journey into the Juan
Corona Murders, Tracy Kidder
- Burden of proof: The Case of Juan Corona, Ed Cray
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