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Hombres y Mujeres Asesinos
Blog dedicado especialmente a lecturas sobre Casos reales, de hombres y Mujeres asesinos en el ámbito mundial.
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Este Blog, no es de carácter científico, pero si busca seriedad en el desarrollo de los temas.

Está totalmente dirigido a los amantes del género. Espero que todos aquellos interesados en el tema del asesinato serial encuentren lo que buscan en este blog, el mismo se ha hecho con fines únicamente de conocimiento y desarrollo del tema, y no existe ninguna otra animosidad al respecto.

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//08 de Noviembre, 2010

CAPITULO IX Un lobo suelto

por jocharras a las 10:36, en La Marca de la Bestia
CAPITULO IX

Un lobo suelto

De cacería

 Ay, qué hermoso ocote que tenés, negra, pero parecés demasiado avispadita, mejor sigo. Perdón por dejarte pasar, pero necesito una que no sea tan putita. Ni sabés lo que te perdés. Bueno, lo lamento por vos. ¿Qué pasa hoy? Andan todas escondidas estas trolas... ¿Ninguna quiere comerse una buena pija? Noche de mierda, y necesito plata para mañana. Mejor sigo caminando. Si no están acá deben andar todas por la zona de La Cañada. Este barrio no lo entiende nadie, es como si pusieran un imán y todas las hijas de puta se concentraran en el mismo lugar. Puta madre, y yo apurado, sin un mango, con la Negra que me está esperando para poner la carne al fuego... Qué se le va a hacer, es una cagada pero es mi barrio, donde están mis novias... Sí, debe ser que están todas por allá. Me voy para Corro a ver si encuentro alguna como la del otro día. ¡Qué linda mina esa! Qué cagada que no la pude tener más tiempo, seguro que en un rato más la muy guacha me terminaba pidiendo que le hiciera un pendejo. ¡Mi vida...! ¡Qué hermosa...! Mirá que le costó ponerse sumisa pero al final prestó todo. Bueno, no podía hacer otra cosa porque ella sabía que el que mandaba era yo, que tenía que hacer todo lo que yo le dijera porque si no era boleta... Pero se notaba que le gustaba porque al final se portó como una sumisa como son todas, porque si no ¡os cobanis se hubieran dado cuenta de que me ¡a llevaba a la fuerza... La hice caminar desde Obispo Trejo hasta Corro y nadie se dio cuenta. Todos pensaron que era mi novia, una nenita que lo único que necesitaba era que yo le mostrara quién es el que manda.

 

Voy a ir yendo para allá a ver si me la encuentro de nuevo, aunque tengo que tener cuidado porque la muy puta estudiaba abogacía y seguro que salió a denunciarme, mirá que le dije clarito que se callara la boca a la trola... Otra más, pero ésta tampoco... Para qué me voy a arriesgar si es pura teta sin nada de culo...

 

-Hola, discúlpeme don, ¿Cuánto sale esa cadenita de Boca que tiene colgada ahí? Bueno, deme. Es para mí nena, ¿sabe? Hasta luego...

Le tengo que comprar algo a los chicos porque la Zulma les está llenando la cabeza a cada rato. Ya no sé cómo hacer con esta mina, la tengo como una reina pero no deja de romperme las pelo­tas... encima justo cuando se le estaba pasando la bronca por el quilombo con la Paola se entera de que la Negra está por tener al chiquito... Para mañana me pidió un montón de cosas. También le tengo que comprar algo a las chicas... ¿A ver esa que pasó recién? Sí, ésta sí, ésta puede ser, ésta me gusta... Mirá vos dónde vengo a encontrar una mina linda: en Ituzaingó. Y yo que siempre esquivo esta calle porque son todas negritas ñeras... Cómo mueve el culo, ¡mi vida...! Esta sí que es; camina mirando para abajo como si ya estuviera avergonzada de lo que le va a pasar... ¿Para dónde irás, mi amor? Haceme el favor de doblar a la izquierda que en la esqui­na esa recién vi un cana. Dale, agarrá para la Chacabuco así esta­mos juntos, dale que te va a gustar. ¡No! ¡Qué te parió pendeja de mierda...! ¿A dónde va? Ma' sí, la sigo una cuadra más y si dobla en Independencia en la próxima cagó, no me importa pasar por el frente de la cuarta, total nunca hay canas y además si los miro feo se cagan encima antes de decirme nada... ¡Bien, nena, bien...! Me parece que es tu noche de suerte... Sí, sí, sí... Hoy terminamos juntitos y vas a ver cómo te hago ese culo inmenso... con la Negra embara­zada y la Zulma que no quiere saber nada, ando medio loco ¿sabés... ? Además vos seguro que ni novio tenés y yo te voy a dejar bien preparadita para cuando tengas uno, o mejor: vos misma vas a ser mi novia, al menos por un rato y vas a terminar pidiéndome por favor que te siga cogiendo.

 

¡Pero la puta madre que lo parió! ¡Qué carajo hace la yuta acá hoy! ¿Será posible? Son más de las once, qué carajo hacen estos culiados que no están en ¡os boliches mirando pendejas como todas las putas noches, pero qué mala leche...! La voy a tener que dejar ir. ¡La concha de la lora! Ya estaba, ya estábamos, me cago en estos hijos de puta... Ya sé, sigo por acá, cruzo y subo hasta Los Capuchi­nos... ya se me hace tarde y la Negra me debe estar puteando. Ten­go que llevarle plata a la Zulma mañana y después la voy a llevar a la Negra a comprar las cosas que faltan para el bebé. Otra que empieza a romper las bolas con el cochecito y todo eso. Necesito plata, la puta madre, voy a tener que dejar esto para otro día, la Negra se va a volver loca, el asado ya debe estar al fuego y yo acá sin encontrar una pendeja en todo este puto barrio... Me persigno, a ver si el de arriba me trae suerte y me manda una buena cola, siempre me gustó esta iglesia. Bajo por la Irigoyen y en Trejo aga­rro para el bulevar, y si no encuentro nada hasta ahí, abandono...

 

¡Qué noche de mierda, che, parece mentira, ni un auto en toda la cuadra! Hoy no es mi día, la puta madre, voy a tener que meter el caño nomás para sacarme esta leche. Tengo la pija más grande del mundo y no la puedo meter en ningún lado... ¡la putísima madre que lo parió! Uy, mirá qué viene por allá Marcelito, subiendo desde el bulevar como si fuera un regalito... dale, dale que cambia la suerte, dale que tenés lo que buscabas. Ay, qué hermoso ocote que tiene esta pendeja, por fin se dio, la puta madre... Ya son ¡as once y media pero me importa un huevo, me la hago rápido y después meto el caño para llegar con plata a casa...

La presa

-No grites, no te muevas que esto es un asalto. Quedate quieta y no te des vuelta si no querés que te pase nada -Le voy a hacer sentir el chumbo mientras le tiro el pelo para atrás. La tengo que quebrar rápido porque no tengo tiempo-. No me cuesta nada matarte, seguí caminando y no hagas nada. ¿Sentís eso que tenés en la cintura? Es el fierro con el que te voy a matar si llegás a hacer alguna estupi­dez. ¿Tenés plata? -La boluda tiene que creer que le voy a afanar así se regala más. Mirá cómo se saca los anillos, se cree que no me doy cuenta-. Te voy a llevar hasta la plaza Vélez Sarsfield y ahí te voy a revisar bien para ver si no tenés algo más... -Está pensando que en la plaza se termina todo, pero cuando lleguemos le voy a decir que seguimos para que se vuelva a sentir desesperada. Así las voy quebrando a todas, dándoles pequeñas esperanzas de que no les va a pasar nada y después las reviento. Son tan inocentes que terminan entregándose sin darse cuenta. A esa altura tienen que estar seguras de que lo mejor es quedarse quietas...-. Te paso el brazo por el hombro y vos tenés que hacer como si fueras mi novia. Decime cómo te llamás... de dónde sos...? -La Bolívar está muy po­blada, mejor la llevo unos metros más cerca del baldío. Se me si­gue haciendo tarde. Voy a tener que meter el caño en esa pizzería de la San Luis que vi el otro día cuando pasé con la que me llevé al descampado de Laprida-, Seguí caminando que acá en la plaza hay mucha gente y no te puedo revisar. Pórtate bien que si te hacés la viva te voy a volar la cabeza. No hagas nada raro... -Ya casi está, ya la tengo, sólo falta seguir mostrándole que nadie va a saltar por ella y que yo tengo todo bajo control. Mejor que vea a la gente en la puerta de las casas así se siente dominada: tiene que estar conven­cida de que no puede hacer nada, de que acá lo hago todo yo. Le aprieto un poco los riñones para que se asuste y después le hablo bajito de nuevo-, ¿Ves esa casa que tiene el cartel de que se vende? Bueno, te vas a hacer la boluda y vamos a entrar ahí como si fuera nuestra casa. Ahí no hay nadie y te voy a poder revisar, pero acordate de portarte bien si no querés que te vuele la cabeza... No te voy a hacer nada, no te voy a hacer tragar la pija, ¿o querés...? Tiene 22 centímetros, pero quedate tranquila que no te voy a hacer nada, porque yo tengo familia, ¿sabés... ? Ponete contra la pared y no me mirés la cara. Ahora te voy a tocar un poco -Cagó, ya está en mis manos, le puedo hacer lo que yo quiera que no se va a poder esca­par...- No llorés que acá las órdenes las doy yo. Ahora salgamos afuera que te dejo ir. Mirá esa pared, subite a ese muro y pasá para el otro lado mientras yo me voy... pero vos ni te des vuelta porque te hago mierda.-                                                                                                                                        Mirá cómo se entrega sola, no se da cuenta de que estoy atrás de ella...- No te asustés que sigo acá. Quedate tranquila que te voy a revisar de nuevo. No te hagás problemas que va a ser una franeleada por arriba nomás. Sacate toda la ropa. La bomba­cha también. Mírame la pija, ¿alguna vez viste algo así? Bajá la cabeza, boluda, no me mirés a mí que te voy a matar. Ponete de rodillas. Ahora chupamelá y ni se te ocurra hacer nada que te mato acá mismo. No grités y hacé lo que te digo si no querés que te haga mierda... -Esta puta de mierda me tiene que prestar todo por más que le duela; ésta no es mi mujer para que me salga con esas co­sas...- Y lo mejor que podés hacer es no contarle a nadie que pasó esto, porque a mí no me van a agarrar nunca y la que va a pasar vergüenza vas a ser vos, sobre todo por lo de la cola... Yo me voy a ir y vos tenés que esperar acá como media hora.

Fuera de Foco

El ataque sufrido por aquella joven de 19 años, oriunda de una localidad de Traslasierra, comenzó cerca de las 23.30 del domingo 7 de febrero de 1999 y concluyó una hora después, alrededor de las 0.35 del lunes 8.

Al alejarse del lugar, Sajen se dirigió a una pizzería de la calle San Luis que había observado días atrás, mientras andaba de cace­ría. Quizá buscando conseguir el dinero que Zulma le exigía y el que necesitaba para completar el ajuar del bebé que Adriana esta­ba a punto de dar a luz, decidió asaltar el comercio sin tomar pre­cauciones.


Mientras eso ocurría, su víctima tomaba un taxi a cuyo conduc­tor le pidió que la llevara por la calle Montevideo hasta la casa de las amigas a las que pensaba visitar antes de que Sajen la aborda­ra.

 

Cerca de la 0.45, el violador cruzó el umbral del negocio ubica­do en la calle San Luis 347, a metros de la esquina con La Cañada, en el barrio Güemes.

 

Así lo relata el dueño de aquel bar que, aunque todavía existe ya ha cambiado de propietario: "Nunca lo relacioné con Sajen por­que el recuerdo que tengo de ese tipo es el de una persona de pele largo, crespo y con rulos, que tiene poco que ver con el pelado que mostraron por la tele. Además, nunca se me ocurrió relacionar lo que pasó aquella vez con los hechos del serial".

 

Ese domingo, según se lee en la denuncia radicada esa misma madrugada, la caja registradora era atendida por Carlos Enrique Daffis, pero en una mesa ubicada a pocos metros de allí estaban sentadas otras tres personas: Pedro Osvaldo Díaz, Graciela del Valle Oliva y el propietario del bar, Atilio Minoldo.

 

Sajen entró y apuntó directamente contra Daffis usando uní pistola Browning 9 milímetros color negro, robada días antes -el número de serie era 07-109805- con cachas verdes camufladas. En el cargador había cuatro balas.

-Hijo de puta, dame toda la plata o te mato acá mismo. Dale, ni te hagas el pelotudo o te meto un balazo en el mate...! gritó Sajen.

 

Muerto de miedo, el empleado no llegó ni siquiera a negarse cuando Sajen cargó la 9 frente a sus ojos y le hizo retumbar en el oído el sonido aterrador que hace la bala al salir del cargador ; alojarse en la recámara lista para ser disparada. No hizo falta otra amenaza. Pálido, Daffis buscó en la caja y le entregó a Sajen los 250 pesos que había. Después, el empleado se tiró al suelo y esperó a que el asaltante se fuera para gritar.

 

"Habrán sido las 12.30 de la noche cuando escuché el grito de uno de mis empleados. Primero pensé que se habían desconocido entre ellos y había una pelea en la cocina, pero cuando me levanté y me dijeron que acababan de robar me di cuenta de que había sido el tipo que un segundo antes yo había visto entrar por la puerta vestido con una campera azul tipo aviador. Salí corriendo detrás de él", recuerda el por entonces propietario de la pizzería.

 

Sin medir las consecuencias -en esos meses lo habían asaltado ya dos veces- el comerciante siguió al asaltante por calle San Luis hasta Belgrano, y por ésta hasta Montevideo.

 

"Agarró Montevideo y enfiló para la plaza del Oso (plaza Vélez Sarsfield), lo pude seguir con facilidad porque la campera de avia­dor tenía por dentro un forro color naranja que brillaba en la no­che". En su huida Sajen llegó hasta Obispo Trejo, rumbo a bulevar San Juan y el comerciante -un ex rugbier que por entonces tenía un gran estado físico y una terquedad que todavía no pierde- lo siguió, ganándole cada vez más terreno. Al llegar a la esquina, el ladrón corrió en diagonal saltando los canteros que separan las dos vías del bulevar y dobló hacia Duarte Quirós. "Cuando él empieza a bajar, aparece uno de los chicos que me hacía el delivery con una moto que era un peligro porque ni frenos tenía y le grita: 'Devolvé la plata hijo de puta'. El tipo responde en silencio pero empuñando el revólver y apuntándole a la cabeza a menos de un metro".

 

El empleado de la pizzería se quedó helado pero su jefe estaba enceguecido. No era un buen día para Sajen. "Como mi empleado estaba congelado el tipo siguió corriendo, así que cuando yo llegué le saqué la moto. Antes de poder subirme, el tipo sacó el chumbo y disparó dos veces. Cómo seré de inconsciente que me escondí de­trás del tanque de la moto. Cuando me disparó me enojé todavía más".

Al terminar los disparos, el comerciante bajó por Independencia detrás de Sajen a quien, al llegar cerca de la calle Caseros, tenía a pocos metros de distancia.

 

"Cuando estábamos llegando a Caseros venía un Fiat Duna azul y el tipo apenas lo vio frenó y se volvió para atrás para acobacharse en una de las entraditas que hay frente al colegio San José. Lo agarré y lo empecé a cagar a trompadas; él empezó a pedir perdón. Tuvo la suerte de que los tipos del auto azul resultaron ser canas y lo detuvieron ahí nomás. No sé qué tan groso habrá sido, porque cuando vino la Policía se quiso hacer pasar por borracho para engañarlos y yo le dije que le revisaran los bolsillos porque ahí tenía mi plata. Lo revisaron y le sacaron los 250 pesos que me ha­bía afanado".

 

La detención de Sajen figura en los libros policiales a manos del subcomisario Walter Manuel González. Todo terminó en la Co­misaría Primera (cerca de la terminal), donde el comerciante rea­lizó la denuncia. Según le confesó a esta investigación, estuvo ten­tado de ofrecerle dinero a los policías a cambio de que lo dejaran en una pieza solo con Sajen: "Lo quería matar a trompadas", dice, pero se arrepintió.


A la jaula


Esa noche en casa de Adriana Castro, el asado se comió sin la presencia de Marcelo. Después de que las visitas se fueron a la madrugada, la joven de 30 años sintió los primeros síntomas del trabajo de parto. El nuevo hijo de Marcelo Mario Sajen estaba por nacer.


Algunas horas después, en la mañana del 8 de febrero, Adriana dio a luz. Según contó a esta investigación, no supo que el padre de su hijo estaba preso hasta unos días después, pero eso es parte de otra historia.

 

Ese mismo día, la joven a la que Sajen había violado se presentó en la Comisaría Cuarta de Nueva Córdoba para hacer la denuncia de lo que le había ocurrido. Ante la mirada atenta de un sumariante, la chica, estudiante de la Facultad de Derecho, tuvo que contar detalle a detalle lo que le había ocurrido, agregando algunos datos más a la reconstrucción de más arriba.

 

Entre los elementos que aportó a aquella denuncia estuvo, nada más y nada menos, su pantalón (que Sajen había usado para limpiarse el se­men) del que se extrajeron las muestras que a la larga permitie­ron saber que la persona que atacó a esta joven era la misma de la que el poder político se enteró en 2004 de que asolaba a Córdoba.

 

Pero la joven también hizo otro aporte que nunca se le recono­ció y que es bueno traer a colación. Unos días después del ataque le contó el espantoso episodio a una periodista del diario La Voz del Interior. Este medio publicó el sábado 13 de febrero de ese año un artículo que describe a la perfección un método de ataque que se haría famoso años más tarde y que no es otro que el de Sajen.


También en esa nota fuentes policiales aceptaban la existencia de dos atacantes sexuales seriales en nuestra provincia, pero se limitaban a decir que su búsqueda se encontraba en proceso.

 

En 2004, la Policía, la Policía Judicial, las fiscalías, la Fiscalía General y el poder político se pelearon a capa y espalda por hacer suyo el éxito de la caída del serial. A lo largo de esta investigación nadie pudo explicarnos, en cambio, cómo fue que nadie vinculó el asalto a la pizzería con la violación de la chica de Traslasierra. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta de que ambos delincuentes esta­ban vestidos de la misma manera? ¿Por qué la persona a cargo de investigar aquella violación no averiguó si en los minutos cercanos se había producido algún otro hecho? ¿Por qué cuando se conoció que Gustavo Rodolfo Brene (el nombre falso que Sajen dio a la Policía cuando cayó) era en realidad Marcelo Mario Sajen, no sal­tó el antecedente de la violación de Pilar y a nadie se le ocurrió relacionar ese dato con el de la joven violada?

 

Meses después, con Sajen preso, la Policía detendría a los vio­ladores seriales Machuca y Riquelme (mas tarde caería otro de nombre Rodríguez), sin siquiera imaginar que uno peor que ellos se encontraba tras las rejas agazapado, pero a punto de salir.

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