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Hombres y Mujeres Asesinos
Blog dedicado especialmente a lecturas sobre Casos reales, de hombres y Mujeres asesinos en el ámbito mundial.
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Este Blog, no es de carácter científico, pero si busca seriedad en el desarrollo de los temas.

Está totalmente dirigido a los amantes del género. Espero que todos aquellos interesados en el tema del asesinato serial encuentren lo que buscan en este blog, el mismo se ha hecho con fines únicamente de conocimiento y desarrollo del tema, y no existe ninguna otra animosidad al respecto.

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//27 de Septiembre, 2010

Noemí F. " Desquiciada "

por jocharras a las 12:31, en Mujeres Asesinas
Noemí F. " Desquiciada "

Desde muy chica, Noemí  F. tuvo una especial antipatía por las mujeres. A sus hermanas ni siquiera les hablaba, y en la escuela prefería jugar con sus compañeros varones, No tenía amigas, y juraba que nunca las tendría, Su madre quedaba preservada porque compartía con ella la descalificación hacia su propio género.

 

Noemí  pasó su adolescencia acompañada por un hermano mayor, un primo y un amigo llamado Sergio, con quien tenía secretas fantasías de casamiento. No las concretó. Otra mujer le ganó de mano, logrando así reafirmar las creencias de Noemí  : las mujeres eran rivales peligrosas a las que había que aplastar.

 

Cuando terminó el colegio secundario empezó a trabajar como cajera en un supermercado, donde conoció al que sería su marido: Él era un proveedor de aguas y gaseosas y .la invitó a salir poco después de conocerla. Estuvieron juntos durante un buen tiempo hasta que él le propuso casamiento. Noemí  no estaba segura de quererlo como esposo, pero aceptó: temía que llegara otra mujer y se lo quitara, como ya le había pasado antes.

 

El matrimonio funcionó sin mayores sobresaltos por casi veinte años, hasta que Noemí  conoció a Manuel, un albañil que trabajaba en una obra a dos cuadras de su casa.

 

Vivieron una relación clandestina durante seis meses. Noemí , sin embargo, no soportaba que él tuviera una esposa y dos hijos. Constantemente le pedía que se separara: ella haría lo mismo, sin ninguna carga de conciencia. Se irían entonces a vivir juntos y empezarían todo desde cero.

 

Al final, Manuel cedió a las exigencias de su amante. Una vez que él empezó los trámites de su divorcio, Noemí  armó una valija y se despidió de su familia sin dar mayores explicaciones. Al marido le anunció escuetamente que había encontrado a otro hombre y que se iría con él. Al hijo lo saludó con un beso y le dijo que ya era grande como para arreglárselas solo.

 

Noemí  y Manuel alquilaron una casa en el mismo barrio donde ya vivían y trataron de acomodarse a la nueva situación.

 

Cuando conoció a Noemí , él ganaba un sueldo respetable trabajando en la construcción de un edificio de doce pisos. Pero la buena suerte se le acabó enseguida: la obra se detuvo por problemas en la habilitación, y Manuel se quedó sin nada. Hacía, sí, algún trabajo en forma esporádica, pero con eso no ganaba más que unos pocos pesos.

 

Para compensar, Noemí  había empezado a hacer empanadas para una rotisería, y era quien a duras penas mantenía la casa.

 

Muy pronto Noemí  empezó a sospechar que la ex mujer de Manuel, Marcela, quería reconquistarlo. Cada vez que él anunciaba que iba a ver a sus hijos, Noemí  armaba un escándalo. Pretendía que los viera menos o que dejara de verlos por un buen tiempo. "Vos vas a ver a los chicos por cinco minutos, y el resto te quedás con la pelotuda de tu ex. "

 

Una noche, sonó el teléfono y Manuel atendió, bajo la mirada feroz de Noemí . Cuando cortó, le tuvo que contar que Marcela lo llamaba reclamando la pensión alimentaria de los chicos. "No le puedo dar nada", se lamentó Manuel, cabizbajo. Noemí , que recién había cobrado uno de los encargos de la rotisería, le adelantó algo. "Llevale la plata, nomás. Quiero ver si después deja de llamar. "

 

En cuanto Manuel agarró el dinero, Noemí  le retuvo la mano, mirándolo de frente: "Ojo, vos. Si hacés una cagada yo los mato. A vos ya la otra ".

 

Manuel había estado casado con Marcela durante doce años. Y en todo ese tiempo, había tenido una amante fija que se llamaba Estela. Esta relación, en realidad, llevaba diecisiete años.

 

Manuel y Estela se habían conocido de chicos y fueron novios hasta que se separaron por una discusión irrelevante. Inmediatamente, Manuel conoció a quien sería la madre de sus hijos y se casó con ella.

 

Pocos meses después de la boda, Manuel y Estela se reencontraron y cambiaron la índole de su vínculo: dejaron de ser novios y se convirtieron en amantes.

 

Es probable que si Estela hubiera ejercido presión, Manuel se habría separado para volver con ella: como muchos hombres, Manuel actuaba y decidía según demandas externas. Pero Estela confió en que el amor que se tenían bastaría para poner las cosas en su lugar. Se equivocó. Cuando vio que el matrimonio de Manuel llegaba a su fin, supo que ella no había sido el detonante, él dejaba todo por una mujer casada a la que había conocido hacía seis meses.

 

Cuando él se lo contó, como se lo podía haber contado a una vieja amiga, ella se contuvo y no hizo ni un mínimo gesto de derrota. Le dijo que se fijara en lo que hacía y le sirvió un vino para brindar por su futuro. Así, de paso, disimulaba su tremenda decepción.

 

Manuel había cometido el error absurdo de contarle a Noemí  lo de su amante oculta. A ella le pareció inadmisible que su ex mujer no se hubiera dado cuenta durante tantos años de que estaba siendo engañada. Por las dudas, le dejó en claro que esa historia tenía que terminar. "Olvidate de esa mina, porque yo no soy como tu ex: si la volvés a ver, se pudre todo".

 

Manuel le juró fidelidad, pero no tenía la menor intención de dejar a su amante de toda la vida. Por otro lado, no era como creía Noemí : su ex mujer sí sabía que existía otra, pero hacía de cuenta que no se había enterado de nada.

 

Cuando estaba embarazada de su segundo hijo, una cuñada le contó que Manuel visitaba a Estela dos veces por semana. Ella escuchó la información y dijo que hablaría con su esposo para aclarar el asunto. Pero nunca se animó a hacerlo. En el fondo tenía miedo de que a la hora de elegir, él optara por quedarse con la otra.

 

Durante las primeras semanas de convivencia con Noemí , Manuel dejó de visitar a Estela. Pero una tarde, cuando terminó de trabajar, pasó por su casa. Estela lo recibió, sorprendida. Sabía que él volvería pero no lo esperaba tan pronto.

 

Ya en la cama, después del reencuentro, él le contó que su vida no estaba marchando tan bien como había imaginado. Noemí  lo controlaba y vivía obsesionada pensando que él la iba a engañar. "Tan loca no está ", le dijo Estela, con una carcajada irónica, haciendo un gesto que abarcaba el dormitorio.

 

Enseguida, Manuel se vistió para irse. Estela nunca lo había visto tan apurado ni tan nervioso por los horarios. Era evidente que la nueva concubina tenía más carácter que ella y que la ex mujer. A lo mejor, era lo que Manuel necesitaba. Se abrazaron en la puerta y ella le hizo un par de bromas con respecto a su nueva condición de hombre dominado. Manuel la besó y le dijo que le diera tiempo. "Ya la voy a acostumbrar a que me aguante como soy."

 

Cuando llegó a la casa encontró a Noemí  nerviosísima, cocinando empanadas. Dejó el cuchillo con el que estaba picando cebollas y lo encaró. " ¿De dónde venís?" Manuel tenía la respuesta lista. Le dijo que había estado trabajando y que después había pasado a ver a los hijos.

 

Noemí  no podía soportar que Manuel estuviera viéndose con su ex mujer con tanta asiduidad. Pensó que en todo ese tiempo ella no había visto a su hijo y le pareció una situación injusta. "Si yo no veo al mío, vos no ves a los tuyos", le advirtió.

 

Manuel no se dejó intimidar. Le explicó, a punto de perder la paciencia, que si ella no veía a su hijo era un problema suyo. "Yo no te pido que no lo veas. Podés ir a verlo todos los días, si se te da la gana. "

 

De pronto, Noemí  cayó en la cuenta de que Manuel podía haber estado con su antigua amante. Se le acercó y le agarró la camisa con las manos manchadas de carne picada y de cebolla. " ¿Vos estás viendo a la otra, a la que te cogías además de tu esposa?"

 

Manuel se soltó de Noemí  y se desabrochó la camisa, harto. "No la vi, pero podría verla. Seguro que la pasaría mejor que con vos. "

 

Noemí  lo miró y siguió cocinando. En voz baja, le advirtió que tuviera cuidado. "Yo no perdono, así que pensá lo que hacés."

 

Al día siguiente, Manuel se levantó temprano para ir a la obra. Se reuniría allí con sus compañeros para coordinar una protesta contra la empresa constructora que los había dejado abandonados.

 

Noemí , que había trabajado casi hasta el alba para terminar un pedido de la rotisería, estaba de pésimo humor. Le dijo que en vez de jugar al sindicalista le convenía ir a buscar un nuevo trabajo para mantener la casa. Manuel no se molestó en contestar y Noemí  no insistió: era consciente de que hacía poco que estaban juntos. Si peleaban todos los días, él terminaría volviendo a su antigua casa. Lo abrazó y lo metió de nuevo en la cama, desplegando toda su experiencia en materia sexual.

 

Cuando él se fue, ella terminó de empaquetar las empanadas y limpió la casa. Un rato más tarde pasó una camioneta de la rotisería y se llevó el pedido.

 

Entonces Noemí  se puso una campera y fue a hablar con Estela.

 

Cuando escuchó el timbre, Estela estaba terminando de cortarle el pelo a una clienta. Había instalado una peluquería en su casa, pero no recordaba haber dado un turno a esa hora.

 

Fue a la puerta y se encontró con una mujer teñida de rubio que la miraba con odio. "Soy Noemí , la nueva mujer de Manuel." Estela la miró con curiosidad.

 

Era mucho más petisa y gorda de lo que ella había imaginado, y se alegró sinceramente por haber podido comprobarlo.

 

Noemí  intentó pasar pero Estela se interpuso. Le dijo que estaba con una clienta, y que no tenía ni tiempo ni ganas de atenderla. Noemí  le mostró un anillo de compromiso: " ¿Ves? Manuel y yo estamos juntos. Olvidate de él. No va a venir más."

 

Estela estuvo a punto de decirle que Manuel la había visitado el día anterior y que volvería al día siguiente, pero se contuvo: la más perjudicada sería ella. Le dijo, en cambio, que la felicitaba y que no tuviera miedo. "No te preocupes. Él no te va a dejar por mí: yo estoy saliendo con otro hombre. Porque si no "

 

Noemí  se enfureció y sintió que la habían descubierto: era verdad que estaba asustada ante la posibilidad de perder a Manuel, pero jamás lo admitiría. "No me preocupo. Y menos por una forra como vos, que ni en veinte años consiguió vivir con su amante. A mí me llevó seis meses, para que veas. "

 

Las dos se midieron, odiándose. Estela se despidió con una sonrisa falsa y cerró la puerta, temblando de rabia.

 

Noemí  se fue, pensando que las mujeres eran la peor cosa que existía sobre la tierra.

 

Ya en su casa, Noemí  prendió el televisor para calmarse y se tiró en la cama. No tenía ganas de cocinar ni de limpiar ni de nada.

 

A las siete llegó Manuel, pálido y abatido. Había ido a visitar a sus hijos y su ex esposa le había anunciado que .le mandaría una carta documento para obligarlo a pagar la cuota de alimentos: según Marcela, lo que él le había dado la última vez no le alcanzaba ni para la mensualidad del colegio.

 

Noemí  lo miró, asombrada. No podía entender cómo Manuel no se daba cuenta de lo que para ella, era evidente, la ex quería tenerlo de vuelta en su casa y lo extorsionaba con el dinero.

 

Estudió a Manuel unos segundos. Pensó que era un hombre de poco carácter que, muy posiblemente, podía ceder a la extorsión. También existía la posibilidad de que Manuel cediera porque, en el fondo, extrañaba la vida con su esposa y sus hijos.

 

Decidió entonces que iba a usar esa falta de carácter para convencerlo de quedarse con ella.

 

Fue a un cajón y sacó unos cuantos billetes. Se los dio a Manuel, sabiendo que era lo último que tenían. "Tomá, pasale a tu ex para que no rompa más las pelotas. y si sigue jodiendo, yo me encargo. "

 

Marcela, la ex mujer de Manuel, vivía su separación con angustia y con asombro.

 

Lo peor era que, en su caso, su pareja no había seguido el típico proceso de desgaste que anunciaba la ruptura; Todo había sido abrupto. Un día Manuel empezó a volver tarde a la casa y dos meses después se había ido a vivir con otra mujer, que no era su amante histórica.

 

Marcela había averiguado en el barrio los antecedentes de Noemí . Se enteró de que la nueva mujer de su marido había estado casada durante casi veinte años, que no se le conocían otros hombres y que tenía un hijo que estaba a punto de terminar el secundario. No tenía amigas, y era bastante famosa por sus discusiones con varias de sus vecinas. "Es peleadora y peligrosa ", opinó una de ellas. Para ejemplificar, contó que en un quiosco de la zona había amenazado a la dueña con cortajearle la cara con una navaja.

 

Horrorizada por esos antecedentes, Marcela imaginó lo peor.

 

Una tarde, mientras esperaba que se hiciera la hora de buscar a los hijos al colegio, llamaron a la puerta. Se asomó y vio a una mujer rubia que trataba de espiar por la ventana. "Abrime, soy la mujer de Manuel", le dijo con voz alterada. Marcela abrió la puerta, pero dejó cerrada una reja que impedía el paso. Tratando de parecer firme, Marcela le dijo que se fuera. Noemí  apoyó en la vereda unas bolsas de mercado, sacó unos billetes del bolsillo y se los extendió a través de la reja. "Te traje plata, a ver si dejás de molestarnos. "

 

Marcela la miró, sin agarrar los billetes. La otra insistió. "No te hagás la conchuda. Agarrá eso, y andá . haciéndote a la idea de que Manuel no vuelve más con vos. Y si volvés a llamar a casa, yo vengo personalmente y te hago mierda. "

 

Marcela cerró la puerta mientras, indignada, le decía a los gritos que la iba a denunciar a la policía.

 

Las obras del edificio en el que estaba trabajando Manuel seguían paralizadas. Él se conformaba con algunas changas ocasionales, pero poco a poco se había ido acostumbrando a la inacción.

 

Su vida con Noemí  no era lo que había esperado, pero al menos le generaba emoción y adrenalina. En algún punto, los celos y la actitud posesiva de su nueva mujer lo hacían sentirse orgulloso. "Qué voy a hacer... Noemí  tiene miedo de que la largue, entonces me persigue", alardeaba ante sus amigos.

 

Era cierto. Noemí  se sentía amenazada por esas dos mujeres, que se habían convertido en una obsesión. Estaba convencida de que él las seguía viendo a las dos. Y que si se encontraba con ellas no era porque Manuel las buscaba en forma voluntaria sino porque ambas hacían cualquier cosa con tal de retenerlo. Por su parte, Marcela y Estela pensaban lo mismo de ella. Ni por un momento suponían que Manuel se quedaba con la nueva mujer por amor: creían con fe ciega que él estaba arrepentido de vivir con Noemí , pero que seguía allí por miedo a sus arranques violentos.

 

En realidad, todas tenían su parte de razón. La vida de Manuel no estaba regida por convicciones firmes sino por el rechazo al escándalo y el temor a situaciones de conflicto. Tranquilamente hubiera vuelto a la casa de su esposa ya la quietud del dormitorio de su amante si no fuera por el temor de enfrentar a Noemí . Por otro lado, tampoco rechazaba la idea de permanecer con Noemí , si no fuera por sus celos demenciales. Celos que -además- él mismo provocaba.

 

Cada vez que Manuel visitaba a sus hijos, Marcela le reclamaba que volviera a la casa. Le había contado al detalle la visita de Noemí  y los datos adicionales que había conseguido sobre la personalidad de su competidora. "Estuvo a punto de tajearle la cara a una vecina ", explicaba con espanto.

 

Estela había sido más perjudicada todavía: había recibido cuatro visitas de Noemí  en una semana. Hizo la denuncia en la comisaría del barrio y colocó dos candados y un pasador en la puerta de su casa.

 

Manuel empezó a temer una tragedia. Fue a ver .J: Estela y le anunció que por un tiempo tendrían que dejar de verse, "hasta que a ella se le pase". Estela no le contestó nada y lo acompañó a la puerta, para que se fuera.

 

En su casa, Noemí  se desesperaba. La racha de trabajos para la rotisería se había cortado. Seguía recibiendo pedidos pero en una cantidad mucho menor.

 

Manuel tampoco hacía demasiado por ganar más dinero. Anunciaba que de un momento al otro volverían a contratarlo en el famoso edificio de doce pisos, con lo cual rechazaba trabajos seguros que le iban ofreciendo. "No puedo agarrar nada porque ya vamos a tomar lo otro, el laburo grande", contestaba ante cada propuesta. Solamente aceptaba algún encargo menor que pudiera resolver en uno o dos días: reparar el techo de un baño, pintar un dormitorio, arreglar unas manchas de humedad.

 

Noemí  pasaba horas en la cama con Manuel, sin nada para hacer. Le habían avisado que Leo, su hijo, había abandonado el colegio y se había instalado con un amigo en Luján. Noemí  no podía entender cómo su ex marido permitía que las cosas hubieran llegado a ese punto. Quería ir a buscar a Leo pero le parecía que no era el momento adecuado para salir de la ciudad: estaba convencida de que apenas ella se subiera al colectivo Manuel iría a ver a las otras.

 

Un martes por la mañana, Manuel salió a hacer un trabajo que le había encargado un vecino. Iba a impermeabilizar un techo ya cambiar unas tejas rotas. Se despidió de Noemí  avisando que iba a estar afuera todo el día.

 

Para Manuel el trabajo era sencillo y rápido. A las cinco de la tarde terminó, cobró su dinero y fue a ver a sus hijos. Se encontró con que su ex mujer estaba esperando al médico porque el menor de los chicos tenía fiebre.

 

Más tarde, cuando vieron que se trataba de una angina común, Manuel y Marcela se sentaron en la cocina a tomar mate. Marcela se le acercó, le acarició la cabeza y le dijo que ella y sus hijos lo extrañaban.

 

Manuel no sabía qué hacer. Al fin, le dejó dinero para los medicamentos y volvió a su casa.

 

Noemí  estaba esperando a Manuel en la cocina, preparando un guiso. En cuanto llegó lo enfrentó, fuera de sí. Le gritó que hacía horas que estaba oscuro, con lo cual él no podía estar arreglando ningún techo. Manuel le dijo la verdad: creyó que la mención de la fiebre del hijo iba a desactivar los celos de la mujer.

 

Pero Noemí  reaccionó con furia. Le recordó que su propio hijo había abandonado el colegio y que ella, sin embargo, había decidido no ir a verlo para quedarse con él.

 

Manuel fue contundente y repitió el argumento que ya había usado en otras oportunidades. "Si sos una mala madre, problema tuyo. Porque nadie te pidió que te quedes acá conmigo. "

 

Noemí  volvió a la carga, amenazante. "Por un tiempo a los chicos no los ves más. Hasta que a tu ex se le pase la calentura con vos."

 

Manuel, le comunicó que estaba harto de recibir órdenes y castigos, y que si ella creía que él iba a obedecerle de por vida, estaba muy equivocada.

 

Empezaron a gritarse e insultarse hasta que Manuel, con la voz ronca de indignación, le dijo que estaba arrepentido de haberse ido a vivir con ella. Noemí  lo escuchó boquiabierta y de pronto pareció serenarse. "Lo que vos querés es estar con las dos. Querés volver a tu casa, así de paso también volvés con la otra puta."

 

Manuel quiso interrumpir a Noemí  pero ella seguía hablando, como si acabara de descubrir cuál era el problema. "Yo no me quería dar cuenta pero es así. Vos querés estar con las otras dos. Un poco con cada una. " Noemí  se acercó a la mesada de la cocina, donde estaba preparando su guiso. Manuel se había dado vuelta, listo para irse. Noemí  buscó el cuchillo con el que había estado cortando verduras y fue tras él. Se lo clavó a la altura de los pulmones, tres veces seguidas.

 

Noemí  se quedó un buen rato mirando a Manuel, muerto y tendido en el piso de la cocina.

 

Al fin, se arremangó el pulóver, se sacó los jeans y se arrodilló al lado del cadáver. Con mucha dificultad lo desvistió y empezó acortarlo en pedazos. " ¿Querés estar con las dos?", repetía como un mantra. "Vas a estar con las dos. "

 

A Noemí  le llevó entre dos y tres horas cortar el cuerpo de su amante. Por falta de cuchillos adecuados, hubo zonas que no pudo rebanar, pero de todas maneras logró lo que quería: cortó las manos con un trozo de brazo, y las acomodó en dos cajas de cartón que solía usar para embalar sus empanadas.

 

Acomodó lo que quedaba del cuerpo en bolsas de basura, y guardó en la heladera la mayor parte.

 

Apurada, baldeó el piso de la cocina, se puso un tapado largo de paño azul para cubrirse las piernas desnudas, y salió con las cajas.

 

Noemí  llegó primero a la casa de Estela. Se cercioró de que no hubiera nadie vigilando y dejó una de las cajas en el piso, junto a la puerta. Un rato después dejó la otra caja en la puerta de Marcela.

 

Enseguida volvió a su casa y se acostó adormir.

 

Dos policías llegaron a la casa de Noemí  a la mañana siguiente. Encontraron el resto del cuerpo de Manuel cortado en varios pedazos.

 

Noemí  Fue condenada a doce años de prisión por homicidio simple. Saldrá en libertad en diciembre de 2009.

 

"No me arrepiento ni nada", le dijo Noemí  a un psiquiatra forense. "Él se la buscó. Yo le avisé, pero él igual me siguió mintiendo. Y ojalá que otros hombres se enteren de lo que yo hice, para que vayan aprendiendo. Usted vaya y cuente. Les va a hacer un bien a muchos de los que andan jodiendo por ahí."


Fuente :

Libro Mujeres Asesinas , de Marisa Grinstein, archivado en la Biblioteca Municipal " ALMAFUERTE " - Ciudad de Arroyito (cba)

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