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Hombres y Mujeres Asesinos
Blog dedicado especialmente a lecturas sobre Casos reales, de hombres y Mujeres asesinos en el ámbito mundial.
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Este Blog, no es de carácter científico, pero si busca seriedad en el desarrollo de los temas.

Está totalmente dirigido a los amantes del género. Espero que todos aquellos interesados en el tema del asesinato serial encuentren lo que buscan en este blog, el mismo se ha hecho con fines únicamente de conocimiento y desarrollo del tema, y no existe ninguna otra animosidad al respecto.

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ajedrez, informatica, casos reales, policiales etc.

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//07 de Noviembre, 2010

CAPITULO VII El otro Sajen

por jocharras a las 21:32, en La Marca de la Bestia
CAPITULO VII

El otro Sajen

El amante

Cuando las violaciones perpetradas por el violador serial se convirtieron en noticia, no fueron pocas las referencias de psicólogos y psiquiatras entrevistados por los medios de prensa que hacían hincapié en que el atacante debía ser una persona solitaria, con problemas para relacionarse con los demás e, inclusive, dificultades para tener relaciones con una mujer.

Incluso, la escasez de información hizo que llegara a hablarse de un violador travestí y hasta de un hombre que podría vivir y depender de su madre para subsistir.

Evidentemente, esas teorías poco tenían que ver con la imagen pública de Marcelo Mario Sajen que, hoy se sabe, no sólo tenía una familia constituida con seis hijos sino que mantenía a una familia paralela. Ya se ha hablado de Sajen y de su primer amor, Zulma Villalón, pero nada se ha dicho de otras mujeres que también amaron (algunas aún lo hacen) al hombre más odiado de Córdoba.

La Yolanda

Tengo que ir caminando como si estuviera en un lugar cualquiera; que nadie se dé cuenta de que estoy cagado hasta las patas. Despacito, a paso firme, pero no demasiado tenso, para que no piensen que me siento superior... ¡Soy un estúpido! ¿Para qué carajo me habré puesto las zapatillas nuevas? Van a pensar que son originales y se les va a hacer agua la boca... si supieran que las compré truchas y me salieron 35 pesos en lugar de 170 como salen en el centro... ¿Qué hago? Bueno... voy lo mismo, y si me quieren afanar les doy todo...

El mediodía del 28 de diciembre de 2004, cuando su rostro acababa de ser dado a conocer, el violador serial fue cercado en barrio General Urquiza y huyó en una moto que abandonó a metros del ingreso Sur a la villa El Chaparral. Fue la última vez que lo vio la Policía hasta que decidió quitarse la vida varias horas más tar­de. En aquel momento se dijo que podía estar escondido en la casa de alguna amante.

Meses después, un miembro de esta investigación conoció que muy cerca del lugar donde la Policía encontró la moto en la que huyó Sajen, vivía una mujer que, según algunas versiones, habría tenido "graves problemas" con Marcelo Sajen.

Tengo que ir por Montes de Oca en paralelo a las vías. Cuando llego a la cortada que da a la villa miseria, doblo a la izquierda. Total, ya estoy... ¡Dale no va a pasar nada...! Mmm ¿y si están esos pendejos matones que dicen que se juntan ahí? Mejor bajo hasta Miguel del Mármol que desemboca en la misma entrada pero unos metros más lejos, y si veo que están los pibes, doblo como yendo hacia el colegio Hilario Ascasubi. Si no están, encaro rumbo a la villa.

Después de días encontrando pretextos para no realizar la visi­ta, una fría mañana de mayo, uno de los autores de este libro, con más miedos que seguridades, se disponía a entrar a la villa El Chaparral para buscar a una mujer de la que nada sabía: la Yolanda.

Lo único que me falta es un cartel que diga que soy policía. Hasta parezco uno de esos de civil que se visten desprolijos a pro­pósito para que no se les note y al final son los más evidentes... Mejor sigo caminando despacio, como si nada. Con lo helado que está, si me llegan a asaltar y se llevan la ropa no sé si me muero del frío o del cagazo... Me pongo la billetera en el bolsillo del panta­lón, total a la plata la tengo en la media (típico recurso de niña exploradora), guardo el celular en la campera y apenas doblo en la esquina veo qué hago... tres metros, dos, uno...

A cuatro cuadras de la casa de Marcelo Sajen, en barrio Gene­ral Urquiza, a metros del colegio Hilario Ascasubi donde hizo la escuela primaria y donde la calle Miguel del Mármol casi llega a unirse con Montes de Oca, hay una barranca que comunica el ba­rrio con El Chaparral. En una de esas casas vive la Yolanda.

 

"No mirés para los costados que alguien se puede sentir incó­modo; caminé seguro y que no se te note nervioso. Si alguien te cruza, saludé, y si te quieren afanar no te hagas el picante por más picante que te creas...". Tengo en la cabeza un manual práctico de la visita a la villa, pero no dice nada de encontrarse en el sendero de entrada con un tipo que tiene un hacha en la mano y que, mien­tras le da duro a un tronco, insulta a su mujer que intenta mantener quieta la madera desde la otra punta... Mejor ni saludo, así no inte­rrumpo la discusión. -Hola, buen día...-. Quedé para la mierda, me tuvieron que saludar ellos... -Cómo le va, disculpe... ¿todo bien?-. iSi seré gil...! Están a punto de agarrarse a hachazos y yo les pre­gunto si está todo bien. Mejor avanzo, ahora tengo la villa por de­lante y el hacha a mis espaldas, así que no puedo dar marcha atrás.

 

Un rancho, dos ranchos, una casa de material... por acá anduvo Sajen cuando se le escapó a la Policía. Dicen que en la villa él era más querido que en el barrio, y dicen que la mayoría de la gente de la villa vivió antes en Urquiza, hasta que la crisis los obligó a ven­der sus casas y mudarse para acá... Otra casa de material, olor a mierda, aguas servidas, un chico en bicicleta y una señora lavando la ropa en una palangana. Apenas caminé cincuenta metros y me puedo imaginar que este lugar es un mundo... pueden meter a 500 policías y todavía va a haber espacios para esconderse. Otra casa de chapa, una especie de tanque haciendo esquina, chicos jugando ya mi derecha la bandita de adolescentes matones mirándome como si me estuvieran por matar. ¡Ay, por qué no vine con el otro, que por lo menos parece más cana que yo...!

Bueno. Salgo corriendo o hablo con ellos...? Hablo con ellos.

 

-Hola chicos, ando buscando a una mujer que se llama Yolanda, ¿la conocen? Ay... éste que se está moviendo es el que va a decidir qué me hacen... a todos les veo cara parecida a Sajen.

-¿A la Yolanda la buscás? -me increpa el flaco. -Sssí, sí, a la Yolanda -pero tengo que ser gil para tartamudear con la "s". Este se dio vuelta y andá a saber lo que está organizando. -¡Vieeeeeja!

Desde el fondo se escucha una voz de mujer.

-¿Qué pasa?

-Te busca este pibe -le dice el chico a su madre, y pasa a mí lado como diciéndome: "Pará un poco la moto gordito, no te va a pasar nada".

"Yo he sido amante de él y nunca me generó ningún problema. Estuvimos juntos durante muchos años, casi desde que yo llegué al barrio. En ésa época mi marido estaba preso y Marcelo me ayuda­ba".

 

"Nunca me pegó. No se trataba de que fuéramos pareja porque hubo interrupciones, pero estuvimos mucho tiempo juntos. Yo sé que con la mujer se le fue la mano unas cuantas veces, pero a mí nunca me pegó. Es más, cuando mi ex marido salió de la Peniten­ciaría me supo dar una paliza y lo tuve que parar yo a Marcelo porque él lo quería matar".

 

"Más de una vez la mujer (Zulma) vino acá al frente (señala la barranca que separa la villa miseria del barrio) llorando, a pedirle que volviera a la casa, y él se cruzaba y la cascaba allá, al frente de todos, o directamente le decía que no me molestara. A mí me daba pena, pero qué iba a hacer".

 

"Yo no creo que él haya sido el serial; conmigo siempre se por­tó muy bien, venía a verme, me traía comida para los chicos. Se quedaba en la puerta a cuidarme; yo no creo que él haya sido".

 

La relación entre Yolanda y Marcelo Sajen fue confirmada por Eduardo Sajen, quien afirmó que en los años en que "Marcelo an­daba con la Yolanda, ella era quizá la chica más linda del barrio. Cuando todo empezó, ella no vivía en la villa sino en el barrio. La verdad es que era una chica hermosa".

 

Al comienzo de la entrevista, Yolanda negó rotundamente que su ex amante pudiera ser el violador serial, sin embargo, mientras la charla fue avanzando comenzó a dudar al respecto, pero de eso se hablará más adelante.


Paola


"Maldito sea el día en que ésos nacieron, en esa casa de ladri­llos que está ahí al frente. Eran cinco y se fueron a Pilar a los 19 años, aunque acá por entonces no se sabía que eran delincuentes.  Yo le hice una denuncia a Sajen en la comisaría".

 

La frase se llena de rencor y miedo fue enunciada por Olga Palacios, una mujer de unos 50 años que vive en una casa ubicada en la calle Miguel del Mármol al 2700, cuya entrada secundaria está ubicada justo frente a la casa donde nacieron y crecieron los hermanos Sajen.

 

Llegamos allí, después de recibir una serie de datos que vin­culaban a la hija de Palacios, una joven llamada Paola, con Sajen. Le contamos a Olga la versión que se refería a su hija como una supuesta víctima de Sajen, pero la mujer sólo se limi­tó a decir "algo de eso hay". Ante la insistencia y el dato de que en el barrio se comenta que Paola habría recibido un disparo de manos de Sajen, la mujer se metió dentro de su casa para cerrar la puerta.

 

El siguiente contacto con la mujer se produjo vía telefónica luego de que un hermano de la joven nos entregara el número de teléfono de la vivienda. En la breve grabación puede escucharse: "No quiero hablar del tema. Lo único que voy a decir es que el diablo lo debe tener colgado de las patas a ese hijo de puta. Yo no quiero hablar más".

 

Sorpresivamente, cuando las esperanzas de chequear la ver­sión parecían desvanecerse, una llamada entró a uno de nuestros celulares. El llamado, proveniente de una localidad del Gran Bue­nos Aires que no se especificará, era de una mujer que se identifi­có como la propia Paola, hija de Olga Palacios: "No quiero que molesten más a mi mamá, que me mandó a decir que está asustada. No queremos tener problemas. Lo que puedo decir es que Marcelo nunca me hizo daño a mí, que fuimos amantes y que eso después se terminó...". La mujer, que dijo estar viviendo en Buenos Aires des­de que acabó su relación con Sajen, preguntó con qué otra pareja de su ex amante habíamos hablado, y se mostró molesta cuando se le comentó que conocíamos a Adriana Castro.

 

Antes de cortar, la voz en el teléfono hizo una aclaración: "El incidente del disparo fue sin querer. Marcelo no es culpable de eso. A él se le escapó la bala pero fue un accidente; él mismo me llevó al hospital cuando pasó".

 

La mujer prometió analizar la posibilidad de volver a comunicarse, pero nunca más lo hizo. La relación entre Marcelo y Paola fue confirmada, además, por la madre de la chica, Daniel Sajen. Eduardo Sajen y por el matrimonio de Cacho y Amalia Cristaldo.

 

Posteriormente, la misma Adriana Castro hizo referencia a "esos amores de Marcelo", refiriéndose a Yolanda y a Paola.

 

Además de estas dos relaciones extramatrimoniales, el rumor refiere que Marcelo Sajen también mantuvo vínculos con otras mujeres, con las que no se pudo hablar, y que tendría más hijos de los que legalmente se le adjudican.

De caño

La cita se concretó por teléfono y sin demasiadas vueltas: "Te espero en este bar de Nueva Córdoba a las 22, vos quedate tranqui­lo que yo te voy a reconocer. No digas mi nombre, sentate en una mesa y yo me arrimo. Tenés que ser puntual". Como nos pasó en numerosas ocasiones en torno a esta investigación, nos habíamos dado cuenta de que, por más que avanzáramos firmemente en al­gún sentido, otros puntos quedaban claramente truncos y todavía nos impedían saber con seguridad quién fue Marcelo Sajen.

 

Habíamos logrado reconstruir su vida familiar y lo que decían de él las personas de su entorno. También se había pautado un en­cuentro con otra mujer que todo el mundo dice que es la pareja paralela de Sajen desde el año 1997 y, sin embargo, algo no cerraba por ningún lado: ¿de qué vivía realmente Sajen? ¿Cómo hacía para mantener a dos familias, siete hijos y amantes ocasionales (más los hijos de algunas de ellas) únicamente vendiendo autos?

 

Sabíamos por rumores llegados desde la Fiscalía y la Policía que la principal sospecha lo vinculaba al negocio de los autos roba­dos. Sabíamos que en uno de sus últimos ataques (ocurrido en San Vicente) al huir dejó caer una ganzúa que la Policía secuestró y sabíamos que eso alimentó la hipótesis de que su estadía en Nueva Córdoba -el lugar donde se roban más autos diariamente en toda la ciudad- se debía a que mientras "trabajaba" levantando autos, ob­servaba a las chicas que posteriormente iba a violar.

 

Lo sabíamos, pero no lo creíamos suficiente. Decidimos cruzar esa línea porque entendimos que era absurdo contar la vida de un delincuente sin hablar con aquellos que trabajaron con él.

Después de decenas de diálogos con personas que en su totalidad pidieron mantener en reserva su identidad, logramos hacer contacto con un individuo que aseguraba haber tenido participación en diferentes hechos delictivos y ejecutado algunos de ellos a la par de Marcelo Sajen.

 

Entonces sé abrió una etapa de verificación a través de dife­rentes fuentes policiales que nos permitieron confirmar la partici­pación del sujeto en delitos en los que se sospecha que también estuvo involucrado Sajen. Cuando supimos que estábamos ante una posibilidad concreta de recibir nueva información, se acordó una primera cita que no se concretó, como esperábamos nosotros, en una lujuriosa whiskería o en un oscuro bar alejado del centro, sino en el exclusivo pub Le Roux de Nueva Córdoba.

"Vení vos solo, no me vayas a hacer una agachada. Te espero a las diez de la noche", fue lo último que se escuchó del otro lado del teléfono.


Una persona admirada


La oscuridad gobernaba el clima del bar aquel martes de otoño en el que un miembro de esta investigación ingresó dispuesto a hablar con un delincuente declarado sobre Marcelo Mario Sajen. Apenas pasaron unos minutos de las 21.30 cuando un hombre corpu­lento, de aproximadamente 35 años y voz gruesa, preguntó por nues­tro nombre mientras se sentaba y nos tendía la mano. De aspecto "decente" si cabe decirlo, y muy buena vestimenta, esta persona a quien llamaremos Carlos porque, obviamente, todo el tiempo con­dicionó su aporte a la protección de su identidad, se mostró sorprendentemente instruido a la hora de hablar y procuró en todo momento casi con insistencia dejar en claro que -al igual que los amigos y la familia de Sajen- nunca tuvo ningún indicio que le hiciera pensar que su compañero era el violador serial, y que sólo se atrevía a hablar con nosotros del tema porque "en el ambiente eso (ser un violador) no se perdona".

 

La elección del lugar de encuentro y la "buena presencia" sólo fueron los anticipos de las sorpresas que terminaría por aportar la singular reunión. Entre ellas, estuvo la particularidad de que en lugar de un whisky o un fernet con Coca, Carlos pidió una gaseosa light y explicó que no tomaba cuando estaba "por trabajar". "¿Qué estás por hacer?". La respuesta llegó después de un largo silencio, acompañada de una mirada lo suficientemente seria como para dejar todo en claro: "¿Estás seguro de que querés saber?".

 

Inclinado hacia delante, sin utilizar el respaldo de los amplios sillones del bar, mostrándose extremadamente educado con las mozas adolescentes del lugar y en una posición estudiada -sobre su cabeza, una lámpara de luz dicroica cuyo soporte proyectaba una leve sombra impedía que su cara pudiera verse completamente- Carlos habló:

 

"Él siempre metió el caño y siempre fue un hijo de puta. Se dedicó a robar, no importa lo que te diga la familia. Marcelo era choro y no un choro cualquiera. Era de los buenos, todos queríamos trabajar con él. ¿Por qué? Fácil, porque era bueno para todo. Era rápido, era seguro y se la bancaba porque tenía muchos huevos.

»No, no es que hiciera una cosa. Él era groso, vivía de esto. Si había una buena posibilidad de meter el caño, iba y lo metía; si las cosas estaban feas, levantaba autos y también lo hacía cagando. No necesitaba trabajar con nadie, era tan bueno que podía hacer las cosas por su cuenta.”

»Por supuesto que se puede robar en Córdoba sin la protección de la cana. Además, el que te diga que Marcelo tenía protección es un pelotudo que no lo conocía. Si Marcelo odiaba a la yuta. La odiaba realmente y no sé por qué. Cuando vos ibas a afanar con él y sabías que iba a haber un custodio o un cana, te decía: 'A la yuta dejámela a mí. Del cobani me encargo yo', y te aseguro que se ensañaba ¿eh?, lo cagaba a palos... No, Marcelo no tenía protección, no la necesitaba, lo que lo protegía era que sabía cómo manejarse.”

»No lo puedo creer. Para mí es increíble. El tipo nunca me hizo un comentario sobre una mina. Nunca le miró las tetas a mis minas, y mirá que yo siempre me busqué minas tetonas. Cuando vi su foto pensé que era una cama, pero ahora se empiezan a escuchar cosas y todo empieza a cerrar; él era un hijo de puta".

"Zulma que diga lo que quiera. Es muy posible que ella haya sido verdulera y que Marcelo la ayudara, pero yo te digo: Marcelo siempre metió el caño. Los que sí son inocentes en esta historia son los chicos. Con ellos no hay que meterse porque son todos chicos excelentes. Eso es lo que me jode de este hijo de puta del fiscal. No se dio cuenta de que al mostrar la foto le cagaba para siempre la vida a la familia.”

» ¿Querés saber cómo afanaba él? Bueno, decime cómo violaba. Yo leí que a las víctimas las quebraba haciendo primero que se relajaran y después poniéndolas nerviosas, demostrando que él manejaba la situación y que lo mejor era hacerle caso. Bueno, igual era para afanar. Era un hijo de puta violento, como decís que era para violar. Le gustaba tener el control y lo tenía dándole miedo a todos.”

»Era impresionante verlo porque dominaba toda la situación. Muchos casos los hacía sin siquiera empuñar el fierro. Imagínate que el tipo era el primero en entrar y al instante tenía un panorama que le permitía saber dónde estaban todos. Agarraba y se levantaba la remera para que vieran el chumbo en la cintura, se mostraba tan seguro que la gente ahí nomás se sentía entregada, mientras tanto él les decía 'tranquilos que no pasa nada' y los llevaba al mejor lugar para reducirlos a todos. Cuando la gente estaba tranquila, agarraba al último de los que iban caminando y le metía tres o cuatro quemas (trompadas), haciendo que todos se asustaran. A partir de ahí seguía siendo así, los tranquilizaba primero y cuando estaban tranquilos le pegaba a uno para que todos se pusieran nerviosos. No le importaba que fuera una mina o un chabón, lo que importaba era que todos ahí adentro supieran quién mandaba, y creeme que todos lo teníamos bien claro...”

»Yo nunca supe que él tuviera un caso de violación. En el ambiente siempre se conoció la versión de su mujer, que decía que él tenía una denuncia que le habían hecho los padres de Zulma cuan-do ellos se pusieron de novios. Por eso en el barrio a lo sumo se decía que él la había violado y ella se enamoró, pero nunca nadie pensó que él pudiera ser un violador.”

»Ahora que me decís, sí hay un episodio medio raro. Una chica del barrio contó hace un tiempo que Una noche Marcelo en pedo se bajó de un auto y la invitó a coger, pero que ella se resistió. Como la conocemos a ella y creíamos que Marcelo era un tipo incapaz de desubicarse con una mina, nadie le creyó. Ahora me doy cuenta de que el desgraciado nos engañaba a todos.”

»Él mantenía dos familias. La Negra Chuntero siempre se banco ser la segunda, pero la Zulma nunca se banco que la otra existiera. Todas las peleas que tenían eran por eso. Marcelo era tipo de pocas palabras.”

»La verdad es que la vez que estuve preso con él no coincidimos mucho tiempo, pero lo que te puedo decir es que, donde estuviera, Marcelo mandaba. Él había sido pluma en Encausados, pero »La verdad es que la vez que estuve preso con él no coincidi­mos mucho tiempo, pero lo que te puedo decir es que, donde estu­viera, Marcelo mandaba. Él había sido pluma en Encausados, pero lo cierto es que si no mandaba por lo menos era bastante intocable. Los Sajen siempre mandaron en la cárcel, por lo menos en los últi­mos diez años. No sé qué puede haber pasado antes. Sobre eso te digo que a los 20 años nadie manda en la cárcel".


Eso no se perdona


"¿Que si era bueno para las quemas (trompadas)? ¡Era infer­nal...! ¿No te digo que para todo era bueno? Y además era un tipo bastante fiel, un tipo en el que podías confiar, por eso es que nadie lo puede creer y por eso debe ser que él lo escondió siempre. En el ambiente los violines no son queridos, es como en la cárcel o como entre las mujeres presas con las que matan a sus hijos. Es muy difícil entender que un grosso sea violín. Es difícil. Yo creo que se mató de vergüenza porque no había manera de entender que él hubiera sido un buen padre, un tipo querido por sus mujeres y res­petado en el ambiente. De repente iba a caer a lo más bajo, se iba a convertir-en un despreciado por todos. Digamos que matarse fue su última -y única- escapatoria. En la cárcel estaba condenado a rebotar en todos los pabellones.”

 

»Es cierto que no chupaba, no se drogaba, no tomaba pepas (pastillas) ni tomaba merca (cocaína). Tampoco fumaba. Dicen que vendió pepas en la cárcel pero eso no cuenta, la cárcel es otra historia.”

 

»Ah, su arma era la pistola 11.25. No le des ninguna otra, por­que no la aceptaba. Él iba con su 11.25 para todos lados. La llevaba hasta cuando iba al supermercado. Además, no te olvides de que él, de caño, era un tipo muy violento.”

 

»Tenía mano pesada. A las minas las saludaba clavándoles la mano en el hombro. Una vez una mina mía me hizo un comentario sobre eso que recordé cuando leí cómo hacía el serial para abrazar a las chicas. Cómo puede ser que no me haya dado cuenta. Te juro que lo entregaba yo si me daba cuenta.”

 

»No entiendo. Quién te dijo que no se puede afanar sin protec­ción de la cana. Eso es un invento de ellos. La cana no se entera de más de la mitad de las cosas que nosotros hacemos. Te repito que él odiaba a la yuta, nunca habría trabajado con ellos. Eso te lo descarto.”

 

» ¿Cómo se llama? ¿Zona de anclaje? (una de las teorías princi­pales de la Policía en la época en que analizaba los ataques del violador serial) ¿Quién te dijo eso? Es una estupidez. No tienen idea, eso es lo que se hace para cualquier hecho. Ahora ya me ima­gino por qué no lo agarraron. Si vos vas a afanar acá (el bar se encuentra en Hipólito Irigoyen y Buenos Aires) ¿Sabés qué tenés que hacer para irte? Subís para arriba de esa calle (Buenos Aires) y la cana automáticamente piensa que te vas para Güemes. Lo que vos hacés es caminar un par de cuadras y volver hacia la zona don­de afanaste. Después, terminás en barrio General Urquiza (donde vivía Sajen).

 

»Una cosa que está buena para el trabajo de ustedes es que Marcelo era inteligentísimo para escaparse y para hacerse el boludo. En el barrio se dice que un día lo buscaban como diez CAP y el tipo se escapó caminando, haciéndose el boludo entre todos ellos. En este trabajo vos tenés que aprender a "voltear" (así se llama a descubrir cuándo hay un policía cerca) a la cana, porque si no estás frito. Bueno, él era muy rápido para eso, los olía".


Un buen ladrón


Independientemente de que las palabras de Carlos estaban confirmadas por su pasado delictivo y por su participación (corro­borada por fuentes policiales) junto a Sajen en diferentes hechos, resultó interesante constatar sus afirmaciones con las de Daniel Sajen. El hombre realiza una serie de interesantes aclaraciones referidas al pasado delictivo de su hermano.

"Marcelo empezó de pibe haciendo raterismo. Después mi her­mano Leonardo lo fue llevando hacia hechos más grandes. Con el tiempo fue perfeccionándose, porque él era muy inteligente. Al fi­nal era bueno para todo.”

«Usaba armas grandes: la 11.25 o la 9 milímetros, porque son las que producen más miedo. Una cosa es que te apunten con una 22 y otra es que antes de apuntarte te hagan sentir el ruido de la corredera. Ese 'clac clac' hace que te cagués en las patas y casi te diría que aumenta el tamaño del cañón intimidando mucho más.”

«También me imagino que es diferente cruzarte con la cana con una de esas armas que con las otras. De todos modos me parece difícil que Marcelo llegara a tirotearse, por más que era cierto que a los policías los odiaba.”

«Marcelo hacía de todo. En el '93 estuvo preso pero me parece que fue por arrebatar una cartera o algo así. Marcelo hacía esas cosas y otras. Él salía y veía para qué daba el día. Metía el caño en dos o tres lugares sacando 250 o 300 pesos en cada lugar, y al final ponele que se levantaba un auto. Lo que pasa es que él siempre tuvo que mantener a dos familias y a alguna que otra mina, y eso implica que hay que laburar mucho.”

 

»Yo nunca trabajé con él, pero imagino que hacía bien las co­sas. Le gustaba hacer su trabajo solo, sobre todo en los últimos años, porque eso disminuye el reparto y el riesgo. Si son tres levan­tando un auto hay que separar 700 mangos entre tres. Si es uno, queda más plata.”

 

»Una vez yo estaba preso en un precinto y los canas me decían: 'Nos están levantando todos los autos en la cara, sabemos que es tu hermano y no lo podemos agarrar'. Eso te demuestra que era bueno y además, que no es cierto que él tuviera una banda o algo así. Pienso que él levantaba a pedido y vendía inmediatamente, no le importaba todo el movimiento que hay después porque es demasia­do grande: Marcelo levantaba a pedido y se lo sacaba de encima.

 

El hecho del año 1993 figura en su prontuario y da cuenta de una tentativa de robo calificado de la que fue acusado él y otro hombre. Finalmente, ambos quedaron en libertad y fueron sobre­seídos.


Adriana, la Negra Chuntero


Fue un 30 de abril. Ella tenía por entonces 28 años y peleaba contra la vida en soledad junto a su pequeño hijo de apenas 4. Co­rría el año 1997 y Adriana del Valle Castro trabajaba en una florería del centro, donde ganaba lo suficiente como para llevar una vida que, si bien no tenía lujos, le permitía no pasar demasiados contratiempos. Alta, morocha y por aquellos años de un físico "ge­neroso", la joven estaba acostumbrada a que ese hombre "atento y serio" le clavara la mirada cada vez que se cruzaban por la calle.

 

Marcelo llevaba 15 años en pareja con Zulma, con quien ya había tenido cinco hijos pero, así lo afirman los íntimos de Sajen, las cosas no estaban del todo bien entre ellos.

 

La atracción hacia aquella joven -asegura la misma Adriana- no sólo se concentraba en su aspecto físico, sino en que era "traba­jadora y luchadora", como para "bancarse sola" y con su propio esfuerzo.

 

En esos meses de 1997, según la causa que investiga los ataques del violador serial, el delincuente ya había violado a cinco muje­res y cuatro de ellas sufrieron sus ataques ese mismo año, entre enero y abril, en los barrios San Vicente, 1o de Mayo, Crisol Norte y Empalme.

 

Fue a través de un amigo en común que Marcelo y Adriana acor­daron encontrarse para hablar y conocerse. El lugar de encuentro lo eligió el propio Sajen y, hoy por hoy, resulta una ironía indicarlos: el Parque Sarmiento. Marcelo llegó en una moto amarilla de alta cilindrada, "de esas que siempre lo volvieron loco". Cuando ella lo vio llegar con un jean y una remera a rayas de todos colores, sintió "un cosquilleo en el estómago" que, después confesaría, nun­ca la abandonó a lo largo de los siguientes siete años.

 

En ese mismo instante supo que le sería difícil seguir el conse­jo que le había dado una amiga: de que no se metiese con ese tipo porque andaba en "cosas fuleras". La mujer contó que, para seducirle, desde el primer momento Marcelo eligió "la honestidad como bandera" y le confió lo que ella ya había averiguado por su cuenta: "Estoy casado y tengo hijos".

 

Lo que Adriana llamó sinceridad, sumado a aquel "cosquilleo" cuya intensidad la tenía increíblemente conmovida, hizo que si­guieran hablando y la mujer se animara a poner la única condición imprescindible para empezar a pensar en la posibilidad de estar juntos. "Le dije que para que eso sucediera él debía querer a mi hijo más de lo que me podía querer a mí". Marcelo aceptó y la vida de aquella chica de 28 años cambió para siempre.

 

Esa misma noche, la Negra Chuntero terminó siendo presenta­da "en sociedad", porque Marcelo la llevó al bar Tijuana, donde sus hermanos estaban jugando al pool y tomando unas cervezas. Días después fue presentada a la madre de Sajen. Sólo Zulma igno­raba todavía su existencia, aunque pronto se enteraría.

 

Aquellos primeros tiempos juntos -cuenta Adriana- fueron los más hermosos y los más difíciles. Hermosos, porque él se mostró como la persona maravillosa que ella había soñado encontrar toda su vida; difíciles, porque las demandas que Marcelo recibía de su otra familia le demostraron que debía acostumbrarse a ser "la se­gunda".

 

En efecto, cuando Zulma supo de la existencia de Adriana echó a Marcelo de su casa. Sin embargo, según cuenta Daniel Sajen, quien supo ser el Celestino de aquella pareja, "al tiempo que Zulma lo echaba, lo retenía con sus abrazos". Él, en definitiva, nunca se fue.


Días extraños


Lo curioso es que, mientras Adriana iba ingresando en la vida de Sajen como parte de una existencia alternativa a la que llevaba con Zulma y sus hijos, el hombre también comenzaba a desarrollar, aparentemente con más intensidad que antes, otra actividad para­lela.

 

Aquel 1997, como dijimos, el serial había violado cuatro veces antes de conocer a Adriana.

 

El último de esos ataques se produjo, llamativamente, el día anterior al cumpleaños número 15 de su hija mayor, el 14 de abril. En esa oportunidad una chica de barrio Crisol Norte fue abordada y violada en la puerta de su propia vivienda. Las fechas de los ataques inducen a decenas de especula­ciones cada vez que se las constata con otras fechas importantes en la vida de Sajen: apenas cinco días después del primer encuentro con Adriana, el lunes 5 de mayo de 1997, ocurre un hecho que, si bien quizá no tenga que ver con ella, sí tiene relación con su "maravilloso" acompañante en aquella noche romántica. Una joven de barrio San Cayetano fue abordada en la calle Vicente Dupuy 3200, cuando se dirigía a una carnicería ubicada a una cuadra y media de su domicilio, por un depravado que la sometió sexualmente en una obra en construcción ubicada al frente.

 

Ese ataque figura en la causa del violador serial como el nú­mero 5 del año (el sexto de la serie, comenzada en 1991). Los ata­ques aumentarían después, el 7 de julio, cuando el depravado - ejemplar marido de Zulma y ahora amante de Adriana- violó, se­gún la causa, a una chica que se dirigía a la plaza España.

 

La joven fue abordada en la esquina de Derqui y Chacabuco y obligada a caminar hacia el Parque Sarmiento. En el camino, vícti­ma y atacante pasaron por el mismo lugar donde dos meses antes Sajen había comenzado su relación con Adriana. La chica final­mente fue ultrajada en los jardines, frente al monumento al Dante.

 

Si en los parámetros internacionales referidos a este tipo de atacantes sexuales se considera que existe un violador en serie a partir de su cuarto ataque, Sajen por esa época ya era un experi­mentado delincuente sexual serial que había violado cuanto me­nos a siete chicas. Sin embargo, los investigadores de la causa ase­guran que por esos días Sajen aún no había terminado de perfec­cionar su método de ataque, ese que le permitiría seguir violando hasta el año 2004.

 

La serie de hechos continuaría, porque antes de fin de año ata­caría tres veces más: uno de esos ataques sería ejecutado en el parque, el jueves 16 de octubre, en un descampado al lado de la Granja del Jardín Zoológico; otro, en barrio Colón, el sábado 22 de noviembre en la intersección de las calles Gorriti y Brayle; el últi­mo, el 9 de diciembre, en un descampado cercano a la calle Salva­dor Maldonado al 3100 de barrio Jardín.

 

Paralelamente, Adriana estaba enfrascada en una dura dispu­ta con Zulma Villalón.

 

Según cuenta la primera, cuando Zulma supo que Adriana era la amante de su marido, fue a la florería Gustavo 1o, donde aquella trabajaba, e hizo "tal escándalo" que Adriana fue echada del lugar.

 

"La Zulma se hizo amiga de la Paola y juntas venían a mi casa para insultarme y arrojarme piedras", señala Castro.

 

Marcelo, en tanto, dormía algunos días en casa de una y otros días en casa de la otra. Hasta que ambas fueron acostumbrándose. Al respecto, Adriana prefiere decir que "su negro" le contó, apenas se conocieron, que él era "un liberal" y que su mujer lo ataba de­masiado. Ella entendió que si lo quería tener debía dejarlo hacer lo que él quisiera.


Camas separadas


A los nueve ataques que constan en la causa ocurridos durante 1997, se sumarían trece más en 1998. Mientras tanto, Marcelo no sólo tenía tiempo para mantener a dos familias, sino que también se ocupaba de sostener a sus amantes.

 

En este libro se ha nombrado a cuatro personas que dicen haberlo amado y cada una de ellas insiste en negar que el ser con quien compartieron la cama pudiera ser el violador serial. Ante la consulta específica, tanto Zulma como Paola, Adriana y Yolanda insistieron en que Marcelo era una persona educada y respetuosa.

 

Zulma, que se mostró muy pudorosa al hablar sobre la intimi­dad con su marido, se limitó a asegurar que en ese ámbito Marcelo nunca se comportó con violencia con ella, negando aquel secreto a voces repetido en el barrio que la ubica como la primera víctima de su marido.

 

"No, eso es porque mis papás no estaban de acuerdo con nues­tra relación, pero él a mí nunca me maltrató". Su mujer durante más de 20 años también negó, como ya se dijo, que su marido la golpeara, pese a que muchos testigos aseguraron haber presencia­do episodios de ese tipo. Tampoco hizo referencia a que Sajen la engañara, salvo cuando intentó explicar que la primera violación de la que estuvo acusado Marcelo fue en realidad una relación extramatrimonial. Es más, en los diálogos que mantuvo con noso­tros insistió en mostrar a Marcelo como un hombre "de su casa" que sólo salía para trabajar en el taller y para vender autos hones­tamente. "Si mi marido hubiera sido ladrón y vendido autos robados, yo viviría en el Cerro y no acá", llegó a asegurar en una opor­tunidad.

 

Finalmente, Zulma hizo un extraño comentario referido a la manera de atacar del violador serial: "Las víctimas dicen que le ven lunares en las piernas, una mancha en el pene y esas cosas. A mí en una situación así me daría mucho asco tener que hacer eso con un hombre y si estuviese allí, en lugar de mirar, cerraría los ojos. Por otro lado, mi marido no tenía ninguna mancha".

 

Adriana Castro, por su parte, sí se animó a decir algunas cosas más sobre ese tema. "Nuestra vida en la cama era similar a la de cualquiera de ustedes. A mí nunca me obligó a hacer nada que yo no quisiera. Tampoco me golpeó, aunque sé que eso puede haber pasado con Zulma". La amante, que también asegura que Sajen estaba "todo el tiempo" con ella, recuerda con orgullo la manera en que Sajen la celaba y cuenta que su pareja era "muy violento cuando se enojaba" y que, aunque lo vio muchas veces golpeando la pared o la mesa, nunca reaccionó con esa violencia contra ella.

 

"Marcelo era muy higiénico. Por ejemplo cuando iba a hacer pis no sólo se secaba con papel higiénico sino que incluso se lavaba el pito inmediatamente después. Esas cosas demuestran que él nun­ca pudo ser ése que dicen que es".

 

En el breve diálogo que tuvimos vía telefónica con Paola desde Buenos Aires, la joven alcanzó a decir -e insistir- que Marcelo nunca la maltrató y siempre fue cariñoso y respetuoso con ella. Esto últi­mo fue afirmado por la mujer segundos después de explicar que, aunque una vez Sajen le efectuó un disparo, eso no es recordado por ella como una agresión, sino como un "descuido de Marcelo. Él mismo hizo que me atendieran", explicó Paola.

 

Las palabras más significativas sobre este tema fueron emiti­das por Yolanda en una charla de cerca de 40 minutos concretada en la villa El Chaparral, a plena luz del día. Allí, la mujer que aseguró haber sido amante de Sajen (esto fue confirmado por la misma Adriana Castro y por los hermanos de Sajen) explicó que Marcelo durante muchos años mantuvo una relación con ella que, si bien no puede llamarse de pareja, sí tuvo cierta estabilidad.

 

"Fueron muchos años interrumpidos, pero digamos que en los tiempos en que estábamos juntos Marcelo casi se instalaba en mi casa: dormía acá, cenaba acá y se quedaba a tomar mate en la puerta del rancho. Yo lo quería mucho".

 

Ya se relató que Yolanda tampoco creía que Marcelo fuera el violador serial. "Conmigo nunca se desubicó, así que no puedo de­cir algo así. Además, Marcelo era tan atento, tan ubicado, que me es muy difícil creerlo".

 

La mujer, de estatura baja y una figura de curvas pronunciadas, sí se animó a dar algunas especificaciones sobre su intimidad con Sajen:

-¿Cómo era él en la cama?

 

-Él no era violento. Con decirte que ni siquiera usaba malas palabras. Cuando hacía el amor, Marcelo era cariñoso y respe­tuoso.

 

-¿Tenía alguna particularidad estar con él?

-Bueno, estaba armado, ¿y sabés qué...? Era muy exigente en la cama. Pasar una noche con Marcelo no era algo así nomás, pero qué querés que te diga, sarna con gusto no pica.

La charla permitió ahondar un poco más en el tema y contarle a Yolanda las características de los ataques del violador serial. Se le dijo que el abordaje de las víctimas tenía ciertas particularida­des y que, si bien cada hecho era diferente, lo que más buscaba el depravado de sus víctimas era en primer lugar el sexo oral, des­pués el sexo anal, y en escasas oportunidades el sexo vaginal.

 

Al escuchar esto, Yolanda cambió la expresión de su rostro y dio una serie de afirmaciones que pueden considerarse importantes:

-Entonces puede ser que sea él. No le gustaba por ahí, no le gustaba la vagina...

-¿Nunca?

-Muy de vez en cuando, pero se podría contar con los dedos de la mano.

 -¿Y cuando vos no querías?

 -Ya te dije que era exigente... muy exigente, y se enojaba. -¿Te pegaba?


-No, no. Insistía hasta que lo lograba, pero ya te dije también que sarna con gusto...

-A una de las víctimas el violador serial le dijo que su miembro medía 22 centímetros.

¿Puede ser? ¿Él decía esas cosas? -Y bueno. Él sabía que estaba armado... puede ser.

Inmediatamente después se le explicó con más detalles uno de los ataques del violador serial que puede considerarse "típico". En ese momento, Yolanda se limitó a decir lo siguiente:

-El sexo con él era normal pero no común; había que estar pre­parada.

Después de esto se despidió y entró en su casa. En las tres visi­tas siguientes que le hicimos, sus hijos aseguraron que no estaba presente.


Los hijos


La primera hija de Marcelo Sajen es una persona clara y segura que no duda en acusar a la Policía y a la Justicia de inventar una causa contra su padre. En las charlas que se pudo mantener con ella se mostró como la más reacia a permitir que su madre siguiera hablando con nosotros sobre su padre. Consideraba que la situación sólo hacía más daño a todas las personas que lo quisieron.

Esa postura se agudizó después de que su marido fue vinculado por una investigación encabezada por la Policía Judicial con un supuesto robo de placas telefónicas.

La segunda hija de Sajen estuvo presente en diferentes encuen­tros con Zulma, pero casi se diría que nunca pronunció una pala­bra. El primer hijo varón es considerado tan parecido a su padre como su padre era parecido a don Leonardo Sajen. Hoy por hoy es una de las personas que más han sufrido la ausencia de Sajen. Des­pués vienen una niña, la preferida de Sajen, y dos varones.

Pero esos no son los únicos hijos de Marcelo Sajen, ya que a ellos hay que agregar un chico que tuvo con Adriana. Y hay más. Dos mujeres que prefirieron mantener sus nombres en reserva, y que aseguran haber sido sus amantes, confirmaron haber dado a luz hijos de Sajen. Uno de esos chicos ya es un adolescente y el otro atraviesa su primera infancia.

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