Un lobo suelto
De cacería
Ay, qué
hermoso ocote que tenés, negra, pero parecés demasiado avispadita, mejor sigo.
Perdón por dejarte pasar, pero necesito una que no sea tan putita. Ni sabés lo
que te perdés. Bueno, lo lamento por vos. ¿Qué pasa hoy? Andan todas escondidas
estas trolas... ¿Ninguna quiere comerse una buena pija? Noche de mierda, y
necesito plata para mañana. Mejor sigo caminando. Si no están acá deben andar
todas por la zona de La Cañada. Este barrio no lo entiende
nadie, es como si pusieran un imán y todas las hijas de puta se concentraran en
el mismo lugar. Puta madre, y yo apurado, sin un mango, con la Negra que me
está esperando para poner la carne al fuego... Qué se le va a hacer, es una
cagada pero es mi barrio, donde están mis novias... Sí, debe ser que están
todas por allá. Me voy para Corro a ver si encuentro alguna como la del otro
día. ¡Qué linda mina esa! Qué cagada que no la pude tener más tiempo, seguro
que en un rato más la muy guacha me terminaba pidiendo que le hiciera un
pendejo. ¡Mi vida...! ¡Qué hermosa...! Mirá que le costó ponerse sumisa pero al
final prestó todo. Bueno, no podía hacer otra cosa porque ella sabía que el que
mandaba era yo, que tenía que hacer todo lo que yo le dijera porque si no era
boleta... Pero se notaba que le gustaba porque al final se portó como una
sumisa como son todas, porque si no ¡os cobanis se hubieran dado cuenta de que
me ¡a llevaba a la fuerza... La hice caminar desde Obispo Trejo hasta Corro y
nadie se dio cuenta. Todos pensaron que era mi novia, una nenita que lo único
que necesitaba era que yo le mostrara quién es el que manda.
Voy a ir
yendo para allá a ver si me la encuentro de nuevo, aunque tengo que tener
cuidado porque la muy puta estudiaba abogacía y seguro que salió a denunciarme,
mirá que le dije clarito que se callara la boca a la trola... Otra más, pero
ésta tampoco... Para qué me voy a arriesgar si es pura teta sin nada de culo...
-Hola, discúlpeme don, ¿Cuánto sale esa cadenita de Boca
que tiene colgada ahí? Bueno, deme. Es para mí nena, ¿sabe? Hasta luego...
Le tengo que comprar algo a los chicos porque la Zulma les está llenando la cabeza a cada rato. Ya no sé cómo
hacer con esta mina, la tengo como una reina pero no deja de romperme las pelotas...
encima justo cuando se le estaba pasando la bronca por el quilombo con la Paola
se entera de que la Negra está por tener al chiquito... Para mañana me pidió un
montón de cosas. También le tengo que comprar algo a las chicas... ¿A ver esa
que pasó recién? Sí, ésta sí, ésta puede ser, ésta me gusta... Mirá vos dónde
vengo a encontrar una mina linda: en Ituzaingó. Y yo que siempre esquivo esta
calle porque son todas negritas ñeras... Cómo mueve el culo, ¡mi vida...! Esta
sí que es; camina mirando para abajo como si ya estuviera avergonzada de lo que
le va a pasar... ¿Para dónde irás, mi amor? Haceme el favor de doblar a la
izquierda que en la esquina esa recién vi un cana. Dale, agarrá para la
Chacabuco así estamos juntos, dale que te va a gustar. ¡No! ¡Qué te parió
pendeja de mierda...! ¿A dónde va? Ma' sí, la sigo una cuadra más y si dobla en
Independencia en la próxima cagó, no me importa pasar por el frente de
la cuarta, total nunca hay canas y además si los miro feo se cagan encima antes
de decirme nada... ¡Bien, nena, bien...! Me parece que es tu noche de suerte...
Sí, sí, sí... Hoy terminamos juntitos y vas a ver cómo te hago ese culo
inmenso... con la Negra embarazada y la Zulma que no quiere saber nada, ando
medio loco ¿sabés... ? Además vos seguro que ni novio tenés y yo te voy a dejar
bien preparadita para cuando tengas uno, o mejor: vos misma vas a ser mi novia,
al menos por un rato y vas a terminar pidiéndome por favor que te siga
cogiendo.
¡Pero la puta madre que lo parió! ¡Qué carajo hace la yuta
acá hoy! ¿Será posible? Son más de las once, qué carajo hacen estos culiados
que no están en ¡os boliches mirando pendejas como todas las putas noches, pero
qué mala leche...! La voy a tener que dejar ir. ¡La concha de la lora! Ya
estaba, ya estábamos, me cago en estos hijos de puta... Ya sé, sigo por acá,
cruzo y subo hasta Los Capuchinos... ya se me hace tarde y la Negra me debe
estar puteando. Tengo que llevarle plata a la Zulma mañana y
después la voy a llevar a la Negra a comprar las cosas que faltan para el bebé.
Otra que empieza a romper las bolas con el cochecito y todo eso. Necesito
plata, la puta madre, voy a tener que dejar esto para otro día, la Negra se va
a volver loca, el asado ya debe estar al fuego y yo acá sin encontrar una
pendeja en todo este puto barrio... Me persigno, a ver si el de
arriba me trae suerte y me manda una buena cola, siempre me gustó esta iglesia.
Bajo por la Irigoyen y en Trejo agarro para
el bulevar, y si no encuentro nada hasta ahí, abandono...
¡Qué noche de mierda, che, parece mentira, ni un auto en
toda la cuadra! Hoy no es mi día, la puta madre, voy a tener que meter el caño
nomás para sacarme esta leche. Tengo la pija más grande del mundo y no la puedo meter en
ningún lado... ¡la putísima madre que lo parió! Uy, mirá qué viene por allá
Marcelito, subiendo desde el bulevar como si fuera un regalito... dale, dale
que cambia la suerte, dale que tenés lo que buscabas. Ay, qué hermoso ocote que
tiene esta pendeja, por fin se dio, la puta madre... Ya son ¡as once y media
pero me importa un huevo, me la hago rápido y después meto el caño para llegar
con plata a casa...
La presa
-No grites, no te muevas que esto es un asalto. Quedate
quieta y no te des vuelta si no querés que te pase nada -Le voy a hacer sentir
el chumbo mientras le tiro el pelo para atrás. La tengo que quebrar rápido
porque no tengo tiempo-. No me cuesta nada matarte, seguí caminando y no hagas
nada. ¿Sentís eso que tenés en la cintura? Es el fierro con el que te voy a
matar si llegás a hacer alguna estupidez. ¿Tenés plata? -La boluda tiene que
creer que le voy a afanar así se regala más. Mirá cómo se saca los anillos, se
cree que no me doy cuenta-. Te voy a llevar hasta la plaza Vélez Sarsfield y ahí te voy a revisar bien para ver si no tenés algo
más... -Está pensando que en la plaza se termina todo, pero cuando lleguemos le
voy a decir que seguimos para que se vuelva a sentir desesperada. Así las voy
quebrando a todas, dándoles pequeñas esperanzas de que no les va a pasar nada y
después las reviento. Son tan inocentes que terminan entregándose sin darse
cuenta. A esa altura tienen que estar seguras de que lo mejor es quedarse
quietas...-. Te paso el brazo por el hombro y vos tenés que hacer como si
fueras mi novia. Decime cómo te llamás... de dónde sos...? -La Bolívar está muy
poblada, mejor la llevo unos metros más cerca del baldío. Se me sigue
haciendo tarde. Voy a tener que meter el caño en esa pizzería de la San
Luis que
vi el otro día cuando pasé con la que me llevé al descampado de Laprida-, Seguí
caminando que acá en la plaza hay mucha gente y no te puedo revisar. Pórtate
bien que si te hacés la viva te voy a volar la cabeza. No hagas nada raro...
-Ya casi está, ya la tengo, sólo falta seguir mostrándole que nadie va a saltar
por ella y que yo tengo todo bajo control. Mejor que vea a la gente en la
puerta de las casas así se siente dominada: tiene que estar convencida de que
no puede hacer nada, de que acá lo hago todo yo. Le aprieto un poco los riñones
para que se asuste y después le hablo bajito de nuevo-, ¿Ves esa casa que tiene el
cartel de que se vende? Bueno, te vas a hacer la boluda y vamos a entrar ahí
como si fuera nuestra casa. Ahí no hay nadie y te voy a poder revisar, pero
acordate de portarte bien si no querés que te vuele la cabeza... No te voy a hacer
nada, no te voy a hacer tragar la pija, ¿o querés...? Tiene 22 centímetros,
pero quedate tranquila que no te voy a hacer nada, porque yo tengo familia,
¿sabés... ? Ponete contra la pared y no me mirés la cara. Ahora te voy a tocar
un poco -Cagó, ya está en mis manos, le puedo hacer lo que yo quiera que no se
va a poder escapar...- No llorés que acá las órdenes las doy yo. Ahora
salgamos afuera que te dejo ir. Mirá esa pared, subite a ese muro y pasá para
el otro lado mientras yo me voy... pero vos ni te des vuelta porque te hago
mierda.- Mirá
cómo se entrega sola, no se da cuenta de que estoy atrás de ella...- No te asustés
que sigo acá. Quedate tranquila que te voy a revisar de nuevo. No te hagás
problemas que va a ser una franeleada por arriba nomás. Sacate toda la ropa. La
bombacha también. Mírame la pija, ¿alguna vez viste algo así? Bajá la cabeza,
boluda, no me mirés a mí que te voy a matar. Ponete de rodillas. Ahora
chupamelá y ni se te ocurra hacer nada que te mato acá mismo. No grités y hacé
lo que te digo si no querés que te haga mierda... -Esta puta de mierda me tiene
que prestar todo por más que le duela; ésta no es mi mujer para que me salga
con esas cosas...- Y lo mejor que podés hacer es no contarle a nadie que pasó
esto, porque a mí no me van a agarrar nunca y la que va a pasar vergüenza vas a
ser vos, sobre todo por lo de la cola... Yo me voy a ir y vos tenés que esperar
acá como media hora.
Fuera de Foco
El ataque
sufrido por aquella joven de 19 años, oriunda de una localidad de Traslasierra,
comenzó cerca de las 23.30 del domingo 7 de febrero de 1999 y concluyó una hora
después, alrededor de las 0.35 del lunes 8.
Al alejarse
del lugar, Sajen
se dirigió a una pizzería de la calle San
Luis que había observado días atrás, mientras andaba de cacería. Quizá
buscando conseguir el dinero que Zulma
le exigía y el que necesitaba para completar el ajuar del bebé que Adriana estaba a punto de dar a luz,
decidió asaltar el comercio sin tomar precauciones.
Mientras eso
ocurría, su víctima tomaba un taxi a cuyo conductor le pidió que la llevara
por la calle Montevideo hasta la
casa de las amigas a las que pensaba visitar antes de que Sajen la abordara.
Cerca de la
0.45, el violador cruzó el umbral del negocio ubicado en la calle San Luis 347, a metros de la esquina
con La Cañada, en el barrio Güemes.
Así lo
relata el dueño de aquel bar que, aunque todavía existe ya ha cambiado de
propietario: "Nunca lo relacioné con Sajen porque el
recuerdo que tengo de ese tipo es el de una persona de pele largo, crespo y con
rulos, que tiene poco que ver con el pelado que mostraron por la tele. Además,
nunca se me ocurrió relacionar lo que pasó aquella vez con los hechos del
serial".
Ese domingo,
según se lee en la denuncia radicada esa misma madrugada, la caja registradora
era atendida por Carlos Enrique Daffis,
pero en una mesa ubicada a pocos metros de allí estaban sentadas otras tres
personas: Pedro Osvaldo Díaz, Graciela del Valle Oliva y el
propietario del bar, Atilio Minoldo.
Sajen entró y apuntó directamente contra Daffis usando uní pistola Browning 9 milímetros color negro, robada
días antes -el número de serie era 07-109805- con cachas verdes camufladas.
En el cargador había cuatro balas.
-Hijo
de puta, dame toda la plata o te mato acá mismo. Dale, ni te hagas el pelotudo
o te meto un balazo en el mate...! gritó Sajen.
Muerto de
miedo, el empleado no llegó ni siquiera a negarse cuando Sajen cargó la 9 frente a sus
ojos y le hizo retumbar en el oído el sonido aterrador que hace la bala al
salir del cargador ; alojarse en la recámara lista para ser disparada. No hizo
falta otra amenaza. Pálido, Daffis
buscó en la caja y le entregó a Sajen los 250 pesos que había. Después, el
empleado se tiró al suelo y esperó a que el asaltante se fuera para gritar.
"Habrán sido las 12.30 de la noche cuando escuché el grito
de uno de mis empleados. Primero pensé que se habían desconocido entre ellos y
había una pelea en la cocina, pero cuando me levanté y me dijeron que acababan
de robar me di cuenta de que había sido el tipo que un segundo antes yo había
visto entrar por la puerta vestido con una campera azul tipo aviador. Salí
corriendo detrás de él", recuerda el por entonces
propietario de la pizzería.
Sin medir
las consecuencias -en esos meses lo habían asaltado ya dos veces- el comerciante
siguió al asaltante por calle San Luis
hasta Belgrano, y por ésta hasta Montevideo.
"Agarró Montevideo y enfiló para la
plaza del Oso (plaza Vélez Sarsfield), lo pude seguir con facilidad porque la campera de aviador
tenía por dentro un forro color naranja que brillaba en la noche".
En su huida Sajen
llegó hasta Obispo Trejo, rumbo a
bulevar San Juan y el comerciante -un ex
rugbier que por entonces tenía un gran estado físico y una terquedad que
todavía no pierde- lo siguió, ganándole cada vez más terreno. Al llegar
a la esquina, el ladrón corrió en diagonal saltando los canteros que separan
las dos vías del bulevar y dobló hacia Duarte
Quirós. "Cuando él empieza a bajar, aparece uno de
los chicos que me hacía el delivery con una moto que era un peligro porque ni
frenos tenía y le grita: 'Devolvé la plata hijo de puta'. El tipo responde en
silencio pero empuñando el revólver y apuntándole a la cabeza a menos de un
metro".
El empleado
de la pizzería se quedó helado pero su jefe estaba enceguecido. No era un buen
día para Sajen.
"Como mi empleado estaba congelado el tipo
siguió corriendo, así que cuando yo llegué le saqué la moto. Antes de poder
subirme, el tipo sacó el chumbo y disparó dos veces. Cómo seré de inconsciente
que me escondí detrás del tanque de la moto. Cuando me disparó me enojé
todavía más".
Al terminar
los disparos, el comerciante bajó por Independencia
detrás de Sajen
a quien, al llegar cerca de la calle Caseros,
tenía a pocos metros de distancia.
"Cuando estábamos llegando a Caseros venía
un Fiat Duna azul y el tipo apenas lo vio frenó y se volvió para atrás para
acobacharse en una de las entraditas que hay frente al colegio San José. Lo agarré y lo empecé a cagar a
trompadas; él empezó a pedir perdón. Tuvo la suerte de que los tipos del auto
azul resultaron ser canas y lo detuvieron
ahí nomás. No sé qué tan groso habrá sido, porque cuando vino la Policía se
quiso hacer pasar por borracho para engañarlos y yo le dije que le revisaran
los bolsillos porque ahí tenía mi plata. Lo revisaron y le sacaron los 250
pesos que me había afanado".
La detención de Sajen
figura en los libros policiales a manos del subcomisario Walter Manuel González. Todo terminó en la Comisaría Primera (cerca de la terminal), donde el
comerciante realizó la denuncia. Según le confesó a esta investigación, estuvo
tentado de ofrecerle dinero a los policías a cambio de que lo dejaran en una
pieza solo con Sajen:
"Lo quería matar a trompadas",
dice, pero se arrepintió.
A la jaula
Esa noche en
casa de Adriana Castro, el asado se
comió sin la presencia de Marcelo. Después de que las visitas se fueron
a la madrugada, la joven de 30 años sintió los primeros síntomas del trabajo de
parto. El nuevo hijo de Marcelo Mario Sajen estaba por nacer.
Algunas
horas después, en la mañana del 8 de febrero, Adriana dio a luz. Según contó a esta investigación, no supo que el
padre de su hijo estaba preso hasta unos días después, pero eso es parte de
otra historia.
Ese mismo
día, la joven a la que Sajen había violado se presentó en la Comisaría Cuarta de Nueva Córdoba para hacer la denuncia de
lo que le había ocurrido. Ante la mirada atenta de un sumariante, la chica,
estudiante de la Facultad de Derecho,
tuvo que contar detalle a detalle lo que le había ocurrido, agregando algunos
datos más a la reconstrucción de más arriba.
Entre los
elementos que aportó a aquella denuncia estuvo, nada más y nada menos, su
pantalón (que Sajen había usado para limpiarse
el semen) del que se extrajeron las muestras que a la larga permitieron
saber que la persona que atacó a esta joven era la misma de la que el poder
político se enteró en 2004 de que asolaba a Córdoba.
Pero la
joven también hizo otro aporte que nunca se le reconoció y que es bueno traer
a colación. Unos días después del ataque le contó el espantoso episodio a una
periodista del diario La Voz del
Interior. Este medio publicó el sábado 13 de febrero de ese año un artículo
que describe a la perfección un método de ataque que se haría famoso años más
tarde y que no es otro que el de Sajen.
También en
esa nota fuentes policiales aceptaban la existencia de dos atacantes sexuales
seriales en nuestra provincia, pero se limitaban a decir que su búsqueda se
encontraba en proceso.
En 2004, la Policía, la Policía Judicial, las
fiscalías, la Fiscalía General y
el poder político se pelearon a capa
y espalda por hacer suyo el éxito de la caída del serial. A lo largo de esta
investigación nadie pudo explicarnos, en cambio, cómo fue que nadie vinculó el
asalto a la pizzería con la violación de la chica de Traslasierra. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta de que ambos delincuentes
estaban vestidos de la misma manera? ¿Por
qué la persona a cargo de investigar aquella violación no averiguó si en los
minutos cercanos se había producido algún otro hecho? ¿Por qué cuando se conoció que Gustavo Rodolfo Brene (el
nombre falso que Sajen dio a la Policía cuando
cayó) era en realidad Marcelo Mario Sajen,
no saltó el antecedente de la violación de Pilar y a nadie se le ocurrió relacionar ese dato con el de la joven
violada?
Meses
después, con Sajen
preso, la Policía detendría a los violadores seriales Machuca y Riquelme (mas
tarde caería otro de nombre Rodríguez),
sin siquiera imaginar que uno peor que ellos se encontraba tras las rejas
agazapado, pero a punto de salir.