CAPITULO V
La cárcel a los 19
Que no se sepa
-Doctor, que quede claro, yo estoy acá
condenado por robo, ¿eh? nadie puede saber que estoy por una violación.
Sentado en el medio de un pequeño y asfixiante cuarto de paredes
húmedas y descascaradas de la Penitenciaría
de Córdoba, Marcelo Sajen dialogaba con su abogado Diego Albornoz.
Hablaba en voz baja y se tapaba disimuladamente la boca con
la mano derecha, mientras miraba para todos lados. Abogado y cliente estaban
solos. Sajen
temía que algún interno o un guardia cárcel que pasara por allí pudiera
escucharlo. Era el martes 20 de enero de 1987. Ese día, acababan de trasladarlo
desde Encausados a la Penitenciaría del barrio San Martín. Ahora, las cosas en este
presidio eran distintas: había sido sentenciado a seis años, su coartada se
había hecho pedazos y debía cumplir la condena. Para peor, ya no tenía la
protección con la que había contado mientras estuvo en Encausados.
La Penitenciaría,
denominada en realidad Establecimiento
Penitenciario Número 2, fue construida en las primeras décadas del siglo 20
y se encuentra ubicada en el corazón del barrio San Martín de la ciudad Capital. El presidio ocupa cuatro manzanas
y cuenta con una veintena de pabellones, divididos en tres centros. Cada
pabellón posee en promedio una treintena de celdas, donde son alojados los
condenados varones que son juzgados en Córdoba
Capital y otras ciudades del interior provincial. Durante años el establecimiento
se fue superpoblando y llegó a niveles de hacinamiento típicos de cualquier
cárcel del Tercer Mundo.
Como Marcelo no tenía antecedentes penales, fue
llevado al segundo centro del establecimiento, donde están alojados los presos
primarios, en convivencia con homicidas, asaltantes de todo tipo, estafadores y
hasta abusadores sexuales como él.
El verdulero estaba desesperado por el miedo. Tenía suficientes
motivos. Primero, era un joven de 21 años, y acababa de dejar a su mujer y a
sus dos hijas, entre ellas una recién nacida, libradas a su suerte. Le
obsesionaba pensar que Zulma pudiera
abandonarlo definitivamente para irse a vivir con otro hombre. También lo
amargaba saber el enorme sufrimiento que les había causado a sus padres. "Seis años de prisión son una eternidad",
se repetía todo el tiempo.
Además, se encontraba solo en la cárcel. Si bien conocía a algunos
amigos del barrio que estaban tras las rejas, no estaba ninguno de sus hermanos
mayores para protegerlo por si se las llegaba a ver feas. Encima, sin aquella
protección que se había sabido forjar en Encausados,
era muy posible que las cosas no le fueran tan fáciles como en sus primeros
tiempos tras las rejas.
Lo que más lo aterraba era aquella ley no escrita que dice
que en la cárcel todo violador sufre en carne propia el mal que infringió. Por
eso, ni bien pudo hablar con su abogado, Marcelo le pidió una y otra vez que hiciera lo
posible para que nadie se enterara en la Penitenciaría
que había sido condenado por violación.
Aquella mañana del 20 de enero de 1987, el defensor dejó el
portafolio en el piso de baldosas, se acomodó los lentes, miró fijamente a Marcelo
y le dijo que eso era prácticamente imposible.
-Sajen, el delito por el que fuiste condenado figura
en tu prontuario. Está todo allí. Lo saben las autoridades, lo saben los
guardias, lo van a saber los presos tarde o temprano. Seguro que cuando entrés
a tu pabellón el guardia va a empezar a mover las manos como si estuviera
tocando un violín... Ésa es la forma de decirles a todos los presos que vos sos
un violador... - se sinceró Albornoz
-Cagué doctor. Me van a reventar. Van a
saber que soy un viola y se la van a agarrar conmigo -respondió Sajen.
-Tranquilo
muchacho. Vos tenés que dar tu versión de la historia y pedirle a Zulma que te
apoye contándole la misma historia a las mujeres de los presos, si tenés suerte
los tipos te van a entender. Lo principal es que hagas buena conducta, pórtate
bien, no te pelees con nadie, no hagas boludeces, sobreviví. Hacé conducta,
ganate buen concepto para la gente del Servicio, que de acá a un par de meses
pedimos la (libertad) condicional.
Para eso es necesario que tengas buenas calificaciones y concepto de los jefes.
En Encausados tenías buena conducta y trabajabas de fajinero. Bueno acá tenés que hacer lo mismo. – ¿Y cuándo podría volver a casa?
-Falta mucho. Tenés que cumplir la mitad de la condena. Después
empezamos a presentar solicitudes. Vos mientras tanto, hace conducta
-enfatizó Albornoz.
Durante un largo rato, el abogado le explico cómo era
aquello “Hace conducta", lo que en un futuro le permitiría acceder al beneficio de las
salidas transitorias. Las palabras de Albornoz trancaron a Sajen. "El tordo' sabe. Y si él
lo dice, es porque así e propuso entonces subsistir como fuera y tratar no
tener problemas con nadie, así en poco tiempo podría volver a estar en la calle
y, sobre todo, junto a Zulma y sus
hijas.
Cuando el abogado se marchó, Sajen fue llevado a una oficina
la Penitenciaría, donde le hicieron
llenar una ficha de identificación que se agregó a su prontuario.
En ose legajo se asentaron copias de la ficha prontuarial,
la condena y las planillas con sus huellas dactilares. En el ítem 23 quedó
asentado, a máquina, que él había sido condenado por "violación y encubrimiento".
En otra foja se agregarían datos fisonómicos: raza blanca,
1,70 metro de estatura, tez trigueña, cabello negro, barba completa, frente
mediana, ojos marrones, cejas arqueadas y separadas, párpados normales, espalda
recta, nariz horizontal, boca mediana, labios finos y orejas medianas.
Como su hija favorita todavía no había nacido, aún no tenía
el tatuaje con su nombre en la pierna izquierda. Por eso el ítem "Señas
Particulares" quedó en blanco. Más abajo quedó consignado que su
trabajo, al momento de ser detenido, era el de verdulero. La primera hoja del
prontuario quedó con las dos fotos blanco y negro con la cara de chico bueno.
Al final de la carpeta se colocó una foja en la que podía
leerse Cámara 3a del Crimen había
determinado que la condena debía cumplirse el 13 de Setiembre de 1991- Esa
fecha nunca se cumpliría. En 1989, Sajen comenzaría a gozar de los beneficios de
la libertad condicional.
Aquella primera noche en la Penitenciaría, a Sajen le quedaron repiqueteando en la memoria
las palabras del 'tordo' Albornoz. “Conducta
“, se dijo varias veces a sí mismo, recostado en un mugriento colchón tirado en
una celda compartida con varios delincuentes. De pronto, sus pensamientos
desaparecieron, cuando escuchó que los guardias apagaron las luces y se oyeron
algunas risotadas en el pabellón.
Sajen supo con claridad que desde ese momento
estaría solo y que tendría que defenderse como fuera. Aquella noche, el sueño
no llegó nunca. Los pensamientos fueron pasando unos tras otros Los caballos, la
verdulería, don Leonardo, Zulma, Pilar...
Un viola encerrado
Los primeros meses en prisión fueron duros para él. Si bien
estuvo alojado en pabellones en compañía de amigos y conocidos de su barriada,
en el patio tuvo que vérselas en varias oportunidades con otros internos y
debió enfrentarse a las trompadas. La ley del más fuerte que rige muros adentro
de una cárcel. Eso sí, siempre se mantuvo coherente en su versión: él estaba
allí condenado por un “robo" y aquello de la violación
era una mentira, un "verso" por parte de una mujer
"despechada" que lo había mandado en cana. Nada más lejos
de la realidad.
"Sajen, como todo
violador, fue derechito al pabellón de primarios. No fue a un pabellón
destinado para violadores sencillamente porque nunca hubo en la Penitenciaría
un sector destinado para ese tipo de delincuentes. Siempre estuvieron todos mezclados,
porque no puede haber discriminación", recuerda en la actualidad
un ex jefe penitenciario.
¿Sajen fue
violado mientras estuvo en prisión? ¿Sufrió
en carne propia el tormento que había cometido contra aquella joven de Pilar?
Es prácticamente imposible arribar a una afirmación concluyente. Sobre todo
teniendo en cuenta la imposibilidad de confirmarlo de boca suya. Desde su
familia se insistió en que él nunca llegó a comentar alguna situación de ese
tipo. De hecho: de ese tema nunca se habló ni se habla. Sin embargo, desde
ámbitos carcelarios se explicó a los autores de este libro que por aquellos
años era una ley tácita que los violadores "pagaran" por sus delitos.
Ojo por ojo, diente por diente.
Esta realidad de castigo interno cambiaría sustancialmente
con el paso de los años. Hoy, los abusos sexuales dentro de las cárceles
existen pero no son solo los violadores quienes los padecen, sino los internos más
débiles. “Los giles “como les llaman.
“No se puede ser hipócrita y negar que a los
violadores no los hayan atacado y abusado en prisión. El violador siempre fue
el tipo más detestable para los presos. Es muy probable que a Sajen lo hayan
violado, teniendo en cuenta cómo se manejaban las cosas en la cárcel por
aquellos tiempos. Ahora, los códigos cambiaron en la calle y en las cárceles”,
señala el ex directivo penitenciario.
No obstante ello, otra alta autoridad también retirada del Servicio Penitenciario recuerda que Sajen
era una persona que, como todos los abusadores sexuales, siempre negó haber
violado y que incluso vociferaba todo el tiempo que a esos "degenerados"
había que matarlos. "El tipo era muy gritón. Ponía cara de bravo
y siempre decía que a los violadores hijos de puta había que cagarlos matando.
Toda una pose para ganarse respeto. Todo el tiempo hablaba de sexo, que me voy
a cagar cogiendo a éste, que me voy a coger a aquel otro, siempre así",
comenta la fuente y añade: "Eso sí, es imposible que nadie sepa en la
cárcel quién cayó por una violación. Uno se entera tarde o temprano".
Varios internos coinciden que años atrás a los violas les
iba muy mal en prisión. "Cuando se entra
por primera vez a una cárcel, hay que hacerse respetar desde un comienzo. Me
acuerdo que cuando yo entré al pabellón, llevaba un colchón y un bolsito. El
guardia cerró la puerta y me encontré con 50 monos con ganas de cagarme a
trompadas y hacerme cualquier cosa. Tenés dos alternativas: o sos un gil y te agarran
de punto, o te plantás y te cagás bien a trompadas para hacerte respetar. Yo me
cagué a trompadas", dice Marcos, un tipo gordo con cara de duro, que cumplió una pena por
homicidio hasta hace un par de años.
“Las cosas han cambiado. Ahora no se viola más
a los violadores, a no ser que el guaso haya abusado de una familiar cercana,
como una hija, aunque aun así, tampoco pasa. La violación se transformo en un
delito más. Acá los violas van y vienen entre los demás, no hay discriminación.
Incluso los que violaron a chicos andan lo más bien. Eso sí, todos dicen que
son inocentes, que ellos no violaron, que la mina los denunció",
comenta un interno del pabellón 11 de la Penitenciaría,
condenado a reclusión perpetua por matar a su familia.
Otro recluso del pabellón 2. Que lleva 15 años presos por homicidio,
dice: "En la actualidad, se viola a los más
fáciles, a los que se ve que tienen caritas de tiernos. Los violan, les pegan
un par de chirlos y los agarran los plumas para que laven la ropa, preparen la
comida y limpien el piso".
Eduardo Sajen
comenta que Marcelo
era muy reservado y que a pesar de que era su confidente, nunca le dijo que le
hubiera sucedido algo así en prisión. Lo mismo afirma su otro hermano Daniel y la amante de Marcelo,
Adriana del Valle Castro, quien
mantuvo una relación estable con Sajen desde 1997 hasta su muerte.
"Marcelo era un tipo muy
reservado. Éramos muy compinches y nos llevábamos muy bien. Pero había cosas
que no las comentaba con nadie. Nunca me dijo que lo hubieran violado o que le
hubiera pasado algo semejante", dice Eduardo.
"Nunca hablamos
de cómo le fue en prisión. Eso se lo calló siempre", relata
Adriana.
"Es mentira que
cojan en la cárcel a los violas. Eso es un mito. Violan a quien se deja violar.
Cuando yo caí en un pabellón de setenta guasos hubo varios que se quisieron
hacer los malos conmigo, pero yo los cagué a palos y no me jodieron más.
Marcelo
debe haber hecho lo mismo. Era muy bueno para las piñas",
añade Daniel.
Algunos señalan que ni bien entró a la cárcel, Marcelo
Sajen
se hizo respetar a través de los golpes y de su labia, la misma que había
aprendido en la calle y en el pesado ambiente del Mercado de Abasto. Un aspecto a tener en cuenta en esa época, y que
fue valorado por los demás internos, es que Marcelo nunca dejó de ser
visitado por sus padres ni por su esposa. En efecto, Zulma jamás se alejó de su esposo y se convirtió en una "mujer
de fierro" para él. Si bien se fue a Pilar a vivir con sus padres, no dejó de visitarlo en la Penitenciaría. Durante la semana vendía
ropa, pastelitos caseros o limpiaba casas para tener dinero con el cual
mantener a sus hijos y viajar los fines de semana a Córdoba para poder visitar a su esposo.
"Mientras él
estuvo preso, yo trabajé en lo que fuera. Llegué a limpiar terrenos y trabajé
en casas de familia. ¡Hasta carneé un chancho! Fue una época muy dura",
recuerda Zulma.
El padre de Marcelo tampoco dejó de ir a visitarlo, a
pesar del enorme dolor que le causaba toda esa situación. Encima -doña
Rosa y don Leonardo debieron soportar que su hijo mayor Leonardo -el turco
Miguel, como era conocido por todos-
pasara de algunas entradas a la
comisaria a convertirse en un asiduo habitante de los calabozos. En 1985 cayó
preso por encubrimiento, ese mismo año volvió a ser detenido por hurto simple,
y en 1986 por robo y tentativa de robo. Su carrera delictiva, al igual que la
de Marcelo,
se iba a extender con el paso de los años.
Así fue que el padre de los hermanos sufrió una profunda depresión.
De todos modos, nunca dejó de trabajar. Cada mañana siguió yendo a tempranas
horas al Mercado de Abasto a buscar
las frutas y verduras que luego vendería en sus negocios. A partir de 1988 el
Abasto dejó de funcionar en el tradicional cruce de Maipú v la vera del río Suquía
y se mudó a la ruta 19, camino a
Monte Cristo.
En el prontuario de Sajen no consta que durante su primera condena
haya sido entrevistado por los gabinetes psicológicos en relación con la
violación que había cometido en Pilar.
No existe ningún registro oficial respecto de que algún profesional haya hablado
con él para conocer por qué había violado y si se sentía, cuanto menos,
arrepentido de lo que había hecho. Era un violador y nadie hizo nada por
tratarlo. ¿De qué hubiera servido?
Quizá un buen estudio psicológico hubiese mostrado más síntomas que ayudaran a
prever en lo que podría convertirse o al menos dar algún indicio que permitiese
contener a ese animal que llevaba dentro y que pronto iba a comenzar a tener
cada vez más poder sobre él.
El tordo
-Mientras Sajen cumplía la condena, su abogado Albornoz siguió asesorándolo en la Penitenciaría. Tan conforme estaba Marcelo
con su defensor, que empezó a presentarle clientes. Cada vez que Albornoz iba a la cárcel, se contactaba
con un nuevo recluso para defender y asesorar. El letrado conocía bien su
oficio y sabía a la Perfección que las cárceles eran fuente de materia prima
para su trabajo.
Solía ir a menudo a Encausados, al igual que lo hacían
decenas de sus pares. Primero, iban a la mañana a Tribunales y después, pasado
el mediodía, caminaban un par de cuadras y se iban hasta la cárcel del barrio Güemes. Allí atendían a sus presos y
los asesoraban sobre qué pasos seguir cuando las cosas se ponían feas con los
jueces. Muchas veces, esas visitas terminaban en escándalos, cuando el abogado
le decía a su cliente que la apelación por una condena no había dado resultado.
En más de una oportunidad, renombrados abogados terminaron con sus trajes
enchastrados por un escupitajo del propio preso.
No pasaba esto con Albornoz.
El
Pelado -como lo conocían en la cárcel- era un abogado querido y
respetado por numerosos reclusos, ya que entraba en la categoría de los
llamados "saca presos".
Uno de los que lo adoraba era, precisamente, Marcelo
Sajen.
Eso sí, a pesar de la confianza y el cariño, el abogado siempre se hizo tratar
de usted. "Hay que mantener la distancia con los
clientes. Hoy le das confianza y mañana ya te tratan como cualquier gil y te
dejan de pagar a tiempo", comenta Albornoz -convertido ya en fiscal de Cámara- a
sus íntimos. El afecto de Marcelo por su abogado se extendió durante
años.
A principios de setiembre de 1987, Sajen se reunió con su "tordo"
y le expuso que venía teniendo muy buena conducta y que quería la libertad
condicional o, aunque más no sea, las salidas transitorias. Quería ir a su casa
a estar con su mujer. Marcelo le insistió que tal como le había
ordenado aquella vez, él nunca se había metido en problemas, no había
participado en motines y ni siquiera había peleado con alguien.
En efecto, por aquel entonces, el prontuario 15.364 estaba
"limpio" de sanciones. Albornoz
hizo la presentación el 10 de Setiembre, dos años después del ataque. El Consejo Criminológico del Servicio
Penitenciario de Córdoba (se trata de una comisión integrada por
diversas reparticiones del organismo, encargada de evaluar, cada cierto período
de tiempo, la situación en la que se encuentra cada preso, y definir qué
estrategias debe seguir el servicio con cada uno de ellos de allí en adelante)
se reunió para analizar la situación de diversos reclusos, entre ellos Sajen.
La suerte estuvo del lado del violador de Pilar.
El Consejo aceptó que ingresara al período de prueba, pero
no permitió las salidas transitorias hasta tanto no cumplimentara el 50 por
ciento de la condena. Cuando cumpliera esos tres años, podría ser trasladado a
la Cárcel de Monte Cristo, un penal
de puertas abiertas en esa localidad del Gran Córdoba y al que van únicamente los presos que gozan de buena
conducta.
A la semana siguiente, el Consejo dispuso que Marcelo
y otro interno pudieran salir de la Penitenciaría
para ir a trabajar como albañiles a la Escuela
José Olmos, ubicada en la esquina de Vélez
Sarsfield y San Juan, donde años
después se erigiría el shopping Patio
Olmos. Precisamente, frente a este centro comercial, Sajen pasaría varias veces
tiempo después buscando víctimas, convertido ya en un violador serial. Incluso
una noche perpetró allí, en la puerta del Teatro
San Martín, uno de sus ataques más temerarios.
Aquel 24 de setiembre de 1987, Sajen se sintió feliz. Estaba
libre de nuevo, aunque más no fuera por un par de horas. Desde ese día hasta
fines de ese año, gozó de salidas periódicas para ir a trabajar como albañil a
la Escuela Olmos. Se iba a las 7 de
la mañana y a las 14 volvía al penal en colectivo.
"Como tenía muy
buena conducta y ya había cumplido gran parte de la condena, le habían
permitido esas salidas. Nunca llegaba tarde a la cárcel",
dice Zulma. En abril de 1988, empezó
a trabajar en el Liceo General Paz.
También salía de lunes a viernes y debía estar a la tarde en la Penitenciaría. Incluso, se le permitió
que fuera a visitar a su propia familia a su domicilio.
Durante mayo, volvió a trabajar a la escuela Olmos. Las autoridades penitenciarias lo afectaron a
trabajos de albañilería en el frente de la cárcel, ya que tenía buen concepto y
gozaba de la confianza de los principales jefes, tal el caso del alcalde Héctor Rolando Jamier, por entonces
director de la Penitenciaría.
También supo desempeñarse en la panadería del presidio. Asimismo,
y a pesar de que no consta en el prontuario, sus familiares reconocieron que
para esa época, a Sajen se le permitió ir a trabajar a una
granja ubicada en el Camino a 60 Cuadras.
Su conducta era calificada por el Servicio Penitenciario de
Córdoba como "ejemplar",
a pesar de que el 28 de junio de ese año había recibido una sanción colectiva,
junto con sus compañeros del pabellón 2, por "un hecho de sangre"
del que fue víctima el preso Rito
Ramírez.
La burla
“Junio de 1988. Querido diario. Me siento
morir, esta mezcla de vergüenza y odio se ha instalado en mi estómago y en mi
corazón. Me duele, me duele todo y es un dolor que no tiene remedio. Desde ese
jueves me siento sin edad, me siento en realidad de una edad que no puedo
contener dentro de mí".
"Me duele el
cuerpo, me hace daño el cuerpo, me trae recuerdos que no puedo borrar, me hace
pensar en ese tipo y en la manera en que me hizo lo que me hizo".
"El jueves fui a Córdoba
a visitar a mi papá. Él me tenía que pasar a buscar por la terminal más o menos
a la hora en que yo me tenía que bajar del colectivo e íbamos a pasar todo el
día juntos. El viaje fue hermoso y yo estaba llena de expectativa así que
cuando llegué me fui rápido a la zona donde paran los taxis cerca del bulevar
San Juan para esperarlo. No me acuerdo bien la hora pero sí sé que era cerca
del mediodía".
"¡Soy tan tonta!,
si me hubiera dado cuenta... pero cómo iba a hacerlo si ese hombre se presentó
como que era policía y me dijo que yo tenía que acompañarlo para que averiguara
si tenía antecedentes. Ahora que lo pienso me digo ¿qué antecedentes puede tener
alguien como yo de 14 años?, pero en ese momento estaba sola y no supe qué
hacer".
Contar la historia de Silvana
es contar la historia de Caperucita y el lobo feroz, con la diferencia de que
la niña que por entonces tenía 14 años sólo volvió a ver el rostro de quien
sería su atacante 16 años después, cuando comenzó a colaborar con esta investigación.
La joven, que hoy tiene 31 años, fue atacada el 23 de junio de 1988. Aunque
esto no fue investigado por los encargados de seguir al serial (al
menos hasta que se enteraron del hecho por la existencia de esta investigación),
su ataque es muy importante debido a que Silvana
habría sido víctima de Sajen en un momento en el que el depravado todavía
estaba preso (en manos del Estado provincial) por haber cometido su primera
violación y en el que, pese a que todavía no había cumplido la mitad de su
condena, ya tenía - gracias a la "amabilidad" o la incompetencia
del Servicio Penitenciario- la posibilidad
de deambular por la calle -y atacar- sin que existiera sobre él
ningún tipo de control.
Para analizar este hecho caminaremos cerca del terreno de la
conjetura, aunque basándonos en datos verificables. La primera referencia a
esta violación llegó a la causa el 5 de octubre de 2004 sin ganarse la atención
de los investigadores y a través de una llamada de la madre de Silvana al número 0800 JUSTICIA, que se había habilitado para realizar denuncias.
Entre las 1.420 llamadas a las que tuvo acceso esta investigación, se pudo
escuchar una de la que reproducimos un fragmento: "Mi nombre
es 'Carina' (el nombre está cambiado), tengo una hija de 31 años que hace 17, cuando tenía 14, fue a
Córdoba a visitar a su padre, pero cuando se bajó del colectivo en la terminal
fue sorprendida por un sujeto de civil que le dijo que la iba a llevar a hacer
una averiguación de antecedentes. Al final de cuentas, terminó violándola".
En el registro de llamadas el dato parece haber quedado
prácticamente olvidado, principalmente porque la madre de Silvana, después de contar el hecho, daba el nombre de una persona
que, según ella, podría haber sido la que atacó a su hija. Entre los detalles
anotados por la policía Mariana
Fornagueira, que atendió el teléfono aquella noche a las 23:26, sólo
figuran dos cosas: la primera hace referencia al nombre del sospechoso "NN,
con credencial de policía color celeste", y la segunda al posible
domicilio del sospechado, "Camino 60 Cuadras", debido a
que, aparentemente al ser abordada, la joven logró ver esa inscripción en un
papel carnet que el sujeto tenía en su poder.
En la primera de esas anotaciones (la que hace referencia a la
credencial de policía) puede haber residido la razón por la que el
hecho fue descartado. Los investigadores podrían haber vinculado el ataque al
caso Machuca, el de un policía que
por esos años asolaba a Córdoba
violando mujeres y que en el año 2000 fue acusado de cerca de 20 violaciones.
La segunda anotación es una referencia directa a la zona en la que siempre se
manejó Sajen
y a lo que hacía por aquellos años, mientras purgaba condena por violación:
trabajar en una granja del Servicio
Penitenciario que se ubica en ese sector de la ciudad.
"Esa denuncia era contra otra persona, no me
acuerdo si era un caso que le atribuimos a Machuca o de otro hombre, pero lo
cierto es que lo descartamos", aseguró una importante fuente vinculada
a la investigación que todos los días recibía datos sobre los llamados al 0800.
Pero antes de ahondar en los errores, volvamos a la denuncia:
dos días después del llamado de su madre, Silvana
también se comunicó al 0800 JUSTICIA
a las 21.50 del 7 de octubre. La atendió también la oficial ayudante Fornagueira. Esta es la transcripción
que hizo la mujer.
"Informo que en fecha
07 del corriente mes de octubre, a las 21.50 se comunicó a este número una
persona que dijo llamarse Silvana... cuya comunicación está vinculada al
llamado efectuado por otra mujer (a quien identificó como su madre) que también se comunicó con este número el 05/10/04 a las
23.26 horas". "Que la denunciante
hizo referencia a poseer en sí misma información que podría estar referida a la
causa denominada violador serial ya que años atrás ésta habría sido víctima de
una persona cuyas características serían similares a la del identikit difundido
por la Policía, por lo cual se ponía a disposición de la Justicia y aportaba la
siguiente información: que hace 15 años atrás, cuando ella tenía 14 años,
(en
el audio se escucha la fecha 16 de julio pero con posterioridad Silvana modificaría
esa fecha) la diciente se encontraba esperando a su padre
en la parte posterior de la terminal de ómnibus de Córdoba, más precisamente
donde paran los taxis cerca del bulevar San Juan, siendo cerca del mediodía".
"Que en ese momento
se le acercó un individuo vestido de civil, quien le dijo que lo tenía que
acompañar a la comisaría para hacerle una averiguación de antecedentes, a la
vez que extrajo una billetera de entre sus ropas y le exhibió desde el interior
una placa metálica de la Policía, que en ese instante se le cayó un papel que
decía Camino 60 Cuadras".
"Que la adolescente
accedió a su solicitud dado que se había identificado como policía, que este
sujeto le cruzó uno de los brazos por la espalda, tomándola por uno de los
hombros como si fuera su novia y caminando por detrás de ella, un tanto
distanciado. Comenzó a trasladarla por uno de los costados de la terminal, recordando
la diciente que fue por el costado donde se encuentra el molino viejo. Que al
pasar por ese lugar el individuo saludó a unas personas que se encontraban
allí, que le decía que se quedara tranquila porque sólo le iba a realizar unas
preguntas y que colaborara así se podía ir rápido. Que en el trayecto le
preguntaba: 'Dónde vivís, con quien vivís, estudias, a qué año vas, si era
virgen', a lo que 'Silvana' respondió con total naturalidad y veracidad en sus
dichos ya que hasta ese momento no había notado algo raro en esa persona".
"Que 'Silvana' al ver que la llevaba por un
lugar donde le parecía raro que hubiese un asentamiento policial, aparte que
era un lugar muy solitario, le preguntó ¿a dónde me lleva?, a lo que el tipo
contestó 'que la llevaba ahí porque la brigada antidrogas tenía que estar oculta
y que le tenían que tomar unos datos, que no se preocupara y caminara rápido'".
"Que la introdujo a
un lugar como baldío donde había unos árboles, no recordando si subió escaleras
o no, que allí desde atrás, el sujeto le propinó un fuerte golpe con las manos
en la nuca, logrando tirarla al suelo. Que a posterior, después de que le pega
una fuerte patada en uno de sus oídos, el atacante se le abalanzó encima
mientras le decía: 'Quedate quieta que no te va a pasar nada, que si no gritaba
o decía nada no la iba a golpear o matar'".
"Que en ese preciso
momento extrajo de sus ropas una navaja o cuchillo y luego le sujetó una de sus
manos y le bajó los pantalones, mientras él también hacía lo propio. Que un
tanto nervioso, la accedió vía vaginal, en tanto ocurría el acto sexual Silvana
preguntó ”que por qué no pagaba a alguien para hacer eso” respondiéndole el tipo 'porque así me gusta'".
"Que al cabo de unos
minutos giró su cuerpo e intentó penetrarle vía anal pero no pudo así que
volvió a penetrarla vía vaginal. Que no sabe precisar porqué pero el individuo
se incorporó, se vistió y le dijo: 'que no le contara a sus padres porque no le
iban a creer', que le tiró en el suelo dinero (no
sabiendo precisar la cantidad) y se retiró del
lugar sin mediar palabra alguna. Que la niña se levantó del suelo, se vistió y
se fue al hotel en donde se encontraba su padre, se higienizó, cambió sus
prendas de vestir y le contó a su padre todo lo sucedido".
"Que a las tres semanas le comentó a su madre de
lo vivido y ambas vinieron a esta ciudad a la comisaría primera donde hicieron
la correspondiente denuncia, que recuerda que la llevaron a la Policía Judicial
donde le hicieron un identikit del sujeto. Que la víctima desconoce el lugar
donde atacó pero que es cercano a la terminal y que era un lugar en donde se
escuchaba que pasaban cerca los automóviles. Que éste tenía en las palmas de
las manos varias cicatrices como si fuera de cortes o raspones, sobre todo en
los dedos índice y medio. Que, además, tenía cerca de 28 a 30 años de edad, sus
pómulos salientes, ojos medio hundidos, piel de color oscura, cejas gruesas y
juntas, cabellos oscuros ondulados y peinado para un costado, medía 1,70, tenía
barba de un día".
"Con respecto a su
órgano sexual era un tanto grande, vestía camisa color clara, jeans y campera
de color oscura. Que al hablar no se le notaba tonada típica de cordobés, su
vocabulario no era grosero. Que estos días atrás vio en uno de los informativos
el identikit del violador serial, que le llamó rotundamente la atención ya que
lo vio muy parecido al sujeto que la atacó a ella sólo que el identikit es un
tanto más gordito. Que se encuentra a entera disposición de quien sea para ser
entrevistada si es necesario".
Firma: oficial ayudante Mariana
Fornagueira".
Silvana nunca fue
llamada. Su caso, por más que la descripción que dio del atacante parece casi
copiada de las imágenes que hoy se conocen de Sajen en aquellos años, no
recibió la debida atención o, por el contrario, se prefirió dejarlo escondido
debido a que un análisis exhaustivo quizá obligaba a poner en evidencia a uno
de los grandes culpables de la existencia del violador serial: el Estado
provincial.
Libre y sin control
Aunque la lectura del relato de Silvana alcanza para encontrar decenas de coincidencias entre el
ataque que sufrió con los del violador serial, nos abocamos -con
la inestimable ayuda de la joven- a buscar información que, si bien
nunca permitirá asegurar con la certeza de un análisis de ADN que el ataque que ella sufrió fue perpetrado por Sajen,
sí nos habilita a decir, al menos, que él puede haber sido su agresor.
A través de su prontuario carcelario se constató, como se ha
explicado anteriormente, que en esa época, aunque Sajen no había todavía cumplido
con la mitad de su condena, ya había gozado del beneficio de la libertad
transitoria y era beneficiario permanente de las salidas transitorias por las
que el Servicio Penitenciario lo
enviaba a trabajar a la ex Escuela Olmos
y al Liceo Militar General Paz. Este
dato fue confirmado, además, por Eduardo Sajen, que aseguró haber visitado "en
más de una oportunidad" a Marcelo en la Escuela Olmos e inclusive en la granja del Servicio Penitenciario, en el Camino
a 60 Cuadras.
Según el mismo Eduardo,
esas visitas no tenían ningún tipo de control porque mientras estaba realizando
esas tareas "nadie se fijaba qué hacía Marcelo,
ni él estaba obligado a presentarse ante alguna autoridad
a la hora de llegar o partir". En el mismo sentido, el
prontuario carcelario muestra que, si bien hay un registro exhaustivo de cada
salida de Sajen
a la casa de su mujer en el marco de las "libertades transitorias",
no existen registros específicos de sus "salidas transitorias".
Esas salidas figuran como habilitaciones indefinidas.
Los hechos, sin embargo, ocurrieron y quedaron en la memoria
de Silvana y en su diario íntimo,
que quizás es el principal testigo de lo que sufrió aquella niña (hoy
mujer) el día en que el destino le asestó el golpe más duro de su vida.
Cuando estos datos fueron referidos a miembros de la investigación
policial, éstos reaccionaron escalonadamente: la primera reacción fue de
alarma: "No se nos puede haber pasado eso", dijo una fuente;
después llegó la preocupación y la promesa de constatar fechas para ver si era
posible que Sajen
cometiera ese ataque; y, finalmente, todo terminó en descreimiento cuando
aseguraron que Sajen
no había tenido libertad el día de la violación y que el identikit que hizo Silvana (cuando tenía 14 años y tres días
después del ataque) no era parecido en nada al serial.
En definitiva, las mismas personas que durante años basaron
la investigación en un identikit inventado que le daba al violador serial la
cara de un norteño inexistente, pedían que le dijéramos a Silvana que estaba equivocada.
Cuando la joven recibió nuestro llamado, sólo pudo sorprenderse.
En pocas palabras explicó que el rostro de Sajen se parecía al de su atacante, pero no
podía asegurar que hubiera sido él. Después, a medida que nuestras
comunicaciones se fueron incrementando, la joven pidió que le enviáramos una
imagen de Sajen
más cercana a la época en la que ella fue atacada y como respuesta al envío de
esa foto respondió con correos electrónicos.
En el primero se lee: "Me
quedé helada cuando lo vi. Su parecido, sobre todo el de sus cejas, es
impresionante". En el segundo: "Cuando
vos me nombraste Camino a 60 Cuadras y yo te confirmé que no me quedaba dudas
que hubiera sido él, es por algo. Mirá negro, si todos los detalles sirven,
podemos encontrarnos".
Como se dijo anteriormente, ante la falta de una prueba de ADN es imposible asegurar nada y no nos
corresponde hacer justicia, ni declarar culpables e inocentes. En todo caso se
puede decir que el hecho que alteró la vida de esa joven de 14 años sigue impune
y que lo explicado en estas páginas demuestra que no es descabellado pensar que
su autor haya sido Marcelo Mario Sajen.
Por lo demás, y para cuando los investigadores que se olvidaron
de este caso hace mucho quieran concentrarse en él para refutar esta hipótesis,
es importante aportar este dato: aquellas pocas características de la violación
de Silvana que no parecen
corresponderse con el método de atacar que se le atribuye a Sajen
(principalmente
la manera en que es golpeada en la nuca y la cara), sí encuentran
puntos en común con la violación sufrida por Susana en 1985. Si esto pudiera confirmarse estaríamos en presencia
de una violación ejecutada mientras Sajen comenzaba a convertirse en un serial.
Los dos últimos e-mails que envió Silvana son una muestra de aquello que sufre la víctima de una
violación cuando el sistema se olvida de ella.
“Discúlpame, que no pude contestarte antes.
Recuerdo que la denuncia no la hice el mismo día. Había ido a Córdoba en las
vacaciones de invierno, para ver a mi papá y era tanta la vergüenza que tenía,
que incluso no recuerdo si la denuncia decía si me había violado o no, pero lo
hizo.
Lo que yo te quería contar cuando vos me
dijiste que venias a mi ciudad, y cuando me nombraste las 60 cuadras es esto:
eran aproximadamente las 12:00 del medio día, estaba parada en la terraza de la
terminal donde abajo paran los taxis con la esperanza de verlo a mi papa a
quien hacía 6 años que no veía. Allí, se me acercó un hombre que me mostró una
placa o algo parecido. Cuando me dijo que era policía y que lo acompañara para
averiguación de antecedentes por drogas, se me heló el alma. Yo le expliqué por
qué estaba ahí pero lo mismo insistió haciéndome caminar. Bajamos por una
escalerita del costado de la terminal y fuimos para el viejo molino donde,
estando ya casi adentro, nos cruzamos con un señor al que él saludó. En ese
momento me tomó del hombro y me dijo que me iba a llevar a otra oficina porque
ahí ya no quedaba nadie. Dimos vuelta, le hizo señas a un taxi y le dijo
'camino a las 60 cuadras'.
En el camino yo pensé mil cosas hasta que
descendimos del taxi en la zona de las vías y él, después de decirme que esas
oficinas estaban escondidas por todos los procedimientos de droga, me llevó a
una zona de vías. A continuación me pidió que fuera caminando adelante y
aprovechó para darme primero un fuerte golpe en la nuca y, apenas me caí, una
patada que me golpeó en el oído y en el ojo. Yo ya estaba media tonta y él
intentó violarme. Como yo me resistí con las piernas, me dio vuelta y sacó una
navaja que me apoyó en el cuello mientras me violaba por atrás sin dejar de
repetirme que no me iba hacer nada y que no gritara. Cuando terminó, se fue
dejándome tirada en el medio de no sé dónde. Me vestí y salí corriendo hasta
una calle ancha o una ruta, donde me puse en el medio de un auto que pasaba.
Ese auto me llevó al hotel donde vivía mi
papá, me bañe, puse toda esa ropa en una bolsa y me senté a ver los dibujitos
en la sala de estar. Cuando vino mi papá no le conté nada porque no quise
amargarlo después de tantos años sin verlo, le dije que me había caído esa mañana
cuando iba a tomar el colectivo cruzando las vías. Así fue, espero que les
sirva, porque cuando termine de escribir este correo, voy a volver todos esos
malos recuerdos, a un lugar muy lejano de mi memoria.
Cuando respondimos este correo, agradeciendo todo lo que
había hecho por nosotros, Silvana
volvió a conmovernos:
Soy yo la agradecida, porque aunque no creas, hay muchas de las
cosas que te conté que nadie sabía. Sin conocernos me inspiraste confianza y te
aseguro que al contar cómo realmente sucedió, un gran dolor, peso, angustia,
vergüenza, se me fueron también.
Premios
El 25 de julio de 1988, el Consejo Criminológico volvió a reunirse para evaluar la situación
de distintos reclusos, entre ellos Sajen. El cuerpo otorgó un dictamen favorable
para que siga en período de prueba. El 24 de agosto de ese año fue enviado a la
cárcel abierta de Monte Cristo, por
disposición de la Dirección de Técnica Penitenciaria
y Criminológica.
"No entiendo por
qué lo enviaron allí. Por lo general no se envía a Monte Cristo a los
violadores, porque son tipos que no se recuperan más. Si violaron una sola vez,
es altamente probable que lo vuelvan a hacer. El violador no cambia, siempre va
a hacer lo mismo. Normalmente, los violadores no van a Monte Cristo, porque el
régimen de vigilancia es menor. Lo más probable es que vayan por otros delitos",
comenta en la actualidad otro ex directivo del Servicio Penitenciario de Córdoba.
En la Cárcel de Monte
Cristo, Sajen
empezó a trabajar como oficial especializado en la sección de obras de
mantenimiento y al poco tiempo se ganó la confianza del director de ese
establecimiento,
Hernán Rojo.
Además de las salidas para trabajar y visitar a su familia, Sajen
disfrutó de otros beneficios.
En la primera oportunidad que él y otros detenidos tuvieron
de salir al cine, la película por la que optaron llama poderosamente la
atención. Los reclusos visitaron el cine General
Paz para ver Las aventuras de Chatrán, una historia infantil que contaba
las dificultades de un simpático gatito que hacía de todo para sobrevivir en un
bosque.
Las visitas al cine se empezaron a repetir y a intercalar
con salidas transitorias al domicilio de su esposa, en Pilar. Los meses de octubre, noviembre y diciembre de 1988 pasaron
volando para Sajen.
Algunas veces iba a trabajar, otras a su casa y, en otras oportunidades,
concurría con sus compañeros -siempre con la autorización previa de las
autoridades penitenciarias- a los cines y teatros. Así fue que vio los
films Rambo III, La deuda interna. El infierno rojo, Un
príncipe en Nueva York, y hasta se rió a carcajadas cuando fue a una
función de la obra de teatro de Miguel
Iriarte: Eran cinco hermanos y ella no era muy santa.
A fines de 1988, a Sajen se le permitió que las salidas transitorias
a su hogar se extendieran cada vez más. Ya no se trataba de un día. Ahora podía
ir una mañana y regresar a la cárcel dos días después. Como exigencia, debía
firmar una planilla en el penal, donde se comprometía a no alejarse del
domicilio al que estaba autorizado a ir, tener buen comportamiento y no
consumir alcohol.
La Navidad y el Año Nuevo lo encontraron brindando con Zulma, sus hermanos y sus padres. En
poco tiempo más, Marcelo iba a quedar en libertad en forma definitiva.
Durante los ocho meses siguientes, Sajen siguió gozando de salidas
transitorias para ir a su domicilio.
El 5 de setiembre de 1989, con el asesoramiento del abogado Albornoz, presentó un pedido ante la Cámara 3a del Crimen para la libertad
condicional. En la solicitud, escribió que fijaba domicilio en Pilar y que adoptaba el oficio de
chofer.
Las autoridades evaluaron el pedido y elaboraron un informe
penitenciario en el que se remarcaba que su conducta seguía siendo ejemplar. En
un párrafo, el nuevo director de la Cárcel
de Monte Cristo -Félix Carranza-
escribió que Sajen
"ha cumplido con las normas disciplinarias
en vigencia, evidenciando un concepto favorable en su proceso de
resocialización".
Ocho días después, el Tribunal concedió la libertad condicional.
Aún le quedaban dos años de condena. A la hora de los fundamentos, la Cámara 3a entendió que el acusado
llevaba cumplido "más del término" del artículo 13 del Código Penal, tenía regularidad
en el cumplimiento de los reglamentos carcelarios y no era reincidente. Eso sí,
le hicieron firmar un acta en la que constaba que debía conseguir trabajo como
chofer dentro de dos meses, no debía beber, tenía que someterse al Patronato de Presos y Liberados y por
sobre todas las cosas: no debía volver a cometer delitos. Sin la cámara de
fotos apuntándole, Sajen volvió a hacer aquella cara de inocente
que ya había puesto en práctica varias veces y convenció a todos de que podía
cambiar.
Aquel miércoles 13 de setiembre de 1989, a
primera hora de la mañana, salió caminando feliz de la cárcel de Monte Cristo. El lobo acababa de quedar
libre definitivamente. De ahora en adelante cambiaría, pero siempre para peor.