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Hombres y Mujeres Asesinos
Blog dedicado especialmente a lecturas sobre Casos reales, de hombres y Mujeres asesinos en el ámbito mundial.
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Este Blog, no es de carácter científico, pero si busca seriedad en el desarrollo de los temas.

Está totalmente dirigido a los amantes del género. Espero que todos aquellos interesados en el tema del asesinato serial encuentren lo que buscan en este blog, el mismo se ha hecho con fines únicamente de conocimiento y desarrollo del tema, y no existe ninguna otra animosidad al respecto.

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//20 de Noviembre, 2010

Charles Whitman

por jocharras a las 12:14, en Hombres Asesinos

Charles Whitman: "El Francotirador de Austin"



"Odio a mi padre con una pasión mortal. Y no puedo soportar las presiones que hay sobre mí. Voy a enfrentarlas solo".
Charles Whitman, en las anotaciones finales de su Diario



Charles Joseph Whitman nació en Florida el 24 de junio de 1941. Fue el mayor de los tres hijos de Charles A. Whitman, un plomero contratista de Lake Worth, Florida.



Charles Whitman de niño, sosteniendo dos rifles en sus manos



El joven Charlie, en tanto hijo mayor, pronto aprendió que era más seguro hacer lo que su padre pedía, pues de otra manera podían golpear su cabeza o la de su madre.



A su vez, aprendió que cualquier muchacho debía conocer y manejar con habilidad las armas, pues si lo olvidaba, su padre se encargaría de recordárselo.



Charles Whitman con su violento padre



Whitman llegó a ser boy scout de primera clase a los doce años, una proeza inusual en sí misma, y a la vez tenía la ruta más grande y eficiente de entrega de periódicos de su ciudad. Llegó a ser un pianista aficionado, un jovencito modelo que otros padres ponían de ejemplo a sus propios hijos.



Whitman con su familia



Poco después, se integró a algunas actividades eclesiásticas. El mundo adoraba a ese apuesto monaguillo, pero desconocía que Charlie ocultaba una historia de horror doméstico: la de un padre dispuesto a golpear a su madre o a tomarla contra él.



Whitman como monaguillo



Nadie ponía atención a su manía compulsiva de morderse las uñas, porque dentro de sí sabía que nada de lo que hiciera podía ser lo suficientemente bueno para su progenitor.



En su Diario, Whitman hablaba de su padre: Era estricto con sus tres hijos, era cosa de 'sí, señor' o 'no, señor'. Todos lo obedecían”.



El Diario de Whitman



Luego de graduarse de la preparatoria en 1959, Whitman decidió unirse a los marines, donde fue entrenado como francotirador. Su puntería era excelente. En 1964 ganó media beca para estudiar ingeniería en la Universidad de Texas, donde conocería a su futura esposa, Kathleen Leissner, “Kathy”.



Kathleen Leissner, “Kathy”, esposa de Whitman






El día de su boda



Charles Whitman se destacó como un tirador experto en el Ejército: su padre le había enseñado el manejo de las armas y, sobre todo, le había impuesto una férrea disciplina a través de una violencia inaudita.



Whitman como marine





Ex marine, ex boy scout y ex monaguillo, una serie de circunstancias dieron de golpe en la personalidad de ese joven triunfador.



Whitman de vacaciones antes del estallido







Whitman durmiendo con su perro



Una personalidad perfeccionista desarrollada por medio de la fuerza de su padre; la obligación de mantener una escala alta en su último año de estudios en la Universidad; la tirante relación con su madre cuando ella decidió abandonar a su marido que la golpeaba; los trabajos de medio tiempo para solventar sus necesidades financieras; un incipiente matrimonio y, para colmo, un tumor que crecía en su cerebro y del cual él no tenía conocimiento.




Le comentó a sus amigos la posibilidad de dejar a su esposa antes de comenzar a golpearla, pero lo convencieron de seguir con ella. Habló entonces con Maurice Dean, el psiquiatra de la Universidad, a quien le comentó que se sentía como si pudiera "subir a la torre con un rifle de caza y empezar a dispararle a la gente”. Pero el médico no le hizo caso.



El psiquiatra de Whitman



En 1966, sus padres se separaron tras veintiséis años de matrimonio a causa de los maltratos del padre de Whitman. El 31 de julio de 1966, Charles Whitman se sentó en su escritorio y escribió en su Diario: "No comprendo qué me lleva a escribir esto. Ya fui al psiquiatra. He tenido miedos e impulsos violentos. En el pasado tuve dolores de cabeza tremendos. Después de mi muerte, quiero que me hagan una autopsia para ver si tengo un daño cerebral. Intenté matar a mi esposa después de haberla recogido del trabajo. No quiero que tenga que enfrentarse a la vergüenza que mis actos seguramente le causarán. La vida no vale la pena vivirla".



Todo se colapsó al otro día. Por la tarde escribió algunas cartas de despedida. Unos amigos suyos lo visitaron en su casa y después se marcharon; lo notaron muy tranquilo. La madrugada del 1 de agosto de 1966, después de recoger a su esposa en el trabajo y regresar a casa, tomó una pistola y fue a casa de su madre.



La Torre del Reloj en la Universidad de Austin, Texas






En el forcejeo, una de las manos de la madre acabó con los dedos rotos porque Whitman se los aplastó con la puerta; luego la hirió en el mentón; Whitman la tiró al piso y la apuñaló varias veces en el pecho, hasta que su madre cayó al piso. Una vez allí le disparó en la nuca, matándola instantáneamente. La levantó y la colocó en la cama para simular que dormía. Luego limpió las manchas de sangre de la alfombra. Junto al cuerpo dejó una nota acusando a su padre. Además, el mensaje decía: "Amo a mi madre con todo mi corazón".





El edificio donde vivía la madre de Whitman




El cadáver de la madre de Whitman




Cuando regresó a su casa, agregó a su Diario lo siguiente: "12:30 de la noche. Acabo de matar a mi madre. Si existe el cielo, ella está allí ahora. Si no existe, ha dejado de sufrir". Fue entonces a su habitación y apuñaló a su esposa, quien dormía desnuda, hasta matarla. Agregó a su Diario: 3:00 de la mañana. Madre y esposa, muertas”.




El cadáver de la esposa de Whitman y la casa del asesino



A las 9:00 de la mañana dejó su casa y compró una carabina de segunda mano .30 M-1. Se dirigió a otra tienda y compró cientos de balas. A las 9:30 estaba en Sears & Roebuck comprando una escopeta calibre 12. Después fue a una tienda de herramientas para comprar una carretilla. Regresó a su casa, donde alteró las armas compradas e incluso se detuvo a platicar con el cartero.



Posteriormente, el cartero declaró que sabía que lo que Whitman hacía con las armas era ilegal, pero en ese momento no pensó que habría problema alguno. Cerca de las once de la mañana, Charles Whitman sudaba copiosamente. Había terminado de guardar el equipo que consideraba necesario: un par de escopetas, dos rifles, tres pistolas y mil cartuchos, todo ello envuelto en una sabana dentro de una maleta. Y con éstos, doce latas de comida, seis paquetes de pasas, un termo con café, masking tape, una llave inglesa, un martillo, un desarmador, un radio, tapones para los oídos, cerillas, combustible para fogatas, once litros de agua, once de gasolina, un reloj, una linterna, pinzas para colgar ropa, papel higiénico, lentes oscuros. Y, para rematar, desodorante en aerosol y un antídoto para mordeduras de serpientes. Whitman no iba de campamento: se preparaba para la caza mayor. Tomó sus armas (siete en total) y las puso en la carretilla. Se puso dos overoles grises, colocó el armamento en su auto y partió a la universidad.




El arsenal




Cuando llegó a su destino, la Torre del Reloj de 93 metros de altura en la Universidad de Austin, la temperatura era de 37 grados.




Whitman condujo su camioneta al elevador de la Torre y caminó hacia Edna Townsley, de 51 años, quien trabajaba en un escritorio. Whitman la golpeó en el cráneo con la culata del rifle, pero no la mató. Tomó sus armas y siguió su camino.



Pocos minutos después, una familia salía del elevador para subir por unas escaleras hacia la cima de la Torre, cuando Whitman apareció y soltó tres tiros al grupo. Mató a Mark Gabour, de 15 años, y a su tía Marguerite Lampo, de 45, e hirió a los demás.





Mientras el elevador iniciaba su ascenso hacia el piso 27 de la Torre de la Universidad de Austin, Texas, Whitman descubrió que no podía dar marcha atrás. Se sintió el dueño del mundo y respiró hondamente observando al universo a sus pies, y a los humanos como pequeñas hormigas que pululaban en aquella ciudad triste y agresiva.



Whitman atrancó la puerta que daba a la cima de la torre y regresó con la recepcionista, a quien le dio el tiro de gracia. Salió al mirador de la Torre, donde halló protección tras el muro de 45 centímetros de espesor que lo rodeaba.



A las 11:45, se parapetó en aquella terraza desde donde podía disparar a sus anchas. Cortó cartucho en su rifle Remington. En el ojo de su mente sólo estaba la imagen de su padre. El césped, las paredes blancas, los tejados rojizos del campus habían desaparecido: para Whitman el universo se había reducido a una serie de puntos de colores estáticos o móviles que resaltaban en la hierba y el asfalto. No lo pensó más: el primer disparo atravesó la pierna de un ciclista y el impacto de bala inicial fue suficiente para que la adrenalina fluyera como agua cristalina que en unos cuantos segundos se tiñó de rojo; la víctima era Alec Hernández, de 17 años, quien entregaba periódicos en el campus. Después comenzó a disparar a todo aquel digno de sus balas.



El sitio desde el cual Whitman disparó



La primera llamada a la policía fue a las 11:52. En poco tiempo todos los policías disponibles de Austin estaban en la escena. Uno de ellos, Billy Speed, de 22 años, se escondía detrás de una balaustrada cuando un disparo de Whitman lo alcanzó y lo mató. Los puntos en la hierba caían como los patitos mecánicos de un parque de diversiones. La imagen era digna del Apocalipsis: una lluvia de plomo que traía destrucción y muerte aquella mañana del primero de agosto de 1966.



Como a 100 metros de la escena del drama, un electricista se bajó de su camioneta para ver lo que pasaba cuando recibió un impacto de bala en el mentón que lo mató en poco tiempo.



Una de las tácticas usadas por Whitman para matar más gente fue la de usar a los heridos como anzuelo. Cuando alguien trataba de ayudar a una víctima, Whitman le disparaba. Así le sucedió a Paul Sonntag, de 18 años, quien corrió para ayudar a su novia, Claudia Rutt, quien recibió un disparo mientras compraba algo. Cuando se acercó a ella fue aniquilado. Ambos murieron antes de que alguien más pudiera ayudarles.



Pero los asesinatos no se limitaron a distancias cortas. Harry Walchuk, de 38 años, estaba a algunos centenares de metros hojeando unas revistas cuando una bala le atravesó la garganta, matándolo. Whitman miraba hacia todos lados, disparando en todas direcciones, lo que hizo que la policía pensara que se trataba de una pandilla disparando desde la torre. La mayoría de las muertes ocurrieron en los primeros veinte minutos de la masacre. La puntería de Whitman era mortalmente precisa, atinándole a la mayoría de sus víctimas en órganos vitales, principalmente alrededor del corazón. Los Marines le habían dado buen entrenamiento.



La policía abordó un helicóptero para intentar darle un tiro a Whitman, pero treinta minutos después desistió a causa del viento y por temor a que el asesino le disparara a la hélice. La policía se dirigió al edificio; tres oficiales entraron en la torre, donde se encontraron con Alan Crumb, antiguo miembro de la Fuerza Aérea, y subieron las escaleras.



Alrededor de las 13:20, dos oficiales, Ramiro Martínez y Houston McCoy, junto con Alan Crumb, alcanzaron la cima de la torre para enfrentarse a Whitman. Explicaron que él intentó dispararles, pero ellos se anticiparon, aunque no hubo evidencia de esto.




Whitman recibió por lo menos seis balas de la pistola de Martínez, quien le vació el arma. Pero Whitman se seguía moviendo y no soltaba su rifle. Le dieron dos tiros de escopeta en el cuerpo a bocajarro, pero seguía vivo. Finalmente, Martínez le dio un escopetazo en la cabeza, matándolo.




Algunas horas después, el nombre de Whitman inundó la prensa. Cuando su padre llamó a la policía para preguntar por la madre y la esposa de Whitman, se le explicó lo sucedido.



El padre de Whitman, entrevistado y lloroso durante el funeral de su hijo





En total, sumaron quince las víctimas, más uno de los heridos que murió después. Entre los caídos estaban dos mujeres embarazadas, una de ellas con ocho meses de gestación que recibió un tiro en el estómago, matando al bebé, lo que elevaría la cifra a diecisiete.




Las víctimas







La autopsia reveló que Whitman tenía un tumor cerebral en la parte que controla las emociones. Esto derivó en dos teorías: un informe indicó que el tumor era maligno y que hubiera acabado con su vida en un año, además de que pudo contribuir a que perdiera por completo el control. Otro informe señaló que el tumor era benigno y no le causaba dolor. Lo cierto es que Whitman no se equivocó al suponer que tenía algo mal en la cabeza.




Houston McCoy




Ramiro Martínez




El cadáver de Charles Whitman tras ser abatido a tiros






El caso Whitman se convirtió en materia de estudio y escándalo, y más tarde llegó al cine a manera de inquietante ficción o terrible documental, como lo muestran las impactantes imágenes reales que se incluyen en El asesinato de los Estados Unidos (1983): un escalofriante documento verista de Sheldon Reenano.



Los titulares sobre el asesino en masa








Caricatura sobre Whitman



Asimismo, Kurt Russell interpretó a Charles Whitman en el eficaz telefilme La torre de la muerte(1975) de Jerry Jameson. Curiosamente, The deadly tower (su título original) no se centra en Whitman, quien permanece como una remota máquina de matar, sino en el oficial Ramiro Martínez policía mexicano estadounidense, quien arriesgó su vida para inutilizar a Whitman con un certero disparo en la cabeza.




Mapa de los crímenes




El caso Whitman alcanzó altas dosis de delirio fílmico con el audaz debut del ex joven prodigio Peter Bogdanovich con su filme Míralos morir (Targets) (1968), que disfraza con habilidad el hecho verídico para trazar una historia de horror y locura urbana que tiene como protagonistas al cine mismo y a una extrema psicopatía criminal.



Tumba de Charles Whitman



La Torre del Reloj se reabrió al público en julio de 1967, pero se produjeron varios suicidios, así que fue cerrada de nuevo en 1975. Las pertenencias que Whitman llevó a su cacería en la torre permanecieron bajo custodia policial hasta 1972. Luego se subastaron y un vendedor de armas de Kansas pagó $1,500.00 dólares por el lote de rifles.



Tumba de su esposa Kathy




Tumba de su madre


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//26 de Septiembre, 2010

Charles Edmund Cullen

por jocharras a las 22:10, en Hombres Asesinos
Charles Edmund Cullen




Charles Cullen, el enfermero asesino de 46 años y veterano de la Marina estaba entre esos profesionales de un hospital que se dedican a cuidar de los pacientes, pero al parecer, se dedicó a matarlos. Cuando en el año 2003 compareció ante el juez Paul Armstrong, al que manifestó que no quería un abogado, y que su intención era declararse culpable, declaró que durante los últimos 16 años, en las instituciones sanitarias donde trabajó, fue el responsable de matar a unas 40 personas.

 

Cullen había sido acusado de la muerte de Florian Gall, un vicario en el condado de Hunterdon, y de haber intentado matar a una mujer, ambos pacientes del Somerset Medical Center, donde él trabajaba.

 

El religioso ingresó en el hospital con un infarto el 28 de junio pasado, pero su muerte no se debió a un fallo cardíaco, sino a que recibió una excesiva dosis de un medicamento utilizado en pacientes con problemas del corazón.

 

La víctima del segundo crimen imputado, fue Kyung Han, una mujer de 40 años, enferma de cáncer y del corazón, que recibió una sobredosis del mismo medicamento y murió en septiembre por causas sin relación con su enfermedad, después de haber sido dada de alta del hospital.

 

En ambos casos Cullen es sospechoso de usar dosis mortales de digoxin, un medicamento para el corazón, que él consiguió con la manipulación de la computadora del hospital.

 

Según las primeras investigaciones internas del hospital Cullen podría ser el denominador común entre unos 16 pacientes muertos en las mismas condiciones que Florian y Kyung Han.

cullen.jpg









 

Ya en el 2002, enfermeras del hospital del St. Luke's Hospital in Bethlehem, habían advertido a los superiores de que podría tratarse de un asesino y exigieron que Cullen fuera despedido e investigado. Sin embargo, los administradores del hospital respondieron negativamente.

 

Las autoridades han iniciado una investigación sobre la trayectoria completa del enfermero para el que el juez ha fijado una fianza de un millón de dólares.
Durante las primeras investigaciones, Cullen está siendo sospechoso de varios asesinatos, siempre por muertes inesperadas, y se están empezando a realizar las primeras exhumaciones de cadáveres como parte de la investigación. Otras posibles víctimas ya poseen un informe toxicológico donde parece demostrarse la alta presencia de digoxin en la sangre a pesar de que los pacientes nunca habían tenido prescrito este medicamento. Tanto los resultados finales de los informes como de las exhumaciones están todavía pendientes.

 

Cullen es el más jovencito de nueve hermanos. Su padre era conductor de autobús y su madre ama de casa. Cullen creció en un vecindario de clase obrera en pleno Nueva Jersey y con una familia profundamente religiosa. Su padre murió cuando él todavía era un niño y su madre murió mientras él estudiaba en la escuela secundaria. Dos de sus hermanos también murieron, y él estuvo al cuidado de uno de ellos durante el proceso.

 

En 1978 decidió alistarse en la marina de los Estados Unidos y cuando salió ingresó en una escuela profesional de enfermería. Antes de 1988, encontró su primer empleo en un importante hospital pero duró muy poco tiempo. Le fueron las cosas bastante bien y consiguió casarse y tener dos hijas pero pronto se divorció. En 1998, se había quedado sin trabajo y estaba lleno de deudas. Cullen sentía que la vida no lo había tratado nada bien, estaba rencoroso.

 

Mientras las deudas lo inundaban, él se movía de hospital en hospital, sus empleos duraban poco, y en St. Luke's Hospital in Bethlehem se marchó para evitar una investigación por la muerte de unos 69 pacientes y por una misteriosa caja llena de medicación para el corazón encontrada en su casilla. Aunque parece que Cullen no es culpable de las 69 muertes inesperadas, muchas de esas muertes serán repasadas de nuevo después de escuchar la sorprendente declaración de Cullen, hasta ese momento no había habido informes toxicológicos sobre estos pacientes y solamente se les realizó una autopsia. La investigación había sido superficial, no se había determinado la existencia de sustancias o medicamentos en los cuerpos sin vida, por esa razón, el siguiente paso, y si las autoridades lo permiten, se procederá a la exhumación de todos los cadáveres.

 

Lo sorprendente es que a pesar de que su expediente laboral estaba manchado y no era nada bueno, Cullen nunca tenía problemas para conseguir otro trabajo, posiblemente debido a la escasez de personal de enfermería. Pero todo acabó cuando se encontró envuelto entre numerosas preguntas referentes a la muerte del Reverendo Florian Gall. Ahora lo están investigando en siete condados a través de la fiscalía de los Estados Unidos.

 

Representantes del Centro hospitalario Somerset aseguran no saber que Cullen había sido investigado en otros condados y sólo comprobaron sus credenciales cuando lo contrataron. Fue durante el periodo que trabajó en éste hospital donde realizó su trabajo más mortal, admitiendo haber matado entre 12 y 15 personas en sólo 13 meses.

 

Según sus declaraciones, actuó así para aliviar el dolor y sufrimiento de los enfermos, pero las investigaciones confirman que muchos de los pacientes no mostraban enfermedades terminales o de gravedad.

 

El 2 de marzo del 2006, durante el nuevo juicio Charles Cullen, considerado uno de los asesinos más prolíficos que ha habido en el sector médico de los Estados Unidos, evitó ser condenado a muerte tras llegar a un acuerdo con la fiscalía mediante el cual él les dirá que pacientes mató usando inyecciones de medicamentos difíciles de detectar.

 

Durante el juicio se mostró muy tranquilo ante la presencia de los familiares de las víctimas que mostraron fotografías y calificaron al ex enfermero de "monstruo".

 

"En caso de que haya olvidado cómo se veía mi madre, míreme a los ojos ahorita", le dijo Richard J. Stoecker a Cullen, quien permaneció calmado y cruzado de brazos en la corte.

 

El asesino admitió haber usado dosis letales de medicamentos para matar a sus pacientes. Cuando fue arrestado en diciembre del 2003 dijo que mató a pacientes "muy enfermos", pero en realidad algunos no estaban enfermos de gravedad.

 

Cullen ha dicho a los investigadores que quizá mató hasta 40 personas durante su carrera como enfermero, que empezó en 1987. Más adelante será sentenciado por siete homicidios y tres intentos de asesinato en Pensilvania.

 

Finalmente Cullen fue sentenciado a 11 cadenas perpetuas consecutivas durante la tensa audiencia por 22 asesinatos e intento de homicidio de otras tres personas sólo en Nueva Jersey.
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