Noemí F. " Desquiciada "
Desde
muy chica, Noemí F. tuvo una especial antipatía por
las mujeres. A sus hermanas ni siquiera les hablaba, y en la escuela prefería
jugar con sus compañeros varones, No tenía amigas, y juraba que nunca las
tendría, Su madre quedaba preservada porque compartía con ella la descalificación
hacia su propio género.
Noemí pasó su adolescencia acompañada por un hermano
mayor, un primo y un amigo llamado Sergio, con quien tenía secretas fantasías
de casamiento. No las concretó. Otra mujer le ganó de mano, logrando así
reafirmar las creencias de Noemí :
las mujeres eran rivales peligrosas a las que había que aplastar.
Cuando
terminó el colegio secundario empezó a trabajar como cajera en un supermercado,
donde conoció al que sería su marido: Él era un proveedor de aguas y gaseosas y
.la invitó a salir poco después de conocerla. Estuvieron juntos durante un buen
tiempo hasta que él le propuso casamiento. Noemí no estaba segura de quererlo como esposo, pero
aceptó: temía que llegara otra mujer y se lo quitara, como ya le había pasado
antes.
El
matrimonio funcionó sin mayores sobresaltos por casi veinte años, hasta que Noemí conoció a Manuel,
un albañil que trabajaba en una obra a dos cuadras de su casa.
Vivieron
una relación clandestina durante seis meses. Noemí , sin embargo, no
soportaba que él tuviera una esposa y dos hijos. Constantemente le pedía que se
separara: ella haría lo mismo, sin ninguna carga de conciencia. Se irían
entonces a vivir juntos y empezarían todo desde cero.
Al
final, Manuel cedió a las exigencias
de su amante. Una vez que él empezó los trámites de su divorcio, Noemí armó una valija y se despidió de su familia
sin dar mayores explicaciones. Al marido le anunció escuetamente que había
encontrado a otro hombre y que se iría con él. Al hijo lo saludó con un beso y
le dijo que ya era grande como para arreglárselas solo.
Noemí y Manuel
alquilaron una casa en el mismo barrio donde ya vivían y trataron de acomodarse
a la nueva situación.
Cuando
conoció a Noemí
, él ganaba un sueldo respetable trabajando en la construcción de un
edificio de doce pisos. Pero la buena suerte se le acabó enseguida: la obra se
detuvo por problemas en la habilitación, y Manuel
se quedó sin nada. Hacía, sí, algún trabajo en forma esporádica, pero con eso
no ganaba más que unos pocos pesos.
Para
compensar, Noemí
había empezado a hacer
empanadas para una rotisería, y era quien a duras penas mantenía la casa.
Muy
pronto Noemí
empezó a sospechar que la ex
mujer de Manuel, Marcela, quería reconquistarlo. Cada
vez que él anunciaba que iba a ver a sus hijos, Noemí armaba un escándalo. Pretendía que los viera
menos o que dejara de verlos por un buen tiempo. "Vos
vas a ver a los chicos por cinco minutos, y el resto te quedás con la pelotuda
de tu ex. "
Una
noche, sonó el teléfono y Manuel
atendió, bajo la mirada feroz de Noemí . Cuando cortó, le tuvo que contar que Marcela lo llamaba reclamando la
pensión alimentaria de los chicos. "No le puedo dar
nada", se lamentó Manuel,
cabizbajo. Noemí
, que recién había cobrado uno de los encargos de la rotisería, le
adelantó algo. "Llevale la
plata, nomás. Quiero ver si después deja de llamar. "
En
cuanto Manuel agarró el dinero, Noemí le retuvo la mano, mirándolo de frente: "Ojo, vos. Si hacés una cagada yo los mato. A vos ya la otra ".
Manuel había estado casado con Marcela durante doce años. Y en todo
ese tiempo, había tenido una amante fija que se llamaba Estela. Esta relación, en realidad, llevaba diecisiete años.
Manuel y Estela se habían conocido de chicos y fueron novios hasta que se
separaron por una discusión irrelevante. Inmediatamente, Manuel conoció a quien sería la madre de sus hijos y se casó con
ella.
Pocos
meses después de la boda, Manuel y Estela se reencontraron y cambiaron la
índole de su vínculo: dejaron de ser novios y se convirtieron en amantes.
Es
probable que si Estela hubiera
ejercido presión, Manuel se habría
separado para volver con ella: como muchos hombres, Manuel actuaba y decidía según demandas externas. Pero Estela confió en que el amor que se
tenían bastaría para poner las cosas en su lugar. Se equivocó. Cuando vio que el
matrimonio de Manuel llegaba a su
fin, supo que ella no había sido el detonante, él dejaba todo por una mujer
casada a la que había conocido hacía seis meses.
Cuando
él se lo contó, como se lo podía haber contado a una vieja amiga, ella se
contuvo y no hizo ni un mínimo gesto de derrota. Le dijo que se fijara en lo
que hacía y le sirvió un vino para brindar por su futuro. Así, de paso,
disimulaba su tremenda decepción.
Manuel había cometido el error absurdo
de contarle a Noemí
lo de su amante oculta. A
ella le pareció inadmisible que su ex mujer no se hubiera dado cuenta durante
tantos años de que estaba siendo engañada. Por las dudas, le dejó en claro que
esa historia tenía que terminar. "Olvidate de esa
mina, porque yo no soy como tu ex: si la volvés a ver, se pudre todo".
Manuel le juró fidelidad, pero no tenía
la menor intención de dejar a su amante de toda la vida. Por otro lado, no era
como creía Noemí
: su ex mujer sí sabía que existía otra, pero hacía de cuenta que no
se había enterado de nada.
Cuando
estaba embarazada de su segundo hijo, una cuñada le contó que Manuel visitaba a Estela dos veces por semana. Ella escuchó la información y dijo que
hablaría con su esposo para aclarar el asunto. Pero nunca se animó a hacerlo.
En el fondo tenía miedo de que a la hora de elegir, él optara por quedarse con
la otra.
Durante
las primeras semanas de convivencia con Noemí , Manuel
dejó de visitar a Estela. Pero una
tarde, cuando terminó de trabajar, pasó por su casa. Estela lo recibió, sorprendida. Sabía que él volvería pero no lo
esperaba tan pronto.
Ya
en la cama, después del reencuentro, él le contó que su vida no estaba
marchando tan bien como había imaginado. Noemí lo controlaba y vivía obsesionada pensando que
él la iba a engañar. "Tan loca no está
", le dijo Estela, con una
carcajada irónica, haciendo un gesto que abarcaba el dormitorio.
Enseguida,
Manuel se vistió para irse. Estela nunca lo había visto tan apurado
ni tan nervioso por los horarios. Era evidente que la nueva concubina tenía más
carácter que ella y que la ex mujer. A lo mejor, era lo que Manuel necesitaba. Se abrazaron en la
puerta y ella le hizo un par de bromas con respecto a su nueva condición de
hombre dominado. Manuel la besó y le
dijo que le diera tiempo. "Ya la voy a
acostumbrar a que me aguante como soy."
Cuando
llegó a la casa encontró a Noemí nerviosísima, cocinando empanadas. Dejó el
cuchillo con el que estaba picando cebollas y lo encaró. " ¿De dónde venís?" Manuel tenía la respuesta lista. Le dijo que había estado
trabajando y que después había pasado a ver a los hijos.
Noemí no podía soportar que Manuel estuviera viéndose con su ex mujer con tanta asiduidad.
Pensó que en todo ese tiempo ella no había visto a su hijo y le pareció una
situación injusta. "Si yo no veo al
mío, vos no ves a los tuyos", le advirtió.
Manuel no se dejó intimidar. Le
explicó, a punto de perder la paciencia, que si ella no veía a su hijo era un
problema suyo. "Yo no te pido
que no lo veas. Podés ir a verlo todos los días, si se te da la gana.
"
De
pronto, Noemí
cayó en la cuenta de que Manuel podía haber estado con su
antigua amante. Se le acercó y le agarró la camisa con las manos manchadas de carne
picada y de cebolla. " ¿Vos estás viendo
a la otra, a la que te cogías además de tu esposa?"
Manuel se soltó de Noemí y se desabrochó la camisa, harto. "No la vi, pero podría verla. Seguro que la pasaría mejor
que con vos. "
Noemí lo miró y siguió cocinando. En voz baja, le
advirtió que tuviera cuidado. "Yo no perdono,
así que pensá lo que hacés."
Al
día siguiente, Manuel se levantó
temprano para ir a la obra. Se reuniría allí con sus compañeros para coordinar
una protesta contra la empresa constructora que los había dejado abandonados.
Noemí , que había
trabajado casi hasta el alba para terminar un pedido de la rotisería, estaba de
pésimo humor. Le dijo que en vez de jugar al sindicalista le convenía ir a
buscar un nuevo trabajo para mantener la casa. Manuel no se molestó en contestar y Noemí no insistió: era consciente de que hacía poco
que estaban juntos. Si peleaban todos los días, él terminaría volviendo a su
antigua casa. Lo abrazó y lo metió de nuevo en la cama, desplegando toda su
experiencia en materia sexual.
Cuando
él se fue, ella terminó de empaquetar las empanadas y limpió la casa. Un rato
más tarde pasó una camioneta de la rotisería y se llevó el pedido.
Entonces
Noemí se puso una campera y fue a hablar con Estela.
Cuando
escuchó el timbre, Estela estaba
terminando de cortarle el pelo a una clienta. Había instalado una peluquería en
su casa, pero no recordaba haber dado un turno a esa hora.
Fue
a la puerta y se encontró con una mujer teñida de rubio que la miraba con odio.
"Soy Noemí , la nueva mujer de Manuel."
Estela la miró con curiosidad.
Era
mucho más petisa y gorda de lo que ella había imaginado, y se alegró
sinceramente por haber podido comprobarlo.
Noemí intentó pasar pero Estela se interpuso. Le dijo que estaba con una clienta, y que no
tenía ni tiempo ni ganas de atenderla. Noemí le
mostró un anillo de compromiso: " ¿Ves?
Manuel y yo
estamos juntos. Olvidate de él. No va a venir más."
Estela estuvo a punto de decirle que Manuel la había visitado el día
anterior y que volvería al día siguiente, pero se contuvo: la más perjudicada
sería ella. Le dijo, en cambio, que la felicitaba y que no tuviera miedo.
"No te preocupes. Él no te va a dejar por
mí: yo estoy saliendo con otro hombre. Porque si no "
Noemí se enfureció y sintió que la habían descubierto:
era verdad que estaba asustada ante la posibilidad de perder a Manuel, pero jamás lo admitiría. "No me preocupo. Y menos por una forra como vos, que ni en
veinte años consiguió vivir con su amante. A mí me llevó seis meses, para que
veas. "
Las
dos se midieron, odiándose. Estela
se despidió con una sonrisa falsa y cerró la puerta, temblando de rabia.
Noemí se fue, pensando que las mujeres eran la peor
cosa que existía sobre la tierra.
Ya
en su casa, Noemí
prendió el televisor para
calmarse y se tiró en la cama. No tenía ganas de cocinar ni de limpiar ni de
nada.
A
las siete llegó Manuel, pálido y
abatido. Había ido a visitar a sus hijos y su ex esposa le había anunciado que
.le mandaría una carta documento para obligarlo a pagar la cuota de alimentos:
según Marcela, lo que él le había
dado la última vez no le alcanzaba ni para la mensualidad del colegio.
Noemí lo miró, asombrada. No podía entender cómo Manuel no se daba cuenta de lo que para
ella, era evidente, la ex quería tenerlo de vuelta en su casa y lo extorsionaba
con el dinero.
Estudió
a Manuel unos segundos. Pensó que
era un hombre de poco carácter que, muy posiblemente, podía ceder a la
extorsión. También existía la posibilidad de que Manuel cediera porque, en el fondo, extrañaba la vida con su esposa
y sus hijos.
Decidió
entonces que iba a usar esa falta de carácter para convencerlo de quedarse con
ella.
Fue
a un cajón y sacó unos cuantos billetes. Se los dio a Manuel, sabiendo que era lo último que tenían. "Tomá, pasale a tu ex para que no rompa más las pelotas. y
si sigue jodiendo, yo me encargo. "
Marcela, la ex mujer de
Manuel, vivía su separación con
angustia y con asombro.
Lo
peor era que, en su caso, su pareja no había seguido el típico proceso de
desgaste que anunciaba la ruptura; Todo había sido abrupto. Un día Manuel empezó a volver tarde a la casa
y dos meses después se había ido a vivir con otra mujer, que no era su amante
histórica.
Marcela había
averiguado en el barrio los antecedentes de Noemí . Se enteró de que la
nueva mujer de su marido había estado casada durante casi veinte años, que no
se le conocían otros hombres y que tenía un hijo que estaba a punto de terminar
el secundario. No tenía amigas, y era bastante famosa por sus discusiones con
varias de sus vecinas. "Es peleadora y
peligrosa ", opinó una de ellas. Para ejemplificar, contó
que en un quiosco de la zona había amenazado a la dueña con cortajearle la cara
con una navaja.
Horrorizada
por esos antecedentes, Marcela
imaginó lo peor.
Una
tarde, mientras esperaba que se hiciera la hora de buscar a los hijos al
colegio, llamaron a la puerta. Se asomó y vio a una mujer rubia que trataba de
espiar por la ventana. "Abrime, soy la
mujer de Manuel", le dijo con voz alterada. Marcela abrió la puerta, pero dejó
cerrada una reja que impedía el paso. Tratando de parecer firme, Marcela le dijo que se fuera. Noemí apoyó en la vereda unas bolsas de mercado,
sacó unos billetes del bolsillo y se los extendió a través de la reja. "Te traje plata, a ver si dejás de molestarnos.
"
Marcela la miró, sin
agarrar los billetes. La otra insistió. "No te
hagás la conchuda. Agarrá eso, y andá . haciéndote a la idea de que Manuel no
vuelve más con vos. Y si volvés a llamar a casa, yo vengo personalmente y te
hago mierda. "
Marcela cerró la puerta
mientras, indignada, le decía a los gritos que la iba a denunciar a la policía.
Las
obras del edificio en el que estaba trabajando Manuel seguían paralizadas. Él se conformaba con algunas changas
ocasionales, pero poco a poco se había ido acostumbrando a la inacción.
Su
vida con Noemí
no era lo que había esperado,
pero al menos le generaba emoción y adrenalina. En algún punto, los celos y la
actitud posesiva de su nueva mujer lo hacían sentirse orgulloso. "Qué voy a hacer... Noemí tiene miedo de que la largue, entonces me
persigue", alardeaba ante sus amigos.
Era
cierto. Noemí
se sentía amenazada por esas
dos mujeres, que se habían convertido en una obsesión. Estaba convencida de que
él las seguía viendo a las dos. Y que si se encontraba con ellas no era porque Manuel las buscaba en forma voluntaria
sino porque ambas hacían cualquier cosa con tal de retenerlo. Por su parte, Marcela y Estela pensaban lo mismo de ella. Ni por un momento suponían que Manuel se quedaba con la nueva mujer
por amor: creían con fe ciega que él estaba arrepentido de vivir con Noemí ,
pero que seguía allí por miedo a sus arranques violentos.
En
realidad, todas tenían su parte de razón. La vida de Manuel no estaba regida por convicciones firmes sino por el rechazo
al escándalo y el temor a situaciones de conflicto. Tranquilamente hubiera
vuelto a la casa de su esposa ya la quietud del dormitorio de su amante si no
fuera por el temor de enfrentar a Noemí . Por otro lado, tampoco rechazaba la
idea de permanecer con Noemí , si no fuera por sus celos demenciales.
Celos que -además- él mismo provocaba.
Cada
vez que Manuel visitaba a sus hijos,
Marcela le reclamaba que volviera a
la casa. Le había contado al detalle la visita de Noemí y los datos adicionales que había conseguido
sobre la personalidad de su competidora. "Estuvo
a punto de tajearle la cara a una vecina ", explicaba con
espanto.
Estela había sido más perjudicada
todavía: había recibido cuatro visitas de Noemí en una semana. Hizo la denuncia en la
comisaría del barrio y colocó dos candados y un pasador en la puerta de su
casa.
Manuel empezó a temer una tragedia. Fue
a ver .J: Estela y le anunció que
por un tiempo tendrían que dejar de verse, "hasta
que a ella se le pase". Estela no le contestó nada y lo acompañó a la puerta, para que se
fuera.
En
su casa, Noemí
se desesperaba. La racha de
trabajos para la rotisería se había cortado. Seguía recibiendo pedidos pero en
una cantidad mucho menor.
Manuel tampoco hacía demasiado por
ganar más dinero. Anunciaba que de un momento al otro volverían a contratarlo
en el famoso edificio de doce pisos, con lo cual rechazaba trabajos seguros que
le iban ofreciendo. "No puedo agarrar
nada porque ya vamos a tomar lo otro, el laburo grande",
contestaba ante cada propuesta. Solamente aceptaba algún encargo menor que
pudiera resolver en uno o dos días: reparar el techo de un baño, pintar un
dormitorio, arreglar unas manchas de humedad.
Noemí pasaba horas en la cama con Manuel, sin nada para hacer. Le habían
avisado que Leo, su hijo, había abandonado el colegio y se había instalado con
un amigo en Luján. Noemí no podía entender cómo su ex marido permitía
que las cosas hubieran llegado a ese punto. Quería ir a buscar a Leo pero le
parecía que no era el momento adecuado para salir de la ciudad: estaba
convencida de que apenas ella se subiera al colectivo Manuel iría a ver a las otras.
Un
martes por la mañana, Manuel salió a
hacer un trabajo que le había encargado un vecino. Iba a impermeabilizar un
techo ya cambiar unas tejas rotas. Se despidió de Noemí avisando que iba a estar afuera todo el día.
Para
Manuel el trabajo era sencillo y
rápido. A las cinco de la tarde terminó, cobró su dinero y fue a ver a sus
hijos. Se encontró con que su ex mujer estaba esperando al médico porque el
menor de los chicos tenía fiebre.
Más
tarde, cuando vieron que se trataba de una angina común, Manuel y Marcela se
sentaron en la cocina a tomar mate. Marcela
se le acercó, le acarició la cabeza y le dijo que ella y sus hijos lo
extrañaban.
Manuel no sabía qué hacer. Al fin, le
dejó dinero para los medicamentos y volvió a su casa.
Noemí estaba esperando a Manuel en la cocina, preparando un guiso. En cuanto llegó lo
enfrentó, fuera de sí. Le gritó que hacía horas que estaba oscuro, con lo cual
él no podía estar arreglando ningún techo. Manuel
le dijo la verdad: creyó que la mención de la fiebre del hijo iba a desactivar
los celos de la mujer.
Pero
Noemí reaccionó con furia. Le recordó que su propio
hijo había abandonado el colegio y que ella, sin embargo, había decidido no ir
a verlo para quedarse con él.
Manuel fue contundente y repitió el
argumento que ya había usado en otras oportunidades. "Si
sos una mala madre, problema tuyo. Porque nadie te pidió que te quedes acá
conmigo. "
Noemí volvió a la carga, amenazante. "Por un tiempo a los chicos no los ves más. Hasta que a tu
ex se le pase la calentura con vos."
Manuel, le comunicó que estaba harto de
recibir órdenes y castigos, y que si ella creía que él iba a obedecerle de por
vida, estaba muy equivocada.
Empezaron
a gritarse e insultarse hasta que Manuel,
con la voz ronca de indignación, le dijo que estaba arrepentido de haberse ido
a vivir con ella. Noemí lo escuchó boquiabierta y de pronto pareció
serenarse. "Lo que vos querés es estar con las dos.
Querés volver a tu casa, así de paso también volvés con la otra puta."
Manuel quiso interrumpir a Noemí pero ella seguía hablando, como si acabara de
descubrir cuál era el problema. "Yo no me quería
dar cuenta pero es así. Vos querés estar con las otras dos. Un poco con cada
una. " Noemí se acercó a la mesada de la cocina, donde
estaba preparando su guiso. Manuel
se había dado vuelta, listo para irse. Noemí buscó el cuchillo con el que había estado
cortando verduras y fue tras él. Se lo clavó a la altura de los pulmones, tres
veces seguidas.
Noemí se quedó un buen rato mirando a Manuel, muerto y tendido en el piso de
la cocina.
Al
fin, se arremangó el pulóver, se sacó los jeans y se arrodilló al lado del
cadáver. Con mucha dificultad lo desvistió y empezó acortarlo en pedazos.
" ¿Querés estar con las dos?",
repetía como un mantra. "Vas a estar con
las dos. "
A Noemí le llevó entre dos y tres horas cortar el
cuerpo de su amante. Por falta de cuchillos adecuados, hubo zonas que no pudo
rebanar, pero de todas maneras logró lo que quería: cortó las manos con un
trozo de brazo, y las acomodó en dos cajas de cartón que solía usar para
embalar sus empanadas.
Acomodó
lo que quedaba del cuerpo en bolsas de basura, y guardó en la heladera la mayor
parte.
Apurada,
baldeó el piso de la cocina, se puso un tapado largo de paño azul para cubrirse
las piernas desnudas, y salió con las cajas.
Noemí llegó primero a la casa de Estela. Se cercioró de que no hubiera
nadie vigilando y dejó una de las cajas en el piso, junto a la puerta. Un rato
después dejó la otra caja en la puerta de Marcela.
Enseguida
volvió a su casa y se acostó adormir.
Dos
policías llegaron a la casa de Noemí a
la mañana siguiente. Encontraron el resto del cuerpo de Manuel cortado en varios pedazos.
Noemí Fue condenada a doce años de prisión por
homicidio simple. Saldrá en libertad en diciembre de 2009.
"No me arrepiento ni nada", le dijo Noemí a un psiquiatra forense. "Él se la buscó. Yo le avisé, pero él igual me siguió
mintiendo. Y ojalá que otros hombres se enteren de lo que yo hice, para que
vayan aprendiendo. Usted vaya y cuente. Les va a hacer un bien a muchos de los
que andan jodiendo por ahí."
Fuente :
Libro Mujeres Asesinas , de Marisa Grinstein, archivado en la Biblioteca Municipal " ALMAFUERTE " - Ciudad de Arroyito (cba)