El primer fiscal
Tenemos un violador serial
-Permiso doctor, ya me estoy yendo. Le dejo unas
planillas y resoluciones que tiene que firmar -dijo el abogado Gustavo
Hidalgo mientras
abría la puerta de la oficina del flamante fiscal del Distrito 3 Turno 3, Gustavo Daniel Ivar Nievas. En realidad, hacía dos meses
que Nievas había dejado de trabajar como abogado penalista para asumir como
fiscal de instrucción, luego de superar un estricto examen en el que
participaron unos 150 colegas. Sin embargo, aún no terminaba de asimilar las
responsabilidades que el nuevo cargo le exigía. Por ello, su secretario Hidalgo se había convertido prácticamente en su mano derecha.
-Gracias Hidalgo, dame un segundito y te atiendo... -respondió el fiscal, mientras
lo miraba por encima de los lentes apoyados en la punta de la nariz.
Evangelista
y seguidor de la doctrina de Juan
Domingo Perón, Gustavo Nievas había sido durante años un
abogado penalista considerado en la Jefatura de Policía y por parte del
ambiente judicial como un simple "sacapresos" caído en paracaídas
en una fiscalía. Por ello era observado con cierto recelo en los pasillos de Tribunales II, más aún teniendo en cuenta su supuesto
acercamiento con el gobernador De la Sota, algo que Nievas se encargaba de negar cada vez que se le presentaba la
oportunidad.
Sin embargo,
para este flamante fiscal -poseedor de una gran capacidad histriónica,
ya sea explicando decisiones judiciales o bien contando chistes y graciosas
anécdotas- lo importante era ignorar los comentarios que hacían a sus
espaldas, trabajar y avanzar en las causas penales.
En los
muebles de su despacho convivían libros de derecho penal con expedientes de
todo tipo, obras relacionadas al Evangelio,
discos de la banda británica Pink Floyd
y portarretratos con imágenes de su segunda esposa y de sus hijos.
Por esas
cosas del destino, a Nievas le iban a tocar dos grandes
casos para investigar. Uno era el del violador serial. El otro era un proceso
contra el ex intendente de la ciudad de Córdoba, Germán
Kammerath, a quien
llegó a imputar por un supuesto hecho de corrupción. Kammerath finalmente sería sobreseído de esa causa.
Sin embargo,
las cosas se iban a complicar finalmente para Nievas a mediados de 2004, cuando
empezaron a surgir una serie de denuncias en su contra que terminarían por
obligarlo a renunciar. La más grave de las acusaciones fue la formulada por un
hombre que aseguraba que el fiscal le había pedido una coima a cambio de
dejar en libertad a su hijo. Se trataba de una denuncia que Nievas se encargó de desvirtuar siempre y que al momento de la edición
de este libro la Justicia no se había expedido finalmente.
Nievas observó las planillas
prontuariales que su secretario le había dejado en el escritorio y comenzó a
leerlas detenidamente. Eran casi las 18 del viernes 24 de octubre de 2003.
Las fichas
daban cuenta de varias personas que habían sido detenidas en las últimas horas
y él debía disponer la situación procesal de cada una de ellas. Una de las
hojas le llamó la atención. Era el caso de un estudiante de odontología,
oriundo de Salta, quien se encontraba preso desde hacía varios días por
resistencia a la autoridad. No fue ese delito lo que le llamó la atención,
sino que la causa había sido iniciada en la Unidad Judicial de Protección de
las Personas. Nievas dejó de leer, frunció el ceño y
se preguntó en voz alta:
-¿Protección
de las Personas? ¿Qué hace un estudiante detenido por resistencia a la
autoridad en manos de los de Protección de las Personas? ¿Acaso
esta gente no investiga violaciones?
Hacía unos
minutos que su secretario había partido de la fiscalía. Así que decidió
comunicarse con la Unidad Judicial y averiguar. Levantó el teléfono y marcó el
433-2658. Del otro lado, una
integrante de la dependencia lo atendió.
-Tenemos
detenido a ese muchacho porque creemos que puede ser el violador serial
-disparó la agente judicial, con toda la naturalidad del mundo.
¿El qué? -respondió Nievas, con total desconocimiento.
-El violador serial. ¿No vio lo
que salió en la prensa estos días?
-No entiendo nada de lo que me estás hablando. Acá
nadie me habló de que hubiera un violador serial -dijo el fiscal.
-Es un caso importante
-continuó la mujer- Le voy a decir una cosa: desde hace unos años, hay un violador serial
que está violando a jovencitas en Nueva Córdoba. A esto lo descubrió un grupo de investigadores de Protección de
las Personas. Lo estamos investigando y no lo podemos agarrar. Ya lleva
cometidos muchos ataques.
Nievas no entendía nada.
-Y tenemos detenido a este
estudiante de odontología, porque su rostro es muy parecido a un identikit que
se confeccionó. Lo agarraron los de Protección de las Personas cuando andaba
por Nueva
Córdoba en actitud sospechosa. El hombre se resistió, así que le metieron
resistencia a la autoridad, como una infracción al Código de Faltas. También
le allanaron la casa y no se le encontró nada.
Nievas tomaba nota a las apuradas en una hoja de su cuadernito ayuda
memoria, debajo de unas anotaciones sobre el Evangelio.
- ¿Y por qué nadie
hizo público que hay un violador serial en Córdoba?
-Porque
nadie se quiere hacer cargo. ¿Quién puede pagar el costo que representa eso?
-respondió la agente judicial del otro lado del tubo, con toda la naturalidad
del mundo.
-Bueno, ok. ¿Y esos
hechos dónde están siendo investigados? ¿Quién los tiene? -repreguntó Nievas.
-Cinco casos están en manos del
fiscal Bustos, otros los tiene Caballero, otros están sueltos por ahí y usted,
tiene dos.
Nievas cortó la comunicación abrumado y
ordenó que el estudiante de Odontología fuera sometido a una rueda de
reconocimiento de personas. Esa medida iba a realizarse días después y el
sospechoso iba a recuperar la libertad. Ninguna víctima lo reconoció.
Todo en uno
A la semana
siguiente, Nievas se reunió con los distintos
fiscales que tenían causas de violaciones adjudicadas a un NN y comprobó que
varias de las investigaciones estaban truncas. Así fue que decididamente encaró
al por entonces fiscal general de la Provincia, Carlos
Baggini.
-¿Y vos qué querés hacer, Gustavo ? -le dijo Baggini, en su oficina del primer piso en el Palacio de Tribunales I.
-Me parece que las causas podrían unificarse,
teniendo en cuenta que se trata aparentemente de un mismo violador. Hagamos una
campaña informativa, avisemos a la población, hagamos algo... -dijo Nievas.
Ni bien se
retiró del despacho, Baggini levantó el teléfono y marcó un
número que conocía de memoria. Nievas subió a su auto y encaró hacia Tribunales II. Al rato, comenzó a sonarle el celular y
atendió. Era el fiscal general.
-Gustavo , he decidido que todas las
causas de ese supuesto violador serial vayan a parar a tu fiscalía. Vos te vas
a hacer cargo -dijo Baggini.
Nievas prácticamente no tuvo tiempo de
contestar, antes de que del otro lado el fiscal general cortara. A las pocas,
horas, el fiscal ya estaba reunido con las responsables de la Unidad Judicial de Protección de las
Personas. A partir de entonces, esas funcionarías -Adriana Carranza y Alicia Chirino- iban a convertirse prácticamente
en las únicas personas en quienes Nievas iba a confiar plenamente. Ellas
le informaron que el serial había abusado de una veintena de jóvenes en lo que
iba del año, principalmente en la zona de Ciudad
Universitaria, el Parque Sarmiento y Nueva
Córdoba. Y le
aclararon que los casos debían de ser muchos más, ya que eran muy pocos los
abusos sexuales que se denunciaban. El primer hecho que arrancaba la serie se
había registrado el 3 de noviembre de 2002 a la noche y había tenido como
víctimas a dos chicas.
El paso
siguiente que dio Nievas fue entrevistarse con los investigadores policiales del caso, quienes por ese
entonces ya estaban comandados por el comisario Vargas. Los detectives le mostraron al funcionario judicial cuatro identikits, entre los que se encontraba el del hombre con rasgos norteños y le
explicaron que era preciso determinar si el violador serial
que buscaban era uno o varios que actuaban en forma similar.
Esa misma
semana, Nievas se compró tres libros con
tratados completos sobre el ADN y
sus ventajas en la investigación, a fin de interiorizarse en el tema.
"Como no estaba
claro si estábamos frente a un único violador serial o a varios que actuaban de
la misma forma, decidí que lo mejor era realizar un estudio de
histocompatibilidad con los restos de semen hallados en las víctimas y en sus
prendas íntimas. Eso nos iba a permitir corroborar si se trataba de una misma
persona", comenta
en la actualidad Nievas, mientras revuelve un café
sentado en un bar de la avenida Sabattini,
a escasas cuadras de donde vivía Marcelo Sajen. "Y pensar que el
serial vivía acá nomás, cerca de casa", añade.
A los pocos
días, el fiscal del Distrito 3 Turno 3
solicitó al Centro de Excelencia en
Productos y Procesos de Córdoba (Ceprocor) la realización de ese estudio
con las muestras de semen que se obtuvieron de las víctimas. Paralelamente,
entrevistó a algunas jovencitas y mantuvo diálogos con sus familiares, a
quienes les explicó que haría lo imposible para atrapar al depravado. Si bien
contaba con un reducido equipo de trabajo, Nievas sentía que estaba solo en la
cruzada.
A principios
de noviembre, el fiscal decidió empapelar puntos clave de la ciudad con el
identikit del violador -que, por cierto, los medios de prensa ya se
habían encargado de difundir- y una serie de teléfonos para que la
gente llamara si tenía alguna pista. Muy pocos en la Policía estuvieron de
acuerdo con esa medida. "La idea era sacar el rostro a la calle, había que
empapelar la ciudad, para que la gente estuviera alertada y a la vez colaborara
con la causa. Quería que el retrato se viera en todos lados y que los
cordobeses lo tomaran como propio. Parecía mentira pero en las comisarías ese
identikit ni se conocía", explica Nievas hoy.
Empleados de
la fiscalía de Nievas comentan que el funcionario, al
comienzo, tuvo que poner dinero de su propio bolsillo para realizar las
primeras fotocopias del dibujo. Otro obstáculo para el fiscal fue la carencia
de un vehículo propio para realizar las principales diligencias. Ese auto iba
a ser cedido bastante tiempo después. "Pedí dinero para llevar adelante una campaña
informativa y digamos que no tuve todo el apoyo necesario que se requería en
ese momento. Por suerte, tiempo después, el problema se subsanó", señala Nievas.
El identikit del violador serial empezó a circular por todos lados,
ya sea en la Universidad, en comercios, hospitales, postes, taxis, remises y
colectivos. También comenzó a ser reenviado entre los mismos estudiantes y
profesores a través de los correos electrónicos. Esto significó un duro golpe
para las propias víctimas del serial, muchas de las cuales se enteraron de que
habían caído a manos de un mismo depravado y que ese sujeto andaba impune por
la ciudad desde hacía largo tiempo.
"Esa
campaña informativa fue desacertada, porque provocó que empezaran a llover
datos truchos. La gente llamaba y decía que creía conocer al violador, cuando
no era así. Ese identikit mostraba un rostro muy común en Córdoba, por eso todos creían verlo a cada rato, por lo que la
investigación se terminó complicando", señalan algunos investigadores.
No obstante, la campaña publicitaria permitió que familiares de
víctimas del serial que no habían hecho la denuncia se acercaran a la fiscalía
para dar testimonio de lo que les había sucedido a sus seres queridos.
A principios de noviembre, el fiscal Nievas mantuvo una reunión con el jefe
de Policía, a quien le solicitó que intensifique los patrullajes en la zona de Nueva Córdoba y, en especial, el Parque Sarmiento. "Yo trabajaba con
una psicóloga que me dijo que seguramente el violador serial, al ver que no
podía actuar donde siempre lo había hecho, se iba a trasladar hacia su zona,
hacia su barrio. Y ahora que lo pienso, así fue, porque tuvimos casos de ataques
en la zona de barrio San Vicente y Altamira, que queda cerca de donde vivía Sajen", comenta Nievas, quien por las noches recorría la avenida del Dante en su propio auto para comprobar si el patrullaje
se llevaba a cabo. "En más de una oportunidad, tuve que tomar el celular
y llamar al jefe de Policía para decirle que no veía ningún policía en la zona", recuerda indignado Nievas. A los pocos minutos, comenzaban a verse balizas azules
iluminando la oscuridad de la avenida
del Dante.
La presunción del por entonces fiscal no era errónea. Tanta saturación policial hizo que el serial se
moviera de lugar cada vez más. El 27 de
noviembre a la noche, volvió a atacar en un sitio que nadie había imaginado.
El
delincuente sorprendió a una chica de 27 años que caminaba para encontrarse con su novio en avenida Patria y calle Sarmiento,
en el barrio Alto General Paz.
"Caminá o te mato", le dijo Sajen y la llevó varias cuadras hasta el Centro de Participación Comunal (CPC)
Pueyrredón, un edificio destinado a
atender trámites municipales y que se encuentra
ubicado en una calle que se convierte finalmente en la ruta nacional 19 que va
a San Francisco o a Pilar.
La joven fue
violada en un oscuro sector de las adyacencias del edificio. A pocos metros
había una guardia policial que no se enteraría de la violación, hasta que el
caso tomó estado público por la prensa.
"El tipo se me
apareció de atrás y me preguntó si yo trabajaba en una oficina y si llevaba
cinco mil pesos. Yo le dije que no, pero él insistía que yo tenía plata. Me
hizo que lo abrazara y me apuntó con el arma. Tenía que mirar para la derecha y
no verlo. Me dijo: 'Si
pasa un policía o el CAP somos novios. No grités que yo no te voy a hacer nada'. Tenía tonada
norteña, boliviana. Me preguntó si conocía a un tal Gustavo . Me dijo que lo
acompañara unas cuadras y que después me iba a dejar. Estaba desorientado. Me
hizo doblar en un pasaje y se enojó porque no tenía salida. 'Mirá a donde me traés', me dijo. Ahí se me
cruzaron mil cosas y me largué a llorar porque pensé que me mataba. 'No llorés que yo no te voy a
hacer nada', me decía. Hizo que dobláramos. En el camino, un
perrito me peleó, me rasguñó, y él me dijo que si me mordía lo iba a matar. Yo
no tenía palabras para decirle. Llegamos a la cuadra del CPC y, en el
descampado, me violó. Tenía papada, grasa. Era un poco más alto que yo, era
robusto, pelo corto negro, tenía labios gruesos, andaba vestido con un short de
fútbol con franjas blancas, llevaba zapatillas y una remera celeste", relató la joven a un
investigador que la entrevistó tiempo después.
La tardanza
del Ceprocor a la hora de confirmarle a Nievas si se estaba en presencia de un
mismo violador serial hizo que él se quejara durante una entrevista
periodística. El hecho de ventilar esa molestia ante la sociedad provocó, a su
vez, que el Tribunal Superior de Justicia lo reprendiera en una reunión que se realizó a puertas cerradas.
Portación de cara
Durante
noviembre y diciembre de 2003, en las calles de Córdoba comenzaron a reiterarse
detenciones de todo hombre cuyas características físicas coincidían con las del
violador serial. Esta política de cacería por portación de cara, implementada
por la Policía, se intensificaría al año siguiente y llegaría a su punto máximo
con el arresto de Gustavo Camargo, un hombre de notable parecido
al identikit y que llegó a estar preso casi 40 días, luego de haber sido
señalado por una víctima de Sajen que creyó reconocerlo en una
calle de barrio San Vicente. Para
colmo, el hombre no llevaba calzoncillo debajo del pantalón, lo que hizo que la
Policía y el fiscal Nievas creyeran que habían dado en el
blanco.
Por aquellos
días de fin de año, mientras las vidrieras de los comercios empezaban a
poblarse de Papá Noel, arbolitos verdes y angelitos coloridos, Nievas no paraba de moverse ni de salir en los medios de prensa. A
diferencia de otros fiscales, que hacen del bajo perfil un culto, él no dudaba
en atender a todo aquel periodista que lo consultara, ya sea sobre los avances
en la investigación contra Kammerath o bien en la causa del serial.
En esa vorágine, Nievas se hacía tiempo para entrevistar
a jóvenes que, merced a la campaña informativa, se acercaban a denunciar que
habían sido violadas por el serial. También se reunía periódicamente con los
investigadores y con jefes policiales.
Nievas recuerda que les dio instrucciones para que rastrearan a todos
los delincuentes seriales de los últimos cinco años que habían atacado en Córdoba y a sujetos que fueron arrestados por merodeo. La decisión de
investigar a los merodeadores se debía a que en la investigación ya se pensaba
que el serial efectuaba un plan previo de seguimiento de sus víctimas y de los
lugares adonde iba a llevarlas.
-Este tipo está
cebado. Muy cebado y no va a parar. Lo peor es que tengo miedo de que mate a
una chica -no se
cansaba Nievas de reiterarle a los policías.
Para fines de 2003, Nievas y sus hombres (y
mujeres, de la Unidad Judicial) barajaban los nombres de ocho
sospechosos. La mayoría estaba en libertad y se les había extraído sangre para
análisis de ADN. Había de todo. Uno
era docente de la UNC, otro era el
estudiante de odontología, había un enfermero que trabajaba cerca del Parque Sarmiento, un peluquero, un comerciante,
un desocupado y dos policías en actividad. Sí, dos policías. Es que muchos de
los investigadores, aunque lo niegan hoy, tenían por aquel entonces la íntima y
explícita sospecha de que el depravado era violador serial de noche, pero de
día vestía uniforme azul. La idea estaba centrada en la forma de hablar y de
actuar del delincuente, pero sobre todo porque tenía la extraña capacidad de
desaparecer de los lugares donde se hacían operativos especiales con investigadores
vestidos de civil. El razonamiento era simple: ya habían tenido un policía
violador. ¿Por qué no podían estar frente a otro? La sola idea de que esto
fuera cierto, le causaba al jefe de Policía más que un simple dolor de
estómago.
El 29 de diciembre, los ocho sospechosos fueron sometidos a una
rueda de reconocimiento de personas en la alcaidía de los Tribunales II. La medida procesal, de la que participaron
cinco de las nueve víctimas que habían sido citadas y Javier (el muchacho que ayudó a confeccionar el identikit), se extendió
durante toda la jornada. Los imputados fueron pasando por una sala que tenía
un vidrio espejado a través del cual, en otra habitación separada, observaban
las jóvenes.
Al no ser
reconocido ninguno, quienes estaban presos quedaron en libertad de inmediato.
Sin
brindis
Aquel 31 de diciembre de 2003, en varios hogares quedaron las
copas guardadas en los estantes. Ninguna víctima ni sus familias tenían motivos
para festejar el final del año y el comienzo de otro. Uno de esos hogares
destruidos estaba ubicado en la ciudad de Villa
María, al sur de Córdoba.
En la casa vivían un hombre, su esposa y su hija adolescente. En
realidad, sobrevivían. En agosto de ese año, la jovencita, quien se había
trasladado a la ciudad de Córdoba para estudiar una carrera universitaria,
había caído en las garras del violador serial. Fue salvajemente violada y
golpeada en el ex Foro de la Democracia.
La chica era virgen. Esa noche de viernes, luego de que el serial
la amenazara de muerte y la dejara abandonada, regresó como pudo hasta su
departamento y llamó a su padre para contarle todo.
En poco más de una hora, el hombre viajó en su auto, por la ruta
nacional 9 hasta llegar a Córdoba. Entró al departamento y luego
de llorar durante un largo rato con su pequeña, le armó los bolsos y se la
llevó de regreso a Villa María.
La joven no volvió a pisar la ciudad de Córdoba.
Pero el sufrimiento no se iba a acabar con la pesadilla sufrida
aquella noche. Pocas semanas después, en su casa, comprobó que había quedado
embarazada. El ginecólogo se encargó de confirmarle el calvario que se le
avecinaba.
Por decisión de sus padres, abortó y jamás hizo la denuncia. El
tratamiento psicológico no fue suficiente. La adolescente intentó suicidarse
dos veces. En ambas oportunidades ingirió grandes cantidades de pastillas,
mientras dormía en su cama. Su madre también intentó poner fin a su sufrimiento
de igual manera. Por fortuna, ambas sobrevivieron. Hoy se encuentran bajo un
estricto tratamiento terapéutico.
Aquel 31 de
diciembre de 2003, mientras aquella familia villamariense padecía el infierno
en sí mismo, Marcelo Mario Sajen levantaba la copa feliz de la
vida, rodeado de sus seres queridos, brindando y festejando la llegada del
2004. Sería la última vez que celebrara el fin de año.
Soy
Gustavo , el violador serial
16.58.
Domingo 4 de enero de 2004, central 101 de la Jefatura de Policía:
-Policía, buenos días, atiende Jorgelina.
-Hola, mirá, soy Gustavo
Reyes... Soy el violador serial que andan
buscando.
-¿Ah, sí? ¿No me diga?
-Mirá hija de puta. Soy el violador serial y te voy a
cagar cogiendo a vos como lo hice con todas las demás. Te voy a hacer de todo.
Y a vos te va a pasar lo mismo, te voy a cagar cogiendo.
Cuando la
oficial del servicio 101, del Departamento Centro de Comunicaciones
de la Policía, que funciona en el cuarto piso de la Jefatura, quiso realizar
una nueva pregunta, el hombre colgó. De inmediato, la policía dejó los
auriculares con el micrófono incorporado en su estación de trabajo y se
levantó corriendo para contarle a su jefe lo que había sucedido. El comisario
levantó el teléfono y avisó a los pesquisas de Protección de las Personas.
Dado que el
sujeto no había antepuesto *31#, el
número del teléfono que había usado quedó registrado en la pantalla de la
computadora. En segundos, los investigadores supieron que la llamada había sido
efectuada desde un aparato ubicado en la calle Soto, a pocos metros del Arco
de Córdoba, en el barrio Empalme.
En pocos
minutos, una comisión de investigadores salió disparada hacia ese lugar y se
encontró con un teléfono público ubicado en un comercio. Los policías encararon
a la dueña del negocio y desplegaron ante sus ojos el identikit del norteño.
-Mmm, sí, puede ser.
El hombre era morocho y habló un ratito y cortó.
-¿Algo
más señora? ¿No hubo nada más que le haya llamado la atención? -
inquirió uno de los policías.
-Hablaba bajito, así
que no se podía oír bien lo que hablaba.
-¿Algo más? ¿Algo fuera de lo común?
-i Sabe que sí! Me llamó la atención el hecho de que
mientras hablaba parecía sobar el teléfono, lo acariciaba con las manos... Fue
muy extraño - respondió
la mujer.
De nada
sirvió que los investigadores le preguntaran si conocía a aquella persona, si
sabía dónde vivía o si alguna vez lo había visto por el barrio. La mujer no
tuvo más nada que aportar y los policías debieron retirarse maldiciendo por lo
bajo. Tampoco fue efectiva la búsqueda que desplegaron en la zona, dando
vueltas y vueltas en procura de dar con el sospechoso. Nada. Al llamador
anónimo se lo había tragado la tierra.
Hasta el día
de hoy no existe certeza sobre si esa breve comunicación telefónica realizada
fue efectuada o no por Marcelo Sajen.
No obstante,
investigadores de la Policía Judicial y
hasta el mismo fiscal Nievas sospechan que el violador serial
bien puede haberse contactado con la Policía, en parte para burlarse y también
para demostrar cuán lejos era capaz de llegar, sabiendo que los detectives
estaban muy lejos de poder capturarlo.
"Ese llamado
telefónico me dio una bronca bárbara. Porque sentí como que el tipo se estaba
burlando de nosotros. Y me acordé de la película Siete pecados capitales en la
que Kevin Spacey hace de un asesino que va dejando mensajes a los policías que
quieren agarrarlo. Bueno, en este caso, pensé que este perverso nos estaba
dejando muestras",
señala Nievas.
Había dos
detalles sugestivos en la llamada: por un lado el extraño se había presentado
como Gustavo , el mismo nombre que venía usando en cada uno de sus ataques; y
por el otro, el teléfono estaba ubicado en barrio Empalme, a metros de la avenida Sabattini, una zona que, si bien estaba alejada de Nueva Córdoba y del centro, se encontraba dentro de su
radio de acción.
Incluso, una
alta fuente del Cuerpo de
Investigaciones Criminales, de la Judicial, redobla la apuesta: señala que
el serial no sólo llamó aquella vez, sino que además lo habría hecho al menos
en dos oportunidades más al 0800 que
sería habilitado posteriormente. Esas dos llamadas se habrían producido en el
mes de diciembre de 2004.
Desde la
Policía, algunos refuerzan el misterio y comparten la tesis de que Sajen quiso burlarse de quienes lo perseguían. Sin embargo, hay quienes
desvirtúan todas estas conjeturas porque entre el 21 de diciembre del año
anterior y el 30 de marzo el serial desapareció. Ese día volvió a atacar en
barrio Observatorio.
Ese mismo
enero, luego de que los análisis realizados en el Ceprocor, sobre restos de semen hallados
en las víctimas, demostraron que el violador serial era un solo hombre, Nievas ordenó que la Policía investigara a todos los Gustavo Reyes que existían en Córdoba y áreas cercanas.
"Visto hoy, aquel
estudio del Ceprocor suena menor, pero fue importantísimo. Y, pese a la
gravedad del caso, nos trajo alivio porque indicaba que estábamos detrás de una
misma persona. Imagínate si hubiera demostrado que en realidad había varios violadores
seriales",
añade Nievas.
No era
ninguna tarea fácil investigar a todos los Gustavo
Reyes
existentes. El listado era enorme. Luego de
eliminar a aquellos que ya habían muerto, a quienes eran demasiado chicos o
grandes, los policías tuvieron una lista
acotada que se estrechó aún más al calcular la edad. Sospechaban, en base a las víctimas, que el serial andaba entre los 30 y los 40 años. A lo sumo, 45
años. No podía tener más, a no ser que tomara Viagra o algún estimulante sexual
semejante. Sajen consumía esa pastilla y tenía 39
cuando cayó.
En marzo, los
policías detuvieron a un joven que tenía la mala suerte de parecerse al identikit, de caminar solo
por Nueva Córdoba a altas horas de la noche y, encima, de
llamarse Gustavo Reyes.
Por aquellos
días, se manejaban tres hipótesis en la causa. El violador serial podía ser:
- Un portero de un edificio, el cuidador
de una obra en construcción, o un albañil. Desde ámbitos policiales aseguran
que se investigó prácticamente a todas las personas que trabajaban en las
construcciones de Nueva Córdoba.
- Un comisionista del interior
provincial que viniera a Córdoba Capital a cobrar algún trabajo y, de paso, aprovechaba la
oportunidad para cometer una violación. Por ello es que se investigó a todos
los comisionistas o cobradores que salían en los avisos clasificados de los
diarios.
- Un hombre que residiera en alguna
localidad "dormitorio" del Gran Córdoba y que viniera a trabajar a la Capital. La sospecha era que esta
persona bien podía cometer los ataques sexuales y luego escapar hacia la
terminal de ómnibus. Se apostaron investigadores de civil en la estación, pero
no sirvió de nada.
¿Qué pasó con Gustavo Reyes? Fue sometido a una rueda de reconocimiento de personas. Ninguna
víctima lo señaló y el hombre quedó en libertad. Los resultados de su ADN terminaron por desinvolucrarlo.
Mapa
El hombre
fuma el cigarrillo y lo apoya en el cenicero. Es el cuarto que prende en lo que
va de la charla. Arranca una hoja de la agenda y la pone en la mesa, mientras
el humo se disipa lentamente en la habitación. De pronto, mete la mano derecha
en el bolsillo interno del saco oscuro y saca una lapicera azul. Se acomoda en
el respaldo de la silla y, en segundos, dibuja en el papel varias rectas
paralelas y perpendiculares entre sí.
Hace varios
círculos, algunos cuadrados y traza líneas que por momentos parecen rectas y
después se vuelven curvas. "Esta es la ciudad de Córdoba, éstas son las principales
avenidas y las vías que cruzan la zona sur de la Capital", dice por fin el comisario
Oscar Vargas, quien cuando el serial era su
obsesión, se identificaba como España 1
cada vez que le daba una orden a su grupo de detectives. A su lado, está el
comisario Rafael Sosa, Portugal 1, que lo
mira en silencio.
Vargas .empieza a sombrear los círculos
por dentro y marca flechas, con destreza. "Y éstas son las zonas donde
actuaba el Víctor Sierra, en todos estos sectores se movía el tipo",
agrega.
España 1 dibuja el mapa de memoria. Si
quisiera, podría hacerlo con los ojos cerrados. Se nota que junto a su equipo
de trabajo dibujó varias veces ese mismo esquema una y otra vez, analizando
detalles, buscando respuestas, infiriendo deducciones.
Deja el
cigarrillo y empieza a hablar con pasión. Explica que en las primeras épocas,
en los años 1991 y 1992, Sajen atacó en la zona de Villa Argentina y de Empalme, cerca de la avenida Sabattini, a cuadras del Arco de Córdoba. Sosa lo interrumpe: "Yo conocí a una
amiga que vivía en Villa Argentina. Una noche, mientras volvía sola a su casa,
un tipo la agarró de atrás, le mostró un arma y la quiso llevar a un
descampado. Ella gritó y un vecino salió a socorrerla. El desconocido salió
corriendo y se perdió... No tengo dudas de que era Sajen".
Retoma la
palabra Vargas. Explica que el violador serial
siempre se fue moviendo, cambiando de zonas de acción, cada vez que la Policía
empezaba a trabajar cerca de él. "No creo que el tipo haya contado con alguien que nos
buchoneara. Nadie ayuda a un violador. Él era un caco, un delincuente. Los
choros siempre reconocen cuando un policía está cerca, por más que lleve
uniforme o esté de civil como nosotros.
Lo huelen. Lo presienten. Y nosotros a ellos. Si estuviéramos en un bar y
entran unos cacos, seguro que se dan cuenta de que somos canas. Y viceversa. Es
como un juego, como un juego del gato
y el ratón. Sajen era muy picaro para darte vuelta y reconocerte como cana", dice Vargas.
Y vuelve a
tomar la lapicera. "Mirá, el tipo se fue cambiando de zona de
acción", dice y la ceniza acumulada del cigarrillo cae como un cadáver sobre la hoja. "Entre
el 92 y el 94 hay hechos en la zona donde se ubica la Cooperativa
Paraíso. En el '96, el '97 y el '98 ataca en San Vicente, en Altamira y
zonas cercanas. Después, en '99 empezó en Nueva Córdoba y la zona adyacente al centro".
Sosa vuelve a hablar. "Sí, actúa en Nueva Córdoba
hasta que pierde. Cae en cana luego de asaltar la pizzería de la calle San Luis".
La lapicera
vuelve a dibujar sobre las rayas-avenidas. "Y cuando salió en libertad volvió a atacar en la
zona de Nueva Córdoba, una zona que conocía muy bien para moverse". Vargas vuelve a hablar del gato y el ratón. Señala que cuando los
policías coparon ese sector, el serial se mudó a la zona sur. "Fue a
la zona de barrio Cabañas del Pilar, luego a barrio Iponá, Villa Revoí, barrio
Jardín y así. Siempre se fue corriendo, cada vez que nos acercábamos".
"Acordate Oscar -interrumpe Portugal 1- que después se mandó
para la zona de San Vicente y Pueyrredón". Vargas une con una línea todos los
pequeños círculos que representan las zonas donde Sajen atacó y forma un gran círculo.
"Y vuelve a atacar en Nueva Córdoba, es el caso de la chica Ana, la del mail", señala Vargas, mientras tapa la birome y la guarda en el bolsillo de su saco
oscuro.
Pero se
acuerda de algo y vuelve a sacarla. "Me olvidaba del tema de las vías del tren",
dice el comisario. Según explica, las vías eran muy usadas por el serial. En
efecto, allí cometió una de las violaciones más salvajes contra una adolescente
de corta edad. Además, por una de las vías que pasan cerca de su casa habría
escapado corriendo cuando lo buscaba toda la Policía. "Sajen andaba por las vías, porque por
allí no pueden andar los patrulleros. Eso lo sabe cualquier choro", razona en voz alta.
Luego, agarra el papel y lo hace un bollo. Sosa es quien toma finalmente la
posta.
"El tipo nunca atacó
en la zona norte de la ciudad. Sí, atacó en los barrios Pueyrredón o San
Vicente, que están cruzando el río. Pero nunca se fue al Cerro, a Argüello o a
Villa Allende. Nunca se fue a Carlos Paz. Creo que era porque él no dominaba
bien esos ámbitos y se movía con total tranquilidad en la zona centro y sur de
la ciudad, que es donde solía operar desde hacía años. Aparte, su casa le
quedaba cerca",
agrega Sosa, antes de levantarse de la mesa.
Los caminos de la bestia
"Marcelo era un
desastre para recordar las direcciones. Pero sabía ubicarse en las calles y
sabía bien por dónde ir", dice Zulma Villalón,
mientras recuerda detalles de la vida cotidiana de Sajen. Hay que creerle, porque dice la
verdad.
Por un lado,
basta con analizar cómo su esposo sabía movilizarse y escabullirse cada vez que
notaba la presencia policial. Por otro lado, sirve examinar las calles y
avenidas que rodeaban la zona donde vivía para comprobar cuáles eran
seguramente los caminos que usaba para llegar en pocos segundos a los sitios
donde iba a violar a sus víctimas. Y por cierto, cuáles iban a ser los atajos
para escapar ante cualquier imprevisto.
En los
últimos tiempos, Marcelo Sajen vivía en calle Montes de Oca al 2800 del barrio General Urquiza. Si quería ir desde su
casa, a San Vicente o a Altamira, bastaba con que tomara la
calle Juan Rodríguez, que pasa a
pocas cuadras de su hogar y así cruzar, en una esquina semaforizada, la avenida
Amadeo Sabattini. Si quería ir a Villa Argentina, debía bajar por Juan Rodríguez y al llegar a Sabattini, en vez de cruzar la avenida,
giraba hacia la derecha un par de cuadras.
Para los
investigadores, tanto la calle Juan
Rodríguez como su paralela Gorriti
eran una vía clave de circulación para su accionar. Varios de los abordajes a
sus víctimas fueron cometidos en ambas arterias.
Pero
volvamos a su domicilio. Si Sajen tomaba la calle Montes de Oca en dirección al este
llegaba, en cuestión de minutos, al barrio José Ignacio Díaz 1a Sección, donde vivía su amante, Adriana del Valle Castro.
En cambio,
si salía de su casa por Montes de Oca,
llegaba a Tristán Narvaja y en esta
calle doblaba a la derecha, llegaba a la avenida Malagueño. Esta arteria, que corre paralela a las vías del tren, era clave. Así podía llegar en un corto
tiempo a los barrios José Ignacio
Díaz 2a Sección, donde estaba el taller mecánico de su hermano Eduardo, o bien a José Ignacio Díaz 3a Sección, donde vivía su madre y algunos de sus otros hermanos.
Varias
personas relatan que era común ver a Sajen transitar por estas calles, en
auto o en moto. "Yo llegué
a verlo muchas veces andando en moto por la zona del barrio Coronel Olmedo.
Varias veces lo vi jugando a las bochas en una canchita muy conocida de esa
zona", comenta
un empleado de los Tribunales II que trabaja en la planta baja.
Para llegar a barrio Coronel Olmedo a
Sajen le bastaba tomar la avenida 11
de Setiembre que cruza la Malagueño
y luego se convierte en el camino a 60 Cuadras.
Desde la
casa de Sajen había dos caminos rápidos para
llegar hasta el Parque Sarmiento y al barrio Nueva Córdoba. Podía ir por la avenida Sabattini o por la mencionada Malagueño, donde la presencia policial
es menor. Una vez que llegaba a la avenida Revolución
de Mayo, doblaba hacia la derecha y en cuestión de segundos llegaba al
ingreso mismo al Parque Sarmiento, a la altura de la Bajada Pucará.
Por
cualquiera de los dos caminos podía llegar, a la terminal de ómnibus, donde,
según sospechan algunos investigadores, el serial dejaba estacionado su auto en
la playa para luego salir de cacería.
Si, en
cambio, quería llegar a los barrios Cabañas
del Pilar, Jardín o Villa Revol, donde cometió varias
violaciones, Sajen debía salir de su casa, tomar
la avenida Malagueño y seguir
andando, en forma paralela a las vías, hasta llegar a destino.
Finalmente,
el violador serial viajaba a menudo a la localidad de Pilar. Para llegar allí, le bastaba tomar la avenida Sabattini y dirigirse hacia el este.
Así llegaba a la vieja ruta nacional 9 sur o a la autopista Córdoba-Pilar.
Inocente a prisión
El fiscal Gustavo Nievas se despertó sobresaltado por el
ruido del celular. Eran las 2 de la mañana del martes 25 de mayo de 2004. Para
que su familia no se despertara, Nievas atendió rápido. Del otro lado
oyó la voz de uno de los comisarios de Investigaciones.
-¿Qué
pasa? -preguntó Nievas, con voz ronca.
-Malas noticias, doctor. Ha vuelto a atacar. Esta vez
en San Vicente. La chica tiene 16 años. Salía de un cyber y el Sierra la
agarró. La hizo caminar unas 15 cuadras y la llevó hasta un baldío de la calle
Sargento Cabral y las vías del tren. Ahí la violó. La chica le mintió
diciéndole que tenía Sida, pero el tipo no le creyó y la violó igual.
-¿A qué
hora fue?
-... Entre las nueve y media y las diez de la noche.
La chica hizo ahí nomás la denuncia, junto a su mamá.
-Mire doctor, esta vez, el tipo fue más violento que
otras veces. Se nota que está sacado, nervioso. Para mí que toda esta campaña
de difusión lo está volviendo loco.
-Ok. En 10 minutos estoy allá.
Cuando el
fiscal estuvo en el lugar, se encontró frente a un enorme descampado que se
abría paso delante sobre la vía. En una calle cercana, había varios patrulleros
del CAP y un móvil de la Policía Judicial.
"Fue la primera
violación que cometió el serial después de la intensa campaña de difusión que
habíamos largado ese año. El tipo se sentía acorralado y se fue de donde solía
actuar a otro lado. Tal como pensábamos, se mudó a una zona más cercana a su
lugar de residencia", señala Nievas.
Si bien la
impresión del entonces fiscal es acertada respecto a que Sajen comenzó a atacar en una zona no acostumbrada, el serial
regresaría meses después nuevamente a Nueva
Córdoba.
Después de
realizar la denuncia, la menor y su madre fueron invitadas a colaborar en la
investigación recorriendo la zona. Y si veían al sospechoso, debían avisar a la
Policía.
Eso ocurrió
el 31 de mayo al caer la noche. Mientras la chica caminaba por la plaza Lavalle, corazón del barrio San Vicente, creyó reconocer al
violador sentado en un banco. El hombre se levantó y empezó a caminar. La chica
corrió a un teléfono público y llamó a la Policía. A los pocos minutos, un
móvil policial estaba controlando al supuesto sospechoso.
El hombre
era morocho, no tenía más de 40 años y su parecido con el identikit era
extraordinario. Cuando le revisaron el documento, los policías comprobaron que se llamaba Gustavo Camargo.
-Así
que te llamás Gustavo ..., ¡mirá vos! Gustavo ..., ¡ qué casualidad! ¿El que llamó los otros días al 101 no se
llamaba Gustavo ? -dijo uno de los policías.
-El serial, cuando aborda a las víctimas, menciona el nombre
Gustavo -añadió otro uniformado.
Camargo trató de explicarle a los
policías que él no era ningún violador y que había salido a comprar pan, pero
los policías no le creyeron y lo llevaron a la Jefatura, directamente a la División Protección de las Personas. El
hombre fue metido en una oficina y obligado a desnudarse ante una veintena de
investigadores. Todos querían ver el lunar del que tanto hablaban algunas
víctimas. Para peor, el hombre no usaba calzoncillos. Los investigadores creían
estar frente el sospechoso perfecto. Pensaban que con esa captura, se habían
acabado finalmente las andanzas del serial.
"Yo estaba
convencido de que Camargo era la persona que buscábamos. Había sido
reconocido por una víctima de violación en la calle. Pero estábamos equivocados", dice en la actualidad el
comisario Nieto.
Lo que Nieto se olvida de contar es que Camargo fue sometido a un humillante
interrogatorio durante toda la noche en el que los policías lo presionaron para
que confesara: "¿De qué forma las agarrabas?";
"¿Las hacías agachar?"; "¿Gozabas?". También
hubo tiempo para las amenazas asegurándole que en la cárcel iban a violarlo
salvajemente.
Mientras la
esposa de Camargo salía por todos los medios de
prensa a jurar que su esposo no era ningún violador, Nievas retrucaba que existían indicios que lo vinculaban a los casos del
serial.
En la
actualidad, Nievas se apresura a explicar que este
hombre no fue detenido porque estaba sospechado de ser el serial, sino porque
una víctima lo había reconocido en plena calle. "Y el hecho de que
haya estado tanto tiempo en prisión no es culpa mía. Los análisis de ADN en el Ceprocor
se demoraron más de lo esperado", sostiene.
Esos estudios demoraron 38 eternos días, en los cuales Camargo debió permanecer encerrado con presos condenados. Mientras tanto,
algunos seguían investigando a otros hombres que se llamaban Gustavo Reyes -como el hijo de un ex funcionario judicial-, pero mientras
todos apuntaban contra Camargo, Marcelo Sajen se encargaría de demostrarle a
los investigadores que en realidad el violador serial seguía suelto.
El 14 de junio, Sajen abordó a una chica de 22 años en
pleno Nueva Córdoba, en el cruce de Irigoyen y San Luis (a pocas cuadras de la pizzería que había
asaltado en 1999) y la llevó hasta un baldío cercano a los Tribunales II, donde la violó analmente.
Diez días después, Camargo no fue reconocido en una rueda
de reconocimiento de personas. Al día siguiente, Nievas recibió los resultados de un
estudio de ADN del Ceprocor que le confirmaban que no era el violador serial. Sin embargo, el
fiscal dispuso que continuara detenido ya que no tenía el resultado que le
permitía confirmar si había violado o no a la menor en San Vicente.
Recién el 8 de julio, Nievas tuvo los resultados de ADN que le faltaban. Después de estar
38 días preso, Camargo recuperó su libertad.
Para entonces, la suerte estaba echada sobre Nievas. Al descrédito público a que se vio sometido por la arbitraria
detención de Camargo, se le agregó un pedido de
renuncia por parte del vicegobernador Juan
Carlos Schiaretti, en aquel entonces a cargo de la Gobernación.
El jueves, Nievas le dijo al flamante fiscal
General de la Provincia, Gustavo Vidal
Lascano, que abandonaba el cargo.