CAPITULO VII
El otro Sajen
El amante
Cuando las violaciones perpetradas por el violador serial se
convirtieron en noticia, no fueron pocas las referencias de psicólogos y
psiquiatras entrevistados por los medios de prensa que hacían hincapié en que
el atacante debía ser una persona solitaria, con problemas para relacionarse
con los demás e, inclusive, dificultades para tener relaciones con una mujer.
Incluso, la escasez de información hizo que llegara a
hablarse de un violador travestí y hasta de un hombre que podría vivir y
depender de su madre para subsistir.
Evidentemente, esas teorías poco tenían que ver con la
imagen pública de Marcelo Mario Sajen que, hoy se sabe, no sólo
tenía una familia constituida con seis hijos sino que mantenía a una familia
paralela. Ya se ha hablado de Sajen y de su primer amor, Zulma Villalón, pero nada se ha dicho de otras mujeres que también amaron
(algunas
aún lo hacen) al hombre más odiado de Córdoba.
La Yolanda
Tengo que ir caminando como si estuviera en
un lugar cualquiera; que nadie se dé cuenta de que estoy cagado hasta las
patas. Despacito, a paso firme, pero no demasiado tenso, para que no piensen
que me siento superior... ¡Soy un estúpido! ¿Para qué carajo me habré puesto
las zapatillas nuevas? Van a pensar que son originales y se les va a hacer agua
la boca... si supieran que las compré truchas y me salieron 35 pesos en lugar
de 170 como salen en el centro... ¿Qué hago? Bueno... voy lo mismo, y si me
quieren afanar les doy todo...
El mediodía del 28 de diciembre de 2004, cuando su rostro acababa
de ser dado a conocer, el violador serial fue cercado en barrio General Urquiza y huyó en una moto que
abandonó a metros del ingreso Sur a la villa El Chaparral. Fue la última vez que lo vio la Policía hasta que
decidió quitarse la vida varias horas más tarde. En aquel momento se dijo que
podía estar escondido en la casa de alguna amante.
Meses
después, un miembro de esta investigación conoció que muy cerca del lugar donde
la Policía encontró la moto en la que huyó Sajen, vivía una mujer que, según algunas
versiones, habría tenido "graves problemas" con Marcelo Sajen.
Tengo que ir por
Montes de Oca en paralelo a las vías. Cuando
llego a la cortada que da a la villa miseria, doblo a la izquierda. Total, ya
estoy... ¡Dale no va a pasar nada...! Mmm ¿y si están esos pendejos matones que
dicen que se juntan ahí? Mejor bajo hasta Miguel del Mármol que desemboca en la misma entrada pero unos metros más
lejos, y si veo que están los pibes, doblo como yendo hacia el colegio Hilario
Ascasubi. Si no están, encaro rumbo a la villa.
Después de
días encontrando pretextos para no realizar la visita, una fría mañana de
mayo, uno de los autores de este libro, con más miedos que seguridades, se
disponía a entrar a la villa El
Chaparral para buscar a una mujer de la que nada sabía: la Yolanda.
Lo único que me falta es un cartel que diga
que soy policía. Hasta parezco uno de esos de civil que se visten desprolijos a
propósito para que no se les note y al final son los más evidentes... Mejor
sigo caminando despacio, como si nada. Con lo helado que está, si me llegan a
asaltar y se llevan la ropa no sé si me muero del frío o del cagazo... Me pongo
la billetera en el bolsillo del pantalón, total a la plata la tengo en la
media (típico recurso de niña exploradora),
guardo el celular en la campera y apenas doblo en la
esquina veo qué hago... tres metros, dos, uno...
A cuatro
cuadras de la casa de Marcelo Sajen, en barrio General Urquiza, a metros del colegio Hilario Ascasubi donde hizo la escuela
primaria y donde la calle Miguel del
Mármol casi llega a unirse con Montes
de Oca, hay una barranca que comunica el barrio con El Chaparral. En una de esas casas vive la Yolanda.
"No mirés para los costados que alguien se puede sentir
incómodo; caminé seguro y que no se te note
nervioso. Si alguien te cruza, saludé, y si te quieren afanar no te hagas el
picante por más picante que te creas...". Tengo en la
cabeza un manual práctico de la visita a la villa, pero no dice nada de
encontrarse en el sendero de entrada con un tipo que tiene un hacha en la mano
y que, mientras le da duro a un tronco, insulta a su mujer que intenta
mantener quieta la madera desde la otra punta... Mejor ni saludo, así no interrumpo
la discusión. -Hola, buen día...-. Quedé para la mierda, me tuvieron que
saludar ellos... -Cómo le va, disculpe... ¿todo bien?-. iSi seré gil...! Están
a punto de agarrarse a hachazos y yo les pregunto si está todo bien. Mejor
avanzo, ahora tengo la villa por delante y el hacha a mis espaldas, así que no
puedo dar marcha atrás.
Un rancho, dos
ranchos, una casa de material... por acá anduvo Sajen cuando se le escapó a la Policía. Dicen que en la villa
él era más querido que en el barrio, y dicen que la mayoría de la gente de la
villa vivió antes en Urquiza, hasta que la crisis los obligó a vender sus
casas y mudarse para acá... Otra casa de material, olor a mierda, aguas
servidas, un chico en bicicleta y una señora lavando la ropa en una palangana.
Apenas caminé cincuenta metros y me puedo imaginar que este lugar es un
mundo... pueden meter a 500 policías y todavía va a haber espacios para
esconderse. Otra casa de chapa, una especie de tanque haciendo esquina, chicos
jugando ya mi derecha la bandita de adolescentes matones mirándome como si me
estuvieran por matar. ¡Ay, por qué no vine con el otro, que por lo menos parece
más cana que yo...!
Bueno. Salgo
corriendo o hablo con ellos...? Hablo con ellos.
-Hola chicos, ando buscando a una mujer que se llama Yolanda, ¿la
conocen? Ay... éste que se está moviendo es el que va a decidir qué me hacen...
a todos les veo cara parecida a Sajen.
-¿A la Yolanda
la buscás? -me increpa el flaco. -Sssí, sí, a la Yolanda -pero tengo que ser gil para tartamudear con la
"s". Este se dio vuelta y andá a saber lo que está organizando.
-¡Vieeeeeja!
Desde el
fondo se escucha una voz de mujer.
-¿Qué pasa?
-Te busca este pibe -le dice
el chico a su madre, y pasa a mí lado como diciéndome: "Pará un poco la moto gordito, no te va a pasar nada".
"Yo he sido amante de él y nunca me generó
ningún problema. Estuvimos juntos durante muchos años, casi desde que yo llegué
al barrio. En ésa época mi marido estaba preso y Marcelo me ayudaba".
"Nunca me pegó. No se trataba de que
fuéramos pareja porque hubo interrupciones, pero estuvimos mucho tiempo juntos.
Yo sé que con la mujer se le fue la mano unas cuantas veces, pero a mí nunca me
pegó. Es más, cuando mi ex marido salió de la Penitenciaría me supo dar una
paliza y lo tuve que parar yo a Marcelo porque él lo quería matar".
"Más de una vez la mujer (Zulma) vino
acá al frente (señala la barranca que separa la villa
miseria del barrio) llorando, a
pedirle que volviera a la casa, y él se cruzaba y la cascaba allá, al frente de
todos, o directamente le decía que no me molestara. A mí me daba pena, pero qué
iba a hacer".
"Yo no creo que él haya sido el serial;
conmigo siempre se portó muy bien, venía a verme, me traía comida para los
chicos. Se quedaba en la puerta a cuidarme; yo no creo que él haya sido".
La relación entre Yolanda
y Marcelo Sajen
fue confirmada por Eduardo Sajen,
quien afirmó que en los años en que "Marcelo andaba con la Yolanda, ella era quizá la chica más
linda del barrio. Cuando todo empezó, ella no vivía en la villa sino en el
barrio. La verdad es que era una chica hermosa".
Al comienzo
de la entrevista, Yolanda negó
rotundamente que su ex amante pudiera ser el violador serial, sin embargo,
mientras la charla fue avanzando comenzó a dudar al respecto, pero de eso se
hablará más adelante.
Paola
"Maldito sea el día en que ésos nacieron, en esa casa de
ladrillos que está ahí al frente. Eran cinco y se fueron a Pilar a los 19
años, aunque acá por entonces no se sabía que eran delincuentes. Yo le hice una denuncia a Sajen en la comisaría".
La frase se
llena de rencor y miedo fue enunciada por Olga
Palacios, una mujer de unos 50 años que vive en una casa ubicada en la
calle Miguel del Mármol al 2700,
cuya entrada secundaria está ubicada justo frente a la casa donde nacieron y
crecieron los hermanos Sajen.
Llegamos
allí, después de recibir una serie de datos que vinculaban a la hija de Palacios, una joven llamada Paola, con Sajen. Le contamos a Olga la versión que se refería a su
hija como una supuesta víctima de Sajen, pero la mujer sólo se limitó a decir
"algo de eso hay". Ante la insistencia y el dato de que en
el barrio se comenta que Paola habría
recibido un disparo de manos de Sajen, la mujer se metió dentro de su casa
para cerrar la puerta.
El siguiente
contacto con la mujer se produjo vía telefónica luego de que un hermano de la
joven nos entregara el número de teléfono de la vivienda. En la breve grabación
puede escucharse: "No quiero hablar
del tema. Lo único que voy a decir es que el diablo lo debe tener colgado de
las patas a ese hijo de puta. Yo no quiero hablar más".
Sorpresivamente,
cuando las esperanzas de chequear la versión parecían desvanecerse, una
llamada entró a uno de nuestros celulares. El llamado, proveniente de una
localidad del Gran Buenos Aires que
no se especificará, era de una mujer que se identificó como la propia Paola, hija de Olga Palacios: "No quiero que
molesten más a mi mamá, que me mandó a decir que está asustada. No queremos
tener problemas. Lo que puedo decir es que Marcelo nunca me hizo daño a mí, que fuimos amantes y que eso
después se terminó...". La mujer, que dijo estar viviendo
en Buenos Aires desde que acabó su
relación con Sajen,
preguntó con qué otra pareja de su ex amante habíamos hablado, y se mostró
molesta cuando se le comentó que conocíamos a Adriana Castro.
Antes de
cortar, la voz en el teléfono hizo una aclaración: "El
incidente del disparo fue sin querer. Marcelo no es culpable de eso. A él se le escapó la bala pero
fue un accidente; él mismo me llevó al hospital cuando pasó".
La mujer
prometió analizar la posibilidad de volver a comunicarse, pero nunca más lo
hizo. La relación entre Marcelo y Paola
fue confirmada, además, por la madre de la chica, Daniel Sajen. Eduardo Sajen
y por el matrimonio de Cacho y Amalia
Cristaldo.
Posteriormente, la misma Adriana Castro hizo referencia a "esos
amores de Marcelo",
refiriéndose a Yolanda y a Paola.
Además de estas dos relaciones
extramatrimoniales, el rumor refiere que Marcelo Sajen también mantuvo vínculos con otras
mujeres, con las que no se pudo hablar, y que tendría más hijos de los que
legalmente se le adjudican.
De caño
La cita se concretó por teléfono y sin demasiadas vueltas: "Te espero en este bar de Nueva Córdoba a las 22, vos
quedate tranquilo que yo te voy a reconocer. No digas mi nombre, sentate en
una mesa y yo me arrimo. Tenés que ser puntual". Como nos
pasó en numerosas ocasiones en torno a esta investigación, nos habíamos dado
cuenta de que, por más que avanzáramos firmemente en algún sentido, otros
puntos quedaban claramente truncos y todavía nos impedían saber con seguridad
quién fue Marcelo
Sajen.
Habíamos logrado reconstruir su vida familiar y lo que decían de
él las personas de su entorno. También se había pautado un encuentro con otra
mujer que todo el mundo dice que es la pareja paralela de Sajen desde el año 1997 y, sin
embargo, algo no cerraba por ningún lado: ¿de qué vivía
realmente Sajen? ¿Cómo hacía para mantener a dos familias, siete hijos y
amantes ocasionales (más los hijos de algunas de ellas) únicamente vendiendo autos?
Sabíamos por rumores llegados desde la Fiscalía y la Policía
que la principal sospecha lo vinculaba al negocio de los autos robados.
Sabíamos que en uno de sus últimos ataques (ocurrido en San Vicente)
al huir dejó caer una ganzúa que la Policía secuestró y sabíamos que eso
alimentó la hipótesis de que su estadía en Nueva
Córdoba -el lugar donde se roban más autos diariamente en toda la ciudad-
se debía a que mientras "trabajaba" levantando autos, observaba
a las chicas que posteriormente iba a violar.
Lo sabíamos, pero no lo creíamos suficiente. Decidimos cruzar esa
línea porque entendimos que era absurdo contar la vida de un delincuente sin
hablar con aquellos que trabajaron con él.
Después de decenas de diálogos con personas que en su totalidad
pidieron mantener en reserva su identidad, logramos hacer contacto con un
individuo que aseguraba haber tenido participación en diferentes hechos delictivos y ejecutado algunos de
ellos a la par de Marcelo Sajen.
Entonces sé abrió
una etapa de verificación a través de diferentes fuentes policiales que nos
permitieron confirmar la participación del sujeto en delitos en los que se
sospecha que también estuvo involucrado Sajen. Cuando supimos que estábamos ante una
posibilidad concreta de recibir nueva información, se acordó una primera cita
que no se concretó, como esperábamos nosotros, en una lujuriosa whiskería o en
un oscuro bar alejado del centro, sino en el exclusivo pub Le Roux de Nueva Córdoba.
"Vení
vos solo, no me vayas a hacer una agachada. Te espero a las diez de la noche",
fue lo último que se escuchó del otro lado del teléfono.
Una persona
admirada
La oscuridad
gobernaba el clima del bar aquel martes de otoño en el que un miembro de esta
investigación ingresó dispuesto a hablar con un delincuente declarado sobre Marcelo
Mario
Sajen.
Apenas pasaron unos minutos de las 21.30 cuando un hombre corpulento, de
aproximadamente 35 años y voz gruesa, preguntó por nuestro nombre mientras se
sentaba y nos tendía la mano. De aspecto "decente" si cabe
decirlo, y muy buena vestimenta, esta persona a quien llamaremos Carlos porque, obviamente, todo el
tiempo condicionó su aporte a la protección de su identidad, se mostró
sorprendentemente instruido a la hora de hablar y procuró en todo momento casi
con insistencia dejar en claro que -al igual que los amigos y la familia de Sajen- nunca tuvo ningún indicio que le
hiciera pensar que su compañero era el violador serial, y que sólo se atrevía a
hablar con nosotros del tema porque "en el ambiente
eso (ser un violador) no se perdona".
La elección
del lugar de encuentro y la "buena presencia" sólo fueron
los anticipos de las sorpresas que terminaría por aportar la singular reunión.
Entre ellas, estuvo la particularidad de que en lugar de un whisky o un fernet
con Coca, Carlos pidió una gaseosa
light y explicó que no tomaba cuando estaba "por trabajar".
"¿Qué estás por hacer?".
La respuesta llegó después de un largo silencio, acompañada de una mirada lo
suficientemente seria como para dejar todo en claro: "¿Estás seguro de que querés saber?".
Inclinado
hacia delante, sin utilizar el respaldo de los amplios sillones del bar,
mostrándose extremadamente educado con las mozas adolescentes del lugar y en
una posición estudiada -sobre su cabeza, una lámpara de luz dicroica
cuyo soporte proyectaba una leve sombra impedía que su cara pudiera verse
completamente- Carlos habló:
"Él siempre metió el caño y siempre fue un
hijo de puta. Se dedicó a robar, no importa lo que te diga la familia. Marcelo era choro y no
un choro cualquiera. Era de los buenos, todos queríamos trabajar con él. ¿Por
qué? Fácil, porque era bueno para todo. Era rápido, era seguro y se la bancaba
porque tenía muchos huevos.
»No, no es que hiciera una cosa. Él era
groso, vivía de esto. Si había una buena posibilidad de meter el caño, iba y lo
metía; si las cosas estaban feas, levantaba autos y también lo hacía cagando.
No necesitaba trabajar con nadie, era tan bueno que podía hacer las cosas por
su cuenta.”
»Por supuesto que se puede robar en Córdoba
sin la protección de la cana. Además, el que te diga que Marcelo tenía
protección es un pelotudo que no lo conocía. Si Marcelo odiaba a la yuta. La odiaba realmente y no sé por qué.
Cuando vos ibas a afanar con él y sabías que iba a haber un custodio o un cana,
te decía: 'A la yuta dejámela a mí. Del cobani me encargo yo', y te aseguro que
se ensañaba ¿eh?, lo cagaba a palos... No, Marcelo no tenía protección, no la necesitaba, lo que lo
protegía era que sabía cómo manejarse.”
»No lo puedo creer. Para mí es increíble. El
tipo nunca me hizo un comentario sobre una mina. Nunca le miró las tetas a mis
minas, y mirá que yo siempre me busqué minas tetonas. Cuando vi su foto pensé
que era una cama, pero ahora se empiezan a escuchar cosas y todo empieza a
cerrar; él era un hijo de puta".
"Zulma que diga lo que quiera. Es muy
posible que ella haya sido verdulera y que Marcelo la ayudara, pero yo te digo: Marcelo siempre metió
el caño. Los que sí son inocentes en esta historia son los chicos. Con ellos no
hay que meterse porque son todos chicos excelentes. Eso es lo que me jode de
este hijo de puta del fiscal. No se dio cuenta de que al mostrar la foto le
cagaba para siempre la vida a la familia.”
» ¿Querés saber cómo afanaba él? Bueno, decime
cómo violaba. Yo leí que a las víctimas las quebraba haciendo primero que se
relajaran y después poniéndolas nerviosas, demostrando que él manejaba la
situación y que lo mejor era hacerle caso. Bueno, igual era para afanar. Era un
hijo de puta violento, como decís que era para violar. Le gustaba tener el
control y lo tenía dándole miedo a todos.”
»Era impresionante verlo porque dominaba
toda la situación. Muchos casos los hacía sin siquiera empuñar el fierro.
Imagínate que el tipo era el primero en entrar y al instante tenía un panorama
que le permitía saber dónde estaban todos. Agarraba y se levantaba la remera
para que vieran el chumbo en la cintura, se mostraba tan seguro que la gente
ahí nomás se sentía entregada, mientras tanto él les decía 'tranquilos que no
pasa nada' y los llevaba al mejor lugar para reducirlos a todos. Cuando la
gente estaba tranquila, agarraba al último de los que iban caminando y le metía
tres o cuatro quemas (trompadas), haciendo
que todos se asustaran. A partir de ahí seguía siendo así, los tranquilizaba
primero y cuando estaban tranquilos le pegaba a uno para que todos se pusieran
nerviosos. No le importaba que fuera una mina o un chabón, lo que importaba era
que todos ahí adentro supieran quién mandaba, y creeme que todos lo teníamos
bien claro...”
»Yo nunca supe que él tuviera un caso de
violación. En el ambiente siempre se conoció la versión de su mujer, que decía
que él tenía una denuncia que le habían hecho los padres de Zulma cuan-do ellos se pusieron de novios. Por eso en el
barrio a lo sumo se decía que él la había violado y ella se enamoró, pero nunca
nadie pensó que él pudiera ser un violador.”
»Ahora que me decís, sí hay un episodio
medio raro. Una chica del barrio contó hace un tiempo que Una noche Marcelo en pedo se
bajó de un auto y la invitó a coger, pero que ella se resistió. Como la
conocemos a ella y creíamos que Marcelo era un tipo incapaz de desubicarse con una mina, nadie
le creyó. Ahora me doy cuenta de que el desgraciado nos engañaba a todos.”
»Él mantenía dos familias. La Negra
Chuntero siempre se banco ser la segunda, pero la Zulma nunca se banco que la otra existiera. Todas las peleas
que tenían eran por eso. Marcelo era tipo de pocas palabras.”
»La
verdad es que la vez que estuve preso con él no coincidimos mucho tiempo, pero
lo que te puedo decir es que, donde estuviera, Marcelo mandaba. Él había sido pluma en Encausados, pero »La
verdad es que la vez que estuve preso con él no coincidimos mucho tiempo, pero
lo que te puedo decir es que, donde estuviera, Marcelo mandaba. Él había sido pluma en Encausados, pero lo
cierto es que si no mandaba por lo menos era bastante intocable. Los Sajen siempre mandaron
en la cárcel, por lo menos en los últimos diez años. No sé qué puede haber
pasado antes. Sobre eso te digo que a los 20 años nadie manda en la cárcel".
Eso no se perdona
"¿Que si era bueno para las quemas (trompadas)?
¡Era infernal...! ¿No te digo que para todo era bueno? Y
además era un tipo bastante fiel, un tipo en el que podías confiar, por eso es
que nadie lo puede creer y por eso debe ser que él lo escondió siempre. En el
ambiente los violines no son queridos, es como en la cárcel o como entre las
mujeres presas con las que matan a sus hijos. Es muy difícil entender que un
grosso sea violín. Es difícil. Yo creo que se mató de vergüenza porque no había
manera de entender que él hubiera sido un buen padre, un tipo querido por sus
mujeres y respetado en el ambiente. De repente iba a caer a lo más bajo, se
iba a convertir-en un despreciado por todos. Digamos que matarse fue su última
-y
única- escapatoria. En la cárcel estaba condenado
a rebotar en todos los pabellones.”
»Es cierto que no chupaba, no se drogaba, no tomaba pepas
(pastillas)
ni tomaba merca (cocaína). Tampoco fumaba. Dicen que vendió pepas en la cárcel pero
eso no cuenta, la cárcel es otra historia.”
»Ah, su arma era la pistola 11.25. No le des ninguna otra,
porque no la aceptaba. Él iba con su 11.25 para todos lados. La llevaba hasta
cuando iba al supermercado. Además, no te olvides de que él, de caño, era un
tipo muy violento.”
»Tenía mano pesada. A las minas las saludaba clavándoles
la mano en el hombro. Una vez una mina mía me hizo un comentario sobre eso que
recordé cuando leí cómo hacía el serial para abrazar a las chicas. Cómo puede
ser que no me haya dado cuenta. Te juro que lo entregaba yo si me daba cuenta.”
»No entiendo. Quién te dijo que no se puede afanar sin
protección de la cana. Eso es un invento de ellos. La cana no se entera de más
de la mitad de las cosas que nosotros hacemos. Te repito que él odiaba a la
yuta, nunca habría trabajado con ellos. Eso te lo descarto.”
» ¿Cómo se llama? ¿Zona de anclaje? (una de las teorías
principales de la Policía en la época en que analizaba los ataques del
violador serial) ¿Quién te dijo eso? Es una estupidez. No tienen idea, eso es
lo que se hace para cualquier hecho. Ahora ya me imagino por qué no lo
agarraron. Si vos vas a afanar acá (el bar se encuentra en Hipólito Irigoyen y
Buenos Aires) ¿Sabés qué tenés que hacer para irte? Subís para arriba de esa
calle (Buenos Aires) y la
cana automáticamente piensa que te vas para Güemes. Lo que vos hacés es caminar
un par de cuadras y volver hacia la zona donde afanaste. Después, terminás en
barrio General Urquiza (donde vivía Sajen).
»Una
cosa que está buena para el trabajo de ustedes es que Marcelo era
inteligentísimo para escaparse y para hacerse el boludo. En el barrio se dice
que un día lo buscaban como diez CAP y el tipo se escapó caminando, haciéndose
el boludo entre todos ellos. En este trabajo vos tenés que aprender a "voltear" (así se llama a descubrir cuándo
hay un policía cerca) a la cana,
porque si no estás frito. Bueno, él era muy rápido para eso, los olía".
Un buen ladrón
Independientemente
de que las palabras de Carlos
estaban confirmadas por su pasado delictivo y por su participación (corroborada
por fuentes policiales) junto a Sajen en diferentes hechos, resultó
interesante constatar sus afirmaciones con las de Daniel Sajen. El hombre realiza una serie de interesantes
aclaraciones referidas al pasado delictivo de su hermano.
"Marcelo empezó de pibe
haciendo raterismo. Después mi hermano Leonardo lo fue llevando hacia hechos
más grandes. Con el tiempo fue perfeccionándose, porque él era muy inteligente.
Al final era bueno para todo.”
«Usaba armas grandes: la 11.25 o la 9 milímetros, porque
son las que producen más miedo. Una cosa es que te apunten con una 22 y otra es
que antes de apuntarte te hagan sentir el ruido de la corredera. Ese 'clac
clac' hace que te cagués en las patas y casi te diría que aumenta el tamaño del
cañón intimidando mucho más.”
«También me imagino que es diferente
cruzarte con la cana con una de esas armas que con las otras. De todos modos me
parece difícil que Marcelo llegara a tirotearse, por más que era cierto que a los
policías los odiaba.”
«Marcelo hacía de todo.
En el '93 estuvo preso pero me parece que fue por arrebatar una cartera o algo
así. Marcelo
hacía esas cosas y otras. Él salía y veía para qué daba el día. Metía el caño
en dos o tres lugares sacando 250 o 300 pesos en cada lugar, y al final ponele
que se levantaba un auto. Lo que pasa es que él siempre tuvo que mantener a dos
familias y a alguna que otra mina, y eso implica que hay que laburar mucho.”
»Yo nunca trabajé con él, pero imagino que hacía bien las
cosas. Le gustaba hacer su trabajo solo, sobre todo en los últimos años,
porque eso disminuye el reparto y el riesgo. Si son tres levantando un auto
hay que separar 700 mangos entre tres. Si es uno, queda más plata.”
»Una vez yo estaba preso en un precinto y los canas me
decían: 'Nos están levantando todos los autos en la cara, sabemos que es tu
hermano y no lo podemos agarrar'. Eso te demuestra que era bueno y además, que
no es cierto que él tuviera una banda o algo así. Pienso que él levantaba a
pedido y vendía inmediatamente, no le importaba todo el movimiento que hay
después porque es demasiado grande: Marcelo levantaba a pedido y se lo sacaba de encima.”
El hecho del año 1993 figura en
su prontuario y da cuenta de una tentativa de robo calificado de la que fue acusado
él y otro hombre. Finalmente, ambos quedaron en libertad y fueron sobreseídos.
Adriana, la Negra
Chuntero
Fue un 30 de
abril. Ella tenía por entonces 28 años y peleaba contra la vida en soledad
junto a su pequeño hijo de apenas 4. Corría el año 1997 y Adriana del Valle Castro trabajaba en una florería del centro,
donde ganaba lo suficiente como para llevar una vida que, si bien no tenía
lujos, le permitía no pasar demasiados contratiempos. Alta, morocha y por
aquellos años de un físico "generoso", la joven estaba
acostumbrada a que ese hombre "atento y serio" le clavara la
mirada cada vez que se cruzaban por la calle.
Marcelo llevaba 15 años en pareja con Zulma, con quien ya había tenido cinco
hijos pero, así lo afirman los íntimos de Sajen, las cosas no estaban del todo bien
entre ellos.
La atracción
hacia aquella joven -asegura la misma Adriana- no sólo se
concentraba en su aspecto físico, sino en que era "trabajadora y luchadora",
como para "bancarse sola" y con su propio esfuerzo.
En esos meses
de 1997, según la causa que investiga los ataques del violador serial, el
delincuente ya había violado a cinco mujeres y cuatro de ellas sufrieron sus
ataques ese mismo año, entre enero y abril, en los barrios San Vicente, 1o
de Mayo, Crisol Norte y Empalme.
Fue a través
de un amigo en común que Marcelo y Adriana
acordaron encontrarse para hablar y conocerse. El lugar de encuentro lo eligió
el propio Sajen
y, hoy por hoy, resulta una ironía indicarlos: el Parque Sarmiento. Marcelo llegó en una moto amarilla de alta
cilindrada, "de esas que siempre lo volvieron loco".
Cuando ella lo vio llegar con un jean y una remera a rayas de todos colores,
sintió "un cosquilleo en el estómago" que, después confesaría, nunca
la abandonó a lo largo de los siguientes siete años.
En ese mismo
instante supo que le sería difícil seguir el consejo que le había dado una
amiga: de que no se metiese con ese tipo porque andaba en "cosas
fuleras". La mujer contó que, para seducirle, desde el primer
momento Marcelo
eligió "la honestidad como bandera" y le confió lo que ella ya
había averiguado por su cuenta: "Estoy casado y
tengo hijos".
Lo que Adriana llamó sinceridad, sumado a
aquel "cosquilleo" cuya intensidad la tenía increíblemente
conmovida, hizo que siguieran hablando y la mujer se animara a poner la única
condición imprescindible para empezar a pensar en la posibilidad de estar
juntos. "Le dije que para que eso sucediera él debía
querer a mi hijo más de lo que me podía querer a mí". Marcelo
aceptó y la vida de aquella chica de 28 años cambió para siempre.
Esa misma
noche, la Negra Chuntero terminó
siendo presentada "en sociedad", porque Marcelo
la llevó al bar Tijuana, donde sus
hermanos estaban jugando al pool y tomando unas cervezas. Días después fue
presentada a la madre de Sajen. Sólo Zulma ignoraba todavía su existencia, aunque pronto se enteraría.
Aquellos
primeros tiempos juntos -cuenta Adriana- fueron los más
hermosos y los más difíciles. Hermosos, porque él se mostró como la persona
maravillosa que ella había soñado encontrar toda su vida; difíciles, porque las
demandas que Marcelo
recibía de su otra familia le demostraron que debía acostumbrarse a ser "la segunda".
En efecto, cuando Zulma supo de la existencia de Adriana echó a Marcelo de su casa. Sin embargo,
según cuenta Daniel Sajen, quien
supo ser el Celestino de aquella pareja, "al
tiempo que Zulma lo echaba, lo retenía con sus abrazos".
Él, en definitiva, nunca se fue.
Días extraños
Lo curioso
es que, mientras Adriana iba
ingresando en la vida de Sajen como parte de una existencia alternativa
a la que llevaba con Zulma y sus
hijos, el hombre también comenzaba a desarrollar, aparentemente con más
intensidad que antes, otra actividad paralela.
Aquel 1997,
como dijimos, el serial había violado cuatro veces antes de conocer a Adriana.
El último de
esos ataques se produjo, llamativamente, el día anterior al cumpleaños número
15 de su hija mayor, el 14 de abril. En esa oportunidad una chica de barrio Crisol Norte fue abordada y violada en
la puerta de su propia vivienda. Las fechas de los ataques inducen a decenas de
especulaciones cada vez que se las constata con otras fechas importantes en la
vida de Sajen:
apenas cinco días después del primer encuentro con Adriana, el lunes 5 de mayo de 1997, ocurre un hecho que, si bien
quizá no tenga que ver con ella, sí tiene relación con su "maravilloso"
acompañante en aquella noche romántica. Una joven de barrio San Cayetano fue abordada en la calle Vicente Dupuy 3200, cuando se dirigía a
una carnicería ubicada a una cuadra y media de su domicilio, por un depravado
que la sometió sexualmente en una obra en construcción ubicada al frente.
Ese ataque
figura en la causa del violador serial como el número 5 del año (el
sexto de la serie, comenzada en 1991). Los ataques aumentarían
después, el 7 de julio, cuando el depravado - ejemplar marido de Zulma y ahora
amante de Adriana- violó, según la causa, a una chica que se dirigía a
la plaza España.
La joven fue
abordada en la esquina de Derqui y Chacabuco y obligada a caminar hacia el
Parque Sarmiento. En el camino,
víctima y atacante pasaron por el mismo lugar donde dos meses antes Sajen
había comenzado su relación con Adriana.
La chica finalmente fue ultrajada en los jardines, frente al monumento al Dante.
Si en los parámetros
internacionales referidos a este tipo de atacantes sexuales se considera que
existe un violador en serie a partir de su cuarto ataque, Sajen por esa época ya era un
experimentado delincuente sexual serial que había violado cuanto menos a
siete chicas. Sin embargo, los investigadores de la causa aseguran que por
esos días Sajen
aún no había terminado de perfeccionar su método de ataque, ese que le
permitiría seguir violando hasta el año 2004.
La serie de
hechos continuaría, porque antes de fin de año atacaría tres veces más: uno de
esos ataques sería ejecutado en el parque, el jueves 16 de octubre, en un
descampado al lado de la Granja del Jardín Zoológico; otro, en barrio Colón, el
sábado 22 de noviembre en la intersección de las calles Gorriti y Brayle; el
último, el 9 de diciembre, en un descampado cercano a la calle Salvador
Maldonado al 3100 de barrio Jardín.
Paralelamente,
Adriana estaba enfrascada en una
dura disputa con Zulma Villalón.
Según cuenta
la primera, cuando Zulma supo que Adriana era la amante de su marido, fue
a la florería Gustavo 1o,
donde aquella trabajaba, e hizo "tal escándalo" que Adriana fue echada del lugar.
"La Zulma se hizo amiga de la Paola y juntas venían a mi
casa para insultarme y arrojarme piedras", señala Castro.
Marcelo, en tanto, dormía algunos días en casa de una y otros días en
casa de la otra. Hasta que ambas fueron acostumbrándose. Al respecto, Adriana prefiere decir que "su
negro" le contó, apenas se conocieron, que él era "un
liberal" y que su mujer lo ataba demasiado. Ella entendió que si
lo quería tener debía dejarlo hacer lo que él quisiera.
Camas separadas
A los nueve
ataques que constan en la causa ocurridos durante 1997, se sumarían trece más
en 1998. Mientras tanto, Marcelo no sólo tenía tiempo para mantener a
dos familias, sino que también se ocupaba de sostener a sus amantes.
En este
libro se ha nombrado a cuatro personas que dicen haberlo amado y cada una de
ellas insiste en negar que el ser con quien compartieron la cama pudiera ser el
violador serial. Ante la consulta específica, tanto Zulma como Paola, Adriana y Yolanda insistieron en que Marcelo era una persona educada y respetuosa.
Zulma, que se mostró muy pudorosa al hablar sobre la intimidad con su
marido, se limitó a asegurar que en ese ámbito Marcelo nunca se comportó con
violencia con ella, negando aquel secreto a voces repetido en el barrio que la
ubica como la primera víctima de su marido.
"No, eso es porque mis papás no estaban de acuerdo con
nuestra relación, pero él a mí nunca me maltrató". Su
mujer durante más de 20 años también negó, como ya se dijo, que su marido la
golpeara, pese a que muchos testigos aseguraron haber presenciado episodios de
ese tipo. Tampoco hizo referencia a que Sajen la engañara, salvo cuando intentó
explicar que la primera violación de la que estuvo acusado Marcelo fue en realidad una
relación extramatrimonial. Es más, en los diálogos que mantuvo con nosotros
insistió en mostrar a Marcelo como un hombre "de su
casa" que sólo salía para trabajar en el taller y para vender
autos honestamente. "Si mi marido
hubiera sido ladrón y vendido autos robados, yo viviría en el Cerro y no acá",
llegó a asegurar en una oportunidad.
Finalmente, Zulma hizo un extraño comentario
referido a la manera de atacar del violador serial: "Las
víctimas dicen que le ven lunares en las piernas, una mancha en el pene y esas
cosas. A mí en una situación así me daría mucho asco tener que hacer eso con un
hombre y si estuviese allí, en lugar de mirar, cerraría los ojos. Por otro
lado, mi marido no tenía ninguna mancha".
Adriana Castro, por su parte, sí se animó a
decir algunas cosas más sobre ese tema. "Nuestra
vida en la cama era similar a la de cualquiera de ustedes. A mí nunca me obligó
a hacer nada que yo no quisiera. Tampoco me golpeó, aunque sé que eso puede
haber pasado con Zulma". La amante, que también asegura que
Sajen
estaba "todo el tiempo" con ella, recuerda con orgullo la manera
en que Sajen
la celaba y cuenta que su pareja era "muy violento cuando se enojaba"
y que, aunque lo vio muchas veces golpeando la pared o la mesa, nunca reaccionó
con esa violencia contra ella.
"Marcelo
era muy higiénico. Por ejemplo cuando iba a hacer pis no
sólo se secaba con papel higiénico sino que incluso se lavaba el pito
inmediatamente después. Esas cosas demuestran que él nunca pudo ser ése que
dicen que es".
En el breve
diálogo que tuvimos vía telefónica con Paola
desde Buenos Aires, la joven alcanzó
a decir -e insistir- que Marcelo nunca la maltrató y siempre fue
cariñoso y respetuoso con ella. Esto último fue afirmado por la mujer segundos
después de explicar que, aunque una vez Sajen le efectuó un disparo, eso no es
recordado por ella como una agresión, sino como un "descuido
de Marcelo.
Él mismo hizo que me atendieran", explicó Paola.
Las palabras
más significativas sobre este tema fueron emitidas por Yolanda en una charla de cerca de 40 minutos concretada en la villa
El Chaparral, a plena luz del día.
Allí, la mujer que aseguró haber sido amante de Sajen (esto fue confirmado por la misma Adriana
Castro y por los hermanos de Sajen)
explicó que Marcelo
durante muchos años mantuvo una relación con ella que, si bien no puede
llamarse de pareja, sí tuvo cierta estabilidad.
"Fueron muchos años interrumpidos, pero digamos que en los
tiempos en que estábamos juntos Marcelo casi se instalaba en mi casa: dormía acá, cenaba acá y
se quedaba a tomar mate en la puerta del rancho. Yo lo quería mucho".
Ya se relató
que Yolanda tampoco creía que Marcelo
fuera el violador serial. "Conmigo nunca se
desubicó, así que no puedo decir algo así. Además, Marcelo era tan
atento, tan ubicado, que me es muy difícil creerlo".
La mujer, de estatura baja y una
figura de curvas pronunciadas, sí se animó a dar algunas especificaciones sobre
su intimidad con Sajen:
-¿Cómo era
él en la cama?
-Él no era violento. Con decirte que ni siquiera usaba
malas palabras. Cuando hacía el amor, Marcelo era cariñoso y respetuoso.
-¿Tenía alguna particularidad estar
con él?
-Bueno,
estaba armado, ¿y sabés qué...? Era muy exigente en la cama. Pasar una noche
con Marcelo
no era algo así nomás, pero qué querés que te diga, sarna con gusto no pica.
La charla
permitió ahondar un poco más en el tema y contarle a Yolanda las características de los ataques del violador serial. Se
le dijo que el abordaje de las víctimas tenía ciertas particularidades y que,
si bien cada hecho era diferente, lo que más buscaba el depravado de sus
víctimas era en primer lugar el sexo oral, después el sexo anal, y en escasas
oportunidades el sexo vaginal.
Al escuchar esto, Yolanda cambió la expresión de su
rostro y dio una serie de afirmaciones que pueden considerarse importantes:
-Entonces puede ser que sea él. No le gustaba por ahí, no
le gustaba la vagina...
-¿Nunca?
-Muy
de vez en cuando, pero se podría contar con los dedos de la mano.
-¿Y
cuando vos no querías?
-Ya te dije que era
exigente... muy exigente, y se enojaba. -¿Te pegaba?
-No, no. Insistía hasta que lo lograba, pero ya te dije
también que sarna con gusto...
-A una de las víctimas el violador
serial le dijo que su miembro medía 22 centímetros.
¿Puede
ser? ¿Él decía esas cosas? -Y bueno. Él sabía que estaba armado... puede ser.
Inmediatamente
después se le explicó con más detalles uno de los ataques del violador serial
que puede considerarse "típico". En ese momento, Yolanda se limitó a decir lo siguiente:
-El
sexo con él era normal pero no común; había que estar preparada.
Después de
esto se despidió y entró en su casa. En las tres visitas siguientes que le
hicimos, sus hijos aseguraron que no estaba presente.
Los hijos
La primera
hija de Marcelo
Sajen es una persona clara y segura que no duda en acusar a la
Policía y a la Justicia de inventar una causa contra su padre. En las charlas
que se pudo mantener con ella se mostró como la más reacia a permitir que su
madre siguiera hablando con nosotros sobre su padre. Consideraba que la
situación sólo hacía más daño a todas las personas que lo quisieron.
Esa postura
se agudizó después de que su marido fue vinculado por una investigación
encabezada por la Policía Judicial
con un supuesto robo de placas telefónicas.
La segunda
hija de Sajen
estuvo presente en diferentes encuentros con Zulma, pero casi se diría que nunca pronunció una palabra. El
primer hijo varón es considerado tan parecido a su padre como su padre era
parecido a don Leonardo Sajen. Hoy por hoy es una de las personas que
más han sufrido la ausencia de Sajen. Después vienen una niña, la preferida
de Sajen,
y dos varones.
Pero esos no
son los únicos hijos de Marcelo Sajen, ya que a ellos hay que agregar
un chico que tuvo con Adriana. Y hay
más. Dos mujeres que prefirieron mantener sus nombres en reserva, y que
aseguran haber sido sus amantes, confirmaron haber dado a luz hijos de Sajen.
Uno de esos chicos ya es un adolescente y el otro atraviesa su primera
infancia.