MATEO BANKS
Un mítico caso de
la historia policial argentina: el del hacendado que en dos campos de Azul mató
a ocho personas.
Malogrado nombre se
le ocurrió ponerle al dueño fundador de la estancia "La Buena Suerte",
seguramente en un intento de honrar la mitología irlandesa, plagada de
tréboles, duendes y ollas repletas de monedas de oro. Ubicada en los pagos de Parish, en el Partido de Azul, en ella, según cuentan los
testigos de la historia, la suerte no ha existido jamás.
Según
sabemos, el dueño más antiguo del que se tiene registro, y casi sin dudas quien
bautizó el campo, fue William Leeson.
Nacido en Irlanda, intentó unirse a
la Marina de su país, alrededor de
1850, pero un problema en su vista se lo impidió. Decidió entonces emigrar
hacia Argentina, donde vivió en
"La Buena Suerte", aunque un par de años más tarde resolvió
volver a Europa para radicarse en Francia.
En el año
1868, "La Buena Suerte" pasó a manos de un caballero escocés
llamado William Grierson, quien se
ocupaba de la cría de ganado lanar y, según decían quienes lo conocieron, era
persona muy activa y de procederes correctos. Una mañana, sin haberse podido
saber las causas, Don Grierson salió
muy temprano a caballo, recorrió los potreros, dio algunas órdenes a los dos
peones que ocupaba, y emprendió el regreso a las casas más o menos a las 9:30
de la mañana. Durante el trayecto, se apeó de su caballo y arrimándose a un
palenque, desenfundó su revólver y se lo abocó al corazón disparándose un tiro,
cayendo muerto en el acto. La familia, al no existir en aquellos años los
medios de locomoción como en el presente, resolvió dar sepultura a Grierson en el mismo campo. Un dato
aportado por un testigo ocular de la época, quizá algo morboso, aseguraba que
al cuerpo hubo que enterrarlo algo encorvado por haber resultado chica la fosa.
Luego de
este incidente, a finales de la década de 1880, compró el campo "La
Buena Suerte" un señor irlandés llamado Henry McCracken, casado con Mary
Jane Moon, con quien tuvo cinco hijos, entre ellos dos niñas bastante bien
parecidas, una de 10 años y otra de unos 13 años en ese entonces. La familia se
instaló en el casco de la estancia, trayendo consigo desde Chascomús a un joven hijo de irlandeses y contratando para el
servicio de la casa a un matrimonio, ella para cocinera y mucama y él, para
peón.
Aquél joven
hijo de irlandeses no era otro que Mateo Banks.
Su padre, Mathew
Banks
(nacido en Dublín, Irlanda, en 1845), había llegado a Argentina en el año 1862, huyendo de la
hambruna instalada en su país natal a causa de la peste de la papa. Se unió en
matrimonio en Chascomús, en 1867, en
la Iglesia Nuestra
Señora de la Merced, con Mary
Anne Keena, también irlandesa, nativa del condado de Ballymore. Ambos tuvieron siete hijos entre 1868 y 1879: María Ana, Dionisio, Miguel, Mateo ,
Pedro, Catalina y Brígida.
Cuando Mateo Banks rondaba los 20 años, algo
enamoradizo, siempre trataba en los momentos en que Don McCracken no lo veía, que la hija mayor de éste fuera al monte
donde se perdían juntos durante varias horas. Enterado McCracken de esta situación, su relación con el joven peón comenzó
a tensarse; sin embargo, Mateo ya hacía gala de su condición de simulador,
logrando convencer a su patrón de que nada sucedía con su hija.
Un buen día
el señor McCracken notó la falta de
su cartera, la cual contenía la suma de 1200 pesos. Enseguida se supuso, por
indicación de Banks,
que la cartera fue robada por el matrimonio antes nombrado (la mucama y el
peón). El mismo Banks
ató con sogas en un árbol al marido, y en otro a la mujer, mientras McCracken se dirigió a Azul a dar
cuenta a la policía. Una vez llegadas las autoridades policiales, se desnudó a
ambos y hasta se le revisó el cabello a la mujer, pero la cartera no apareció.
Como no existían pruebas que los inculpasen, el pobre matrimonio fue puesto en
libertad y de inmediato se fueron de allí, abandonando las casas.
Al poco
tiempo se dio una fiesta con motivo de una yerra y como faltaba leña para
concluir de asar la carne para los invitados, McCracken pidió a Banks que trajera una carretilla con ella. Al
acto volvió éste con su carga y de pronto, y ante la estupefacción de los
huéspedes, sacó una cartera de su bolsillo diciendo: "Vea
señor McCracken, entre la leña encontré la cartera que había perdido".
Abierta ésta se encontraron únicamente 400 pesos de los 1200 perdidos. Todos
los presentes no dudaron desde ese momento que el verdadero ladrón no era otro
que Banks.
Días
después, el 26 de julio de 1898, Henry
McCracken apareció colgado de un
árbol en la misma estancia, sin saberse los motivos de su suicidio o, como
muchos aventuraron, de su crimen. Fue sepultado en el Cementerio Británico de Buenos Aires, según consta en las actas del
mismo.
En breve, la familia McCracken
decidió retornar a su país natal, haciéndose cargo como arrendatario de "La
Buena Suerte" Don Mathew Banks, quien personalmente atendía los
quehaceres de la casa y ya había adquirido un campo contiguo, en 1897,
bautizado "El Trébol".
De
Azul a la provincia de San Luis
Un domingo llegaron desde Buenos Aires,
invitados por los Banks, varios amigos a pasar unos días de
caza. Cerca del mediodía se levantó una cerrazón tan compacta, que resultaba
imposible distinguir nada a muy corta distancia, lo que obligó a los visitantes
a emprender el regreso hacia las casas. Uno de ellos se perdió en uno de los
potreros, mientras los demás se pusieron en el patio de "La
Buena Suerte" a practicar tiro al blanco con revólver. Como
tardaba en llegar el compañero extraviado, lo mandaron a buscar y, cosa
horrible, al volver el mandadero todo asustado gritó: "Allí está 'fulano' muerto de un tiro en el corazón!".
Resulta que los hermanos Banks y los visitantes tiraban al blanco a una
botella puesta sobre un poste que daba al potrero donde el difunto se dirigía
en dirección al casco del establecimiento, recibiendo un balazo en esas
circunstancias.
No
transcurrió mucho tiempo para que la muerte volviera a acechar la Estancia. Un
hermano de Mathew
Banks amaneció muerto al costado
de un galpón de un tiro de revólver. La situación fue demasiado confusa y los
ojos acusadores recayeron nada más y nada menos que sobre Mateo Banks quien, aconsejado por su
padre, tuvo que refugiarse en San Luis.
Lamentablemente,
no hay ningún dato que indique en qué zona de San Luis se radicó Banks, aunque siempre se afirmó, incluso
durante el juicio al que fuera sometido años después, que allí amasó el
comienzo de su fortuna bajo términos poco transparentes.
En aquella
provincia, en la que permaneció varios años, Mateo Banks se convirtió en el
administrador de una estancia. Trabajó allí hasta que, una mañana, todos los
habitantes de aquella propiedad amanecieron muertos a tiros. El único
sobreviviente fue Banks, quien juró y perjuró que una banda de
asaltantes fue la autora de la masacre. No existe registro conocido que indique
el número de víctimas ni el lugar de los sucesos. Sólo se sabe que Mateo Banks volvió a Azul en 1912 -guardando quizá un terrible secreto-, ya casado con Máxima Gainza, una Olavarriense de buena familia y poseedora de una acaudalada cuenta
bancaria.
De
regreso en la ciudad
Aquí en Azul, en 1908 había
fallecido Mary Anne Keena, y el 30
de diciembre de 1909 lo hizo Mathew Banks
-cuyas tumbas aún se encuentran en nuestro Cementerio-, quedando así ambos
campos ("La Buena Suerte" y "El Trébol" ) al
cuidado de sus hijos, en medio de conflictivas relaciones familiares. También
habían muerto, en 1911, los hermanos Pedro
y Brígida, ésta última, curiosa
y repentinamente, dieciocho días después de haber contraído matrimonio en Irlanda. Por su parte, Miguel había contraído matrimonio con
otra descendiente Irlandesa, Julia Dillon, aunque no tuvieron hijos,
y Dionisio desposó en 1907 a una
prima segunda de la familia, Sara
Kearney Keena, con quien fue padre de tres niñas: Cecilia, Sarita y Anita.
La Sociedad
de los hermanos Banks
era próspera a pesar de sus riñas internas, sin embargo, para sumar conflictos,
Mateo regresó. Como heredero natural pasó a formar
parte de los negocios familiares, pero en breve se desprendió de su fracción
para conseguir el preciado dinero en efectivo que le permitiera llevar adelante
su deslumbrante aunque ficticia vida socioeconómica.
Correcto en
sus modales, portando una figura paterna amable y devoto católico, Mateo no era más que un simulador aunque de muchas
agallas. Sus vecinos comenzaron a tomarle miedo, pues se contaba que, faltando
hacienda tanto vacuna como lanar, nadie se animaban a hacer la correspondiente
acusación a la policía contra Banks, por temor de que se vengara. Pero, por
otro lado juntaba la simpatía de muchos otros con quienes los lujos, el juego y
los despilfarros eran moneda corriente.
Sin embargo,
la Diosa Fortuna le jugó en contra y perdió todo, hasta su alma. Cercado por el
temor a ser descubierto como responsable de la falsificación de documentos y de
fraude contra las propiedades de sus hermanos, y terminar detenido, decidió
apostar a todo o nada. Intentó de manera artera envenenar a toda su familia
contaminando con estricnina la comida, pero al fallar en la dosis, pensó en
jugar su última carta, confiado en que no se descubriría su delito (tal como
suponemos que sucedió en San Luis).
Un día
de furia
El 18 de abril de 1922, con su frialdad y ambición desmedida en una mano y con
su rifle Winchester en la otra, Mateo Banks
llevó a cabo la masacre que lo posicionó como el primer asesino múltiple de la
historia argentina y que convirtió a su retrato en tapa obligada de los
principales diarios nacionales durante varios meses, quedando garantizada su
estadía en la Cárcel del Fin del Mundo,
en Ushuaia.
Ocho
personas fueron sus víctimas. Dionisio,
Miguel, Julia, María Ana, Sarita y Cecilia fueron los familiares asesinados, a los que sumó a Juan Gaitán y Claudio Loiza, dos peones a los que trató de culpar de los
crímenes. Los escenarios fueron "El Trébol" y "La
Buena Suerte" y sólo dos criaturas sobrevivieron, María Ercilia Gaitán, de 6 años (quien,
según la coartada de Mateo Banks,
era ilógico que fuese víctima de su propio padre) y Anita Banks, de 5 años,
quien irremediablemente debía heredar a su padre Dionisio (ya que su madre Sara
Kearney Keena de Banks estaba
internada por insania en el Hospital
Psiquiátrico "Alejandro Korn" de Melchor Romero de Buenos Aires y no podía ser "eliminada"
), pudiendo, con suerte, convertirse Mateo en su tutor. El asesino las encerró en su
habitación dejándoles, piadosamente, un poco de galleta y agua, para que "no murieran de hambre" (como dijera Mateo en el juicio).
Un alto en
el relato merece el destino de Anita,
quien fuera adoptada por un matrimonio sin hijos de Azul, mudándose la familia a Bahía
Blanca a causa del acoso periodístico y popular. Años más tarde, ella
contrajo matrimonio y tuvo dos hijos (de quienes preservamos sus datos),
falleciendo hace una década aproximadamente. Por otra parte, su tía Catalina Banks de Moser, única
sobreviviente de los hermanos Banks (ya que se encontraba residiendo en Buenos Aires), regresó a nuestra ciudad
para iniciar los trámites sucesorios.
"Mateo cho"
"Mateo cho" fue el triste mote con el que se lo
nombró a Mateo
Banks en Azul desde entonces, mientras que en la Cárcel del Fin del Mundo lo apodaron "El Místico", ya que
rezaba y leía la Biblia permanentemente en voz alta dentro de su calabozo.
En 1942 fue
trasladado a la Penitenciaria Nacional -debido
a su avanzada edad-, y finalmente, en 1949 recuperó la libertad gracias a su
"excelente comportamiento", ya que en toda su vida
carcelaria sólo fue víctima de una simple amonestación. Durante su reclusión,
el mismísimo Director del Penal le prestaba su oficina para que pudiera dar
entrevistas cómodamente a distintos periodistas.
Algunos
aseguran que intentó volver a Azul,
aunque la gente lo reconoció y, debido al odio popular que se había ganado,
debió huir. Su siguiente destino fue Olavarría,
donde buscó a su esposa e hijos, pero no los halló. Ella había solicitado la
nulidad del matrimonio y el cambio de apellido de sus hijos, ni bien supo de
las atrocidades cometidas por su marido.
Aunque se
dice que convivió con su hijo mayor Mateo
Francisco, la única certeza es su
final. En 1949, bajo el seudónimo de Eduardo
Morgan, Mateo
Banks, alquiló una habitación
en una pensión "de medio pelo" en la calle Ramón Falcón al 2178 en el barrio de Flores. La misma noche que ocupó el
lugar cerró la puerta del baño con llave y, al entrar a la bañera, pisó el
jabón y resbaló, muriendo desnucado a los 77 años.
Hoy, 88 años
después de aquella aterradora noche, seis cruces oxidadas en el Camposanto
local marcan las sepulturas de la familia Banks (sólo dos tienen sus correspondientes
nombres), la tumba de Gaitán es
difícil de encontrar y la de Loiza
desapareció en el antiguo Cementerio de
los Pobres. Mateo
Banks fue sepultado en Buenos Aires, desconociéndose el lugar
preciso, aunque es improbable que a alguien le interese depositar flores en su
tumba. "El Trébol" es una tapera y lo que queda de "La
Buena Suerte" es tan sólo el nostálgico despojo de los buenos
augurios con los que seguramente se la debió haber bautizado… Quizá el destino
sea el que dice una popular canción: "La Muerte es sólo la Suerte con una letra
cambiada".
Antes de
aquella matanza ---
(*) Mateo Banks cobró notoriedad pública a
partir de la matanza que realizó en abril de 1922. Sin embargo, por primera
vez, aquí se presentan algunas de sus anteriores fechorías.
La
información presentada es motivo y sostén de una investigación que está siendo
desarrollada por los autores de este artículo. Las fuentes se hallan en varios
artículos publicados en los diarios "El
Ciudadano" y "EL TIEMPO"
de nuestra ciudad, preservados en la Hemeroteca
de la Biblioteca Popular de Azul "Bartolomé
J. Ronco", para cuyo Presidente, el señor Enrique Rodríguez, va nuestro primer agradecimiento.
Además, se
encuentran respaldados por el expediente judicial original del caso y por datos
presentes en los registros de Irish
Genealogy, entidad que se encarga con esmero de preservar los árboles
genealógicos propios de la descendencia de los inmigrantes irlandeses que
arribaron a la Argentina a fines del
siglo XIX. Los autores agradecemos
el apoyo de sus miembros, en especial al Dr. Martin McAllister y el Sr. Edmundo
Murray, cuyos aportes han sido inmensamente útiles en el desarrollo de esta
nueva "pesquisa" en el caso de "La
bestia de Parish".
Circuito Turístico
Algunas Imágenes
La casa de Mateo Banks en Azul en la actualidad
Fuente: http://www.diarioeltiempo.com.ar/
Autores: Georgina Degano y Eduardo Agüero Mielhuerry