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Este Blog, no es de carácter científico, pero si busca seriedad en el desarrollo de los temas.
Está totalmente dirigido a los amantes del género. Espero que todos aquellos interesados en el tema del asesinato serial encuentren lo que buscan en este blog, el mismo se ha hecho con fines únicamente de conocimiento y desarrollo del tema, y no existe ninguna otra animosidad al respecto.
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Jorge Omar Charras
ajedrez, informatica, casos reales, policiales etc.
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//09 de Septiembre, 2010 |
Simón Radowitzky |
por
jocharras a las 20:51, en
Hombres Asesinos |
Simón Radowitzky
Simón Radowitzky (n. Szymon Radowicki, Stepanice, Ucrania, 10 de septiembre o 10 de noviembre de 1891 – México, 29 de febrero de 1956) fue un
militante obrero anarquista ucrano-argentino.
Fue uno de los más célebres presos del penal
de Ushuaia, donde fue condenado a reclusión perpetua por el atentado con
bomba que mató al jefe de policía Ramón Lorenzo Falcón, responsable de la brutal
represión de la Semana Roja de 1909 en
Buenos Aires. Indultado tras 21
años, abandonó la Argentina y luchó
en el bando republicano durante la Guerra
Civil Española. Murió en México,
donde trabajaba en una fábrica de juguetes, a los 65 años de edad.
Juventud
Radowitzky, a los 17 años
Radowitzky procedía de una familia obrera de origen judío.
Creció en la ciudad de Ekaterinoslav,
donde la familia se había trasladado para posibilitar a los niños el acceso a
la educación primaria. Abandonó los estudios a los 10 años para iniciar su
aprendizaje como herrero; la hija de su maestro fue quien lo inició en el
anarquismo. Cuatro años más tarde, ingresó como jornalero en una metalúrgica;
en una manifestación reclamando una reducción en la jornada laboral, fue herido
por un sable cosaco, que lo confinó en cama durante seis meses. Tras la
convalecencia, fue sentenciado a cuatro meses de prisión por repartir prensa
obrerista.
Fue segundo secretario del soviet de la fábrica en la que trabajaba cuando los
eventos de la revolución rusa de 1905.
Tras la represión zarista, debió exiliarse para no ser condenado a prisión en Siberia. Irónicamente, en su destino
elegido, Argentina, acabaría siendo
condenado al penal de Tierra del Fuego.
Llegó a la Argentina en marzo de
1908; se afincó en Campana, donde
trabajó de obrero mecánico en los talleres del Ferrocarril Central Argentino. Mantuvo estrechos contactos con la
creciente comunidad anarquista local, leyendo La Protesta, el periódico de la Federación Obrera Regional Argentina;
a través de la Federación, entró en contacto con un grupo de intelectuales
anarcosindicalistas de origen ruso, entre los que se contaban Pablo Karaschin —autor de un atentado
en ocasión del funeral de Carlos de
Borbón— José Buwitz, Iván Mijin, Andrés Ragapeloff, Máximo
Sagarín y Moisés Scutz. Se
trasladó a Buenos Aires, donde
residiría con algunos de estos mientras ejercía como herrero y mecánico.
La Semana Roja y el atentado contra Falcón
El 1 de mayo de 1909, Radowitzky participó en una de las dos grandes
manifestaciones convocadas por las organizaciones sindicales. Por separado de
la Central Sindicalista Revolucionaria
Unión General de Trabajadores (UGT), la FORA anarquista convocó a un acto en la Plaza Lorea, en el porteño barrio de Montserrat, entonces en obras de ejecución del proyecto de Carlos Thays para dar forma a la Plaza de los Dos Congresos, uno de los
símbolos urbanísticos de la burguesía gobernante. Allí se reunían los
anarquistas desde 1890 para conmemorar a los mártires de Chicago.
Por orden del Coronel Ramón Lorenzo Falcón, que observaba la
concentración, la policía reprimió con tropas de infantería y caballería la
manifestación; una hora de combates arrojó tres muertos, que pronto serían
ocho, entre los anarquistas, y más de cuarenta heridos. Falcón ordenó clausurar todos los
locales de esa filiación, y detuvo a 16 líderes durante la semana siguiente,
llamada Semana Roja por la dureza de
la persecución; las comunicaciones de las fuerzas de seguridad afirmaban la
existencia de un complot ruso-judaico, responsable de instigar al conflicto. El
movimiento obrero respondió decretando una huelga general, a la que se sumó el Partido Socialista, exigiendo la
renuncia de Falcón
para detenerla. La columna de manifestantes que el 4 de mayo acompañó a los
muertos sumó más de 80.000 personas, pero la presión policial y las divisiones
internas detuvieron la huelga poco más tarde.
El 14 de noviembre, Radowitzky preparó un artefacto explosivo
casero, y lo arrojó dentro del vehículo que conducía a Falcón, unánimemente considerado
responsable de las muertes de los obreros. La explosión hirió de muerte al
coronel y a su secretario privado, Alberto Lartigau; morirían el uno a las 2 de la
tarde, y el otro al anochecer. Perseguido por las fuerzas de seguridad mientras
huía, Radowitzky
intentó suicidarse a pocas calles del lugar de la explosión, disparándose al
pecho con un revólver que portaba. Al acercarse los policías, gritó Viva el
anarquismo!, seguro de que sería ejecutado in situ. Sin embargo, fue
transportado al hospital Fernández,
donde se le diagnosticaron heridas leves en la zona pectoral derecha, y se lo
trasladó inmediatamente a una comisaría. Al no portar identificación y negarse
terminantemente a prestar información a sus captores, la inquietud llevó al
presidente José Figueroa Alcorta a
decretar el estado de sitio.
En el juicio, la imposibilidad de determinar la identidad del reo causó
dificultades, hasta que la embajada
argentina en París facilitó los
antecedentes obtenidos en Ucrania. Sin embargo, la edad del mismo resultaba
incierta; el fiscal ordenó pericias médicas que le daban entre 20 y 25 años.
Sin dudas de su responsabilidad, pues el mismo Radowitzky había admitido ser
autor único del atentado, se solicitó para él la pena de muerte:
Debo manifestar aquí que no
obstante ser la primera vez que en el ejercicio de mi cargo se me presenta la
oportunidad de solicitar para un delincuente la pena extrema, lo hago sin
escrúpulos ni vacilaciones fuera del lugar, con la más firme conciencia del
deber cumplido, porque entiendo que nada hay más contraproducente en el orden
social y jurídico que las sensiblerías de una filantropía mal entendida (...)
En las consideraciones de la defensa social
debemos que en Radowitzky un elemento inadaptable cuya
temibilidad está en razón directa con el delito perpetrado, y que sólo puede
inspirar la más alta aversión por la ferocidad del cinismo demostrado, hasta el
extremo de jactarse hoy mismo de ese crimen y de recordarlo con verdadera
fruición
Manuel
Beltrán, alocución
en el juicio.
Sin embargo, el aporte de un facsímil de la partida de nacimiento de bautismo
por un primo de Radowitzky
cambió el curso del proceso. Aunque el documento carecía de las legalizaciones
pertinentes para confirmar que éste tenía sólo 18 años, siendo por lo tanto
menor de edad y no pasible de ejecución, inclinó a los jueces a conmutar la
pena por la de reclusión perpetua en la Penitenciaría
Nacional. Se le añadió, como castigo adicional, la reclusión solitaria a
pan y agua durante veinte días cada año, en el aniversario del atentado.
Prisión en Ushuaia
El 6 de enero de 1911, dos presos anarquistas —Francisco Solano Regis y Salvador
Planas Virella— que compartían lugar de reclusión con Radowitzky lograron huir de la
Penitenciaría Nacional, en una operación que contó con ayuda exterior y con la
connivencia de algunos de sus guardias. Radowitzky quedó detrás por haber sido llamado
imprevistamente a la imprenta del presidio. Atemorizados por la perspectiva de
que el joven reo, que concitaba simpatía entre el personal de la cárcel,
contara con otra oportunidad semejante, se decretó su traslado al penal de Ushuaia, reservado
generalmente para criminales de extrema peligrosidad. La costumbre de encerrar
allí a anarquistas y otros presos políticos se haría más frecuente con los años.
En la prisión se le denegaron los pocos derechos concedidos a los restantes
presidiarios; como única lectura se le permitía la Biblia, y fue sometido a
malos tratos y torturas al liderar al resto de los reclusos en huelgas de
hambre en protesta por las malas condiciones del penal. En 1918, las torturas
alcanzaron su cenit con la violación de Radowitzky por parte del subdirector del
penal, Gregorio Palacios, y tres guardia
cárceles. La reacción no se hizo esperar; enterados los anarquistas del hecho,
publicaron en Buenos Aires un
panfleto, titulado El presidio de Ushuaia,
de pluma de Marcial Belascoain Sayos
que apareció en La Protesta. Su
publicación causó conmoción, y el gobierno de Yrigoyen ordenó abrir sumario sobre las condiciones en Ushuaia; los tres guardia cárceles
serían relevados de sus funciones.
El 7 de noviembre de ese mismo año, una audaz acción conjunta de los grupos
anarquistas chilenos y argentinos logró la única evasión jamás
lograda del penal de Ushuaia. Los
argentinos Apolinario Barrera y Miguel Arcángel Rosigna y los chilenos Ramón Cifuentes y Ernesto Medina alquilaron una pequeña goleta de bandera dálmata en
la ciudad chilena de Punta Arenas, y
coordinaron con Radowitzky
el procedimiento. Éste, que trabajaba en el taller de la cárcel, se hizo con un
traje de guardia cárcel, y abandonó el penal a primera hora de la mañana
aprovechando el relevo y la llegada de un grupo de guardia cárceles nuevos,
encontrándose con Barrera en una
cala no lejana. El plan original era desembarcar a Radowitzky en algún lugar
apartado, con víveres y utensilios para resistir un tiempo hasta que la
búsqueda hubiese amainado su intensidad, aprovechando el plazo de unas horas
hasta que el personal se percatara de su desaparición. Sin embargo, este pensó
que le sería más fácil pasar desapercibido en Punta Arenas, por lo que decidieron seguir viaje hasta ese punto.
Tras cuatro días de navegación, y ya en territorio chileno de la península de Brunswick, la goleta fue
abordada por un navío de la Armada de
Chile, alertado por las autoridades argentinas de la evasión; aunque Radowitzky
escapó a nado antes del encuentro, la tripulación de la goleta fue detenida e
interrogada en prisión, hasta que uno de los tripulantes confesó donde aquél
había tomado tierra. Pocas horas más tarde, el anarquista fue interceptado
mientras intentaba llegar a Punta Arenas
andando, conducido a una prisión flotante, y luego de dos semanas retornado al
presidio. El castigo de la evasión serían dos años de confinamiento solitario
en su celda, con sólo media ración de alimento.
En los años siguientes su figura cobraría valor simbólico en las protestas
obreras anarquistas; una entrevista de La
Razón en 1925 reavivó la visibilidad pública de su causa, invariablemente
mantenida como emblema en los conflictos obreros de la FORA del V Congreso, y en los últimos años de la década las
pancartas y pintadas exigiendo su indulto se multiplicaron. En 1928 el
periodista Ramón Doll provoca un
influyente alegato, examinando la desmesura con que desde la justicia se trata
el delito motivado por causas políticas, que acababa con un indirecto pero
claro petitorio de indulto. Tras el naufragio del Monte Cervantes en los canales fueguinos, que aisló temporalmente
en Ushuaia a numerosos porteños, el
diario Crítica envió a un redactor, Eduardo
Barbero Sarzábal, a entrevistar a Radowitzky. La publicación de la misma tuvo un
éxito rotundo, y atrajo finalmente la atención de los líderes políticos. El 14
de abril de 1930, Yrigoyen —que 14
años antes, antes de su primera elección como presidente, había prometido a una
delegación anarquista indultar a Radowitzky— cumplió con demora su palabra, y
le concedió el indulto. Sin embargo, por el mismo documento lo condenó al
destierro; el 14 de mayo el ARA Vicente Fidel López lo lleva al puerto
de Buenos Aires, de donde deberá
tomar otro buque a Montevideo con
fondos propios y sin documentación, habiendo desaparecido la suya en los 21
años de prisión. La ayuda de las agrupaciones anarquistas uruguayas le permite,
finalmente, sortear las trabas burocráticas y desembarcar.
Uruguay y España
En Montevideo Radowitzky
retomó su profesión de mecánico, tras verse frustrado su proyecto de retornar a
la Unión Soviética. La situación perduró hasta el 7 de diciembre de 1934,
cuando el gobierno de Gabriel Terra
pretendió expulsarlo aplicando la ley de extranjeros indeseables. Las
indicaciones de sus compañeros de movimiento, que le solicitaron que no acate
la medida para no sentar un precedente perjudicial, llevaron a su prisión en el
penal de la isla de Flores. El
defensor del movimiento, el abogado Emilio
Frugoni, logró en 1936 la conmutación de su pena por la de arresto
domiciliario, pero carente de domicilio propio debió esperar seis meses más
hasta ser liberado.
Con el inicio de la Guerra Civil
Española, Radowitzky
decidió sumarse a las Brigadas
Internacionales. En el frente de Aragón
combatió con la 28 División de Gregorio
Jover, compuesta principalmente por anarquistas; trabó allí amistad con Antonio Casanova, un gallego emigrado a
la Argentina que había estado entre
los fundadores de la Federación
Anarco-Comunista Argentina. Perjudicada su salud por los más de 25 años en
cautiverio, se trasladó luego a Valencia,
donde se desempeñaría en la rama cultural de la CNT. Tras la victoria del bando franquista, atravesó los Pirineos y fue internado en el
campo de Saint Cyprien.
Abandonó Francia para trasladarse a México, donde el poeta uruguayo Ángel Falco, cónsul de su país en la
ciudad de México, le proporcionaría
empleo en la legación. Editaría revistas para el movimiento y trabajaría en una
fábrica de juguetes hasta el 4 de marzo de 1956, cuando un ataque cardíaco
acabó con su vida.
Monumento a Falcón
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Sim%C3%B3n_Radowitzky
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