CAPÍTULO XVIII
Jota
Abrir las piernas
El rumor sonó tan improbable como normalmente suenan los rumores
que circulan en barrio General Urquiza,
pero todo merecía ser verificado a la hora de conseguir información que nos
acercase a Jota. "El que debe
saber es el Yacaré, que me parece es medio amigote de él. ¿Por qué no lo vas
a buscar?", señaló un vecino del barrio, cuando se lo
consultó sobre el paradero de José Luis
Rivarola, la persona que ya fue presentada anteriormente como Jota y quien, según el tío de los Sajen,
Andrés Caporusso, habría sido
abusado por el padre de Marcelo.
De esa manera se activó nuevamente la búsqueda que había quedado
trunca, cuando un travestí que dijo llamarse Ramón, en la villa Los
Eucaliptos, había negado ser el Jota
que buscábamos.
"Andá
a verlo al Yaca que trabaja en el club Colón, frente a los Monoblocks
Stabio. Es el entrenador de las divisiones inferiores. Una especie de buscador
de talentos", aseguró un poco en broma y un poco en serio
el vecino que aportó también la dirección del domicilio de Yacaré: Miguel del Sesse al 2800.
Primero nos presentamos en
su casa, desde donde nos enviaron al club que ya no se llama Colón, sino Escuela Presidente Roca, y que se encuentra en la esquina de las
calles Gorriti y Asturias, a diez cuadras de la casa de Marcelo
Sajen.
Cuando llegamos, nos encontramos con dos hombres de alrededor de
60 años que hablaban, entre preocupados y entusiasmados, por el futuro del
club.
Después de preguntar por Yacaré
y saber que acababa de irse pero volvía en cualquier momento, fuimos testigos
de una larga charla que nos permitió conocer en profundidad la problemática de
la liga provincial del fútbol. También supimos que por olvido y desidia este
club de barrio ya no cumple aquella función silenciosa pero efectiva que supo
cumplir cuando les ofrecía a los chicos la posibilidad de no caer en la
delincuencia.
Pese al esfuerzo de muchos que siguen peleando por mantener aquella
función inicial, Escuela, con sus puertas destruidas, sus tribunas vacías y
esa imagen de abandono, ya no puede competir con las luces de la calle que al
final de cuentas resultan mucho más atractivas para los chicos que las
instalaciones del club.
Yacaré es un hombre morocho, corpulento
y de baja estatura que tiene, innegablemente, y aunque resulte imposible de
describir, cara de Yacaré o más
precisamente, de lagarto. Vestido de jean y remera, muestra un andar canchero y
distante que sólo contrasta con una bufanda blanca de hilo, que reposa en su
cuello como abandonada, hasta que toma uno de sus extremos con la mano
izquierda y, delicadamente, la cruza hacia el hombro opuesto.
Ya es el mediodía y el sol pega fuerte en barrio Colón cuando el hombre pregunta por qué
lo buscan.
-¡Qué hijo de puta...! ¿Quién te ha dicho que
soy amigo del Jota? Si serán jodidos... yo lo conozco nomás, ha crecido acá en
el barrio el puto ese y ahora está viviendo en José Ignacio Díaz, allá en Los
Eucaliptos... ¿Para qué lo buscan?
-Estamos haciendo un trabajo sobre
Marcelo Sajen
y nos han dicho que eran amigos.
-Mentira, qué van a ser amigos esos dos...
se pueden haber conocido de chicos pero es mentira que "son" amigos.
-Bueno... el tema es que no sabemos dónde anda y necesitamos hablar con
él. Por eso lo buscamos. Sabemos que vivía por acá.
-...
Pero se fue...
-Sí. Y sabemos que se fue a vivir a Los Eucaliptos, pero cuando lo
fuimos a buscar nos atendió un travestí que dijo que él no era el Jota...
-No, es hombre. Jota no es travestí. Es
hombre.
-¿Sabe dónde lo podemos encontrar?
-Todas las noches trabaja ahí en la
Camionera Mendocina (un predio donde se arreglan camiones ubicado
sobre la avenida Sabattini cinco cuadras antes de llegar al Arco de Córdoba),
a no ser que lo hayan echado porque los travas ahí dicen
que les saca trabajo... pero no, yo lo vi hace unos días y todavía estaba ahí
en la Camionera...
El diálogo derivó en los Sajen, a quienes Yacaré dijo conocer desde hace muchos años. Primero hablamos del Turco Leonardo, que supo jugar en Escuela y que
para Yacaré, "más que de puntero, jugaba
como número 5 manejando los hilos del mediocampo".
"Era buena gente esa. El Chito
-así
llamó Yacaré a don Leonardo Sajen- los
cuidaba, los tenía cagando y los hacía trabajar. Si vos venís por lo de violador, yo te
digo que eso es una mentira... si el Marcelo
tenía las minas que quería, no necesitaba andar haciendo macanas...".
Yacaré entonces comenzó a relatar las
aventuras conocidas de Sajen y señaló que eran muchas las mujeres del
barrio, aun casadas, que llegaron a tener una relación con el violador serial.
Antes de despedirnos, el hombre aportó una explicación personal
sobre los ataques que se le atribuyen a Sajen. En su tono hay que leer entre líneas y
saber que gran parte del barrio piensa como él.
"Yo pienso que el tipo se las culió, pero
quiero ver el DNI (se refería al ADN). Después de que me muestren el papel ése, quiero saber
quién lo denunció porque para mí que son minas que han culiado con él y
después, para que los maridos no las casquen, inventaron eso... qué querés que
te diga... violar, violar no tiene nada que ver. Para que te violen, alguien
tiene que abrir las piernas".
Esa caja de sorpresas que es barrio General Urquiza nos depararía días después del encuentro con Yacaré otra confirmación de que en
aquel mundo donde creció Marcelo Sajen nada parece tener que ver con nada y, al
fin de cuentas, todo tiene que ver con todo.
El club Escuela Presidente Roca supo ser tapa
de los diarios porque un entrenador de las divisiones inferiores fue acusado de
abusar a menores que dirigía. Ese entrenador, que finalmente fue sobreseído y
quedó en libertad, no sería otro que José
Caliba, el Yacaré.
La estadía
en la cárcel del entrenador (no las razones) fue confirmada por
él mismo en aquel breve diálogo, en tanto que la acusación y la liberación
fueron confirmadas por un ex presidente de Escuela: Sergio Devalis.
Las chicas
Es cerca de
la 1 de la mañana. Hace frío y los dos periodistas merodean la zona sur de la
ciudad a bordo de un auto prestado.
Buscan a un
tal José Luis Rivarola sin siquiera
conocer su cara. Desde hace dos horas recorren la avenida Sabattini entre el Arco de
Córdoba y el hipermercado Libertad, tratando de ver a alguien que se prostituya
en la calle vestido de hombre. Lo único que saben es que buscan a una persona
corpulenta que tiene alrededor de 40 años, pero no parece suficiente
información como para poder encontrarlo. No quieren preguntar a cualquiera
porque temen alertar a Jota, que a
esta altura, si tuviera interés, ya podría haberse contactado, después de que
muchas personas que lo conocen le han hecho saber que lo estamos buscando.
Comen un
lomito en un bar de mala muerte de la zona, compran cigarrillos en un kiosco,
hablan con los guardias de seguridad truchos que hay en las esquinas y nadie
sabe de quién se trata. Nadie nunca escuchó hablar de Jota, y mucho menos de José
Luis Rivarola.
Sin embargo,
justo antes de renunciar, cerca de las 2 de la mañana, la calle comienza a
poblarse y en medio de la noche sobresalen dos mujeres que "hacen
esquina" como si desfilaran por una pasarela.
Hacia allá
se dirige el auto con los dos periodistas. El coche se detiene, el vidrio se
baja y una de las chicas se acerca lentamente poniendo sus senos en la cara del
acompañante que desde entonces parece aislarse de la situación. Tiene la
impresión de que eso no puede ser real, de que ese escote lleno de extrañas
manchitas negras que no parecen precisamente pecas, está por explotar y, cuando
eso ocurra, lo que salga de allí podría ser tóxico.
-ÍHoooola
lindos! ¿Están aburridos... buscan diversión? pregunta el travestí,
mientras su compañera se mantiene unos metros más atrás, como respetando el
turno.
-Hola, ¿cómo
estás? -pregunta el conductor, advertido de que el otro periodista
parece más preocupado por "investigar" esas dos grandes
tetas que tiene a centímetros de su cara
- Estamos
buscando a un amigo... a Jota.
-¿Jota...?
Acá no trabaja ningún Jota -dice la mujer que después sabremos que se
llama Leonardo y trabaja en la zona
de la Camionera Mendocina desde hace
más de siete años.
El
acompañante del auto sigue sin hablar, hasta que en un momento de lucidez
alcanza a levantar la mirada y observa la cara cuadrada
del travesti que se esconde tras una cabellera amarilla. Y como saliendo del
letargo, logra al fin que las palabras salgan de su boca.
-Se llama José Luis Rivarola. Le dicen Jota... es de barrio Colón o General Urquiza -afirma, mientras su compañero lo interrumpe
aprovechando el impulso.
-Sabemos que estuvo viviendo en Los Eucaliptos...
-¿Vos conocés algún Jota?
-le pregunta Leonardo al travesti
que tiene atrás, que rápidamente se asoma a la ventanilla.
-José Luis... ¡Sí! Anda siempre por acá
-dice el hombre, morocho y de curvas prominentes, que clava sus ojos en los
del conductor.
-¿Jooosé
Luis? -pregunta incrédula Leonardo
-¿Qué
José Luis, si acá no viene ninguna?
-La Brenda boluda... la Brenda se llama
-contesta su colega, hablándole a Leonardo
y a los periodistas.
-Ahhh,
pero la Brenda no es hombre, eh. Él es como nosotras...La Brenda no es
hombre y sigue viviendo acá al frente, en Los Eucaliptos.
La descripción que aportaron
ambas mujeres nos confirmó la sospecha inicial. Brenda, Jota, José Luis Rivarola y Ramón, eran la misma persona.
Una expedición...
La villa o el asentamiento Los Eucaliptos es a barrio José Ignacio Díaz 1a Sección lo que en
algún momento fue la villa El Chaparral
a General Urquiza. Aunque en la
Policía se nos habló de un lugar "peligroso", otras personas
"del ambiente" nos aseguraron que se trata de un
asentamiento de gente primordialmente honesta que, por alguna u otra razón, no
pudo pagar un alquiler en el barrio y tuvo que construir un lugar para vivir en
ese bosque, al reparo de Los Eucaliptos.
El interior del asentamiento está
dividido en dos zonas claramente marcadas, que se diferencian por la calidad de
las viviendas existentes. A medida que el caserío está más cerca de la avenida Sabattini se va alejando del barrio y
las casas se van haciendo cada vez más precarias. En una de estas últimas viviendas,
construida de chapa oxidada y telas, nos había atendido Ramón en la primera visita que hicimos al lugar buscando a Jota.
Cuando llegamos caminando por
segunda vez a la zona, decidimos entrar directamente por la parte de atrás de la
villa, muy cerca de la avenida Sabattini,
detrás de un galpón que pertenece a la empresa Telecom.
Justo en el momento en que nos
acercábamos vimos, a lo lejos, a Jota
entrando al asentamiento. Vestido con un pantalón extremadamente ajustado, el
travesti llevaba en su mano izquierda y alejada de su cuerpo para no
ensuciarse, una bolsa de 15 kilos de leña. Lo seguimos.
Otra jungla
Dos perros
flacos, sin pelos y sarnosos ladran enfurecidos contra el mundo. Los senderos
que hacen de calles están inundados por las mismas aguas servidas que salen
directamente de las casas, a través de tuberías de plástico o directamente por
canaletas hechas con tierra. Los chicos juegan a saltar el río de caca que se
forma en la calle y que también sirve de alimento para los animales. Las
reglas del entretenimiento infantil parecen ordenar que, aquel que por
desgracia se cae, juega después a correr a los otros amenazando con toCarlos con sus manos sucias.
Un policía
sale de su rancho vestido de impecable uniforme azul, lleva un arma en la
cintura. La almacenera le niega el fiado a uno de sus clientes y antes de que
le insistan cierra rápido la ventana, quedando semi escondida detrás de las
cortinas, el vidrio y las rejas del negocio.
Del otro
lado de la calle tres hombres desocupados observan la acción, mientras hablan
del campeonato de la primera B, que está por comenzar. A cincuenta metros de
allí, las casas dejan de ser de material y la chapa oxidada comienza a gobernar
el paisaje. El viento que corre del sur mueve las estructuras frágiles de esas viviendas, levantando además
nubes de polvo que obligan a los caminantes
a cerrar los ojos.
No hace
falta investigar demasiado para saber que en todo el bosque que debe tener
alrededor de 5.000 metros cuadrados, además de eucaliptos y gente, viven
ratas, comadrejas y alimañas de todo tipo. Sólo en una casa se alcanza a ver
una huerta. Hace frío. Mucho frío.
Es otra
jungla. Sin glamour, ni luces fluorescentes, ni 4x4. Es la villa Los Eucaliptos, ubicada a poco más de
diez minutos de Nueva Córdoba. A 300
metros de la casa de la Negra Chuntero.
Es el lugar donde vive Jota, que
apenas deja la bolsa de leña sale a hablar con los periodistas que lo vienen
siguiendo desde hace tanto tiempo.
-Perdoná
que molestemos de nuevo, pero... ya está. Nos ha dicho todo el mundo que vos
sos Jota.
Tiene el
pelo color rojo teñido y se lo ve un poco pelado. Usa una remera y un buzo
semisuelto. No tiene siliconas. Mientras camina, el pantalón de jean
elastizado hace que sus piernas se vean flacas y se forme un evidente bulto a
la altura de los testículos. Aunque morrudo, de baja estatura y aproximadamente
de 80 kilos de peso, camina moviendo la cintura intentando imitar el andar de
una mujer. Al ver que le estiran la mano para saludarlo, quiebra la muñeca
hacia abajo, tomando con la punta de sus cinco dedos la punta de los dedos de
la otra persona.
-Yo no soy Jota -contesta después de mirar
de arriba abajo a las personas que han ido a molestarlo.
-Lo
que pasa Ramón, no sé como querés que te llamemos... ¿Brenda? ¿José Luis?... lo
que pasa es que ya nos han dicho que sos vos. Ya sabemos. Si realmente no
querés hablar, nos vamos, pero te pedimos por favor que nos des unos minutitos,
sólo queremos preguntarte algunas cosas de Marcelo
Sajen, que sabemos que era tu amigo.
-Todo el mundo habla giladas... -Brenda
arrastra las vocales imitando, además, una voz femenina- Por
eso me fui de ese barrio, porque la gente habla estupideces. Yo apenas lo
veía...
-Exactamente,
Jota. Ahora todo el mundo habla giladas. Nosotros vamos preguntando y todos
dicen que eran amigos de Marcelo, que
hablaban con él... que lo conocían.
-No... Marcelo era muy
reservado, él no hablaba con nadie. Él no
era de tener muchas amistades.
-¿Ves?
Para eso necesitamos hablar con vos, para que nos digas esas cosas, para que
nos ayudes a entender esa enfermedad que tenía él. Qué era eso que lo llevaba a
hacer esas cosas.
-¿Y por qué no fueron al velorio? Ahí se decían muchas
cosas. Las chicas del barrio hablaban de que en el barrio él era un señor, pero
cuando estaba solo, a algunas les gritaba, las puteaba y las invitaba a
hacer... pero al velorio fue un mundo de gente, fue como una procesión.
Sus labios
son gruesos y están rodeados de una evidente papada que hace más inverosímil
su parecido a una mujer. Sin embargo, el movimiento de sus brazos y manos, sus
gestos y las miradas de timidez, demuestran que sería un error sentir que se
está hablando con un hombre.
-Yo nunca vi que él tuviera algo raro. En realidad, te
digo que a mí me gustaba porque él era lindo negro y porque era un tipo muy
dulce para hablar y con eso te compraba. Una sola vez yo tuve oportunidad pero,
yo lo rechazaba a él...
-¿No
saliste nunca con él?
-No. Porque yo le tenía un rechazo... no sé. Se me
cruzaban un montón de cosas en la cabeza y lo rechazaba.
-¿Y por
qué pensás vos que él hacía, lo que ahora se sabe que hacía?
-Y yo pienso también en la droga porque él consumía de vez
en cuando.
¡Brendaaa!
¡Brendaa!, gritan desde el suelo dos nenas que juegan con un muñequito sobre la
pierna de Jota... se las ve sucias,
con el pelo anudado y manchas de tierra en la piel. El panorama se completa con
una mujer que, detrás del travesti, sube con una improvisada escalera de
madera hacia la rama de uno de Los Eucaliptos
y desconecta la luz que cuelga de allí, llevándose el cable con corriente para
adentro del rancho. Otra señora deambula detrás de los periodistas simulando
barrer, pero escuchando el diálogo.
-Yo te repito que nunca, nunca lo vi en una actitud mala a
él. Sí lo veía todas las noches o noche de por medio en la ruta
(se
refiere a la ruta 9) arrebatando
carteras, pero nunca en algo así. El cambió mucho cuando estuvo en la cárcel y
se hizo más serio.
-¿Será
porque le pasó algo en la cárcel?
-Lo que pasa es que Marcelo tuvo
muchos problemas desde siempre, pero no era malo. Era buen chico y a mí
siempre me respetó. Yo nunca me imaginé que él fuera un violador.
-¿Cómo
fue su infancia?
-Muy complicada fue la infancia de ellos, el padre era muy
rígido y entonces ellos sólo podían hacer lo que él decía. Yo pienso que él ha
visto muchas cosas y por eso se ha hecho así. El padre le pegaba mucho a la
madre y eso él lo veía.
-¿Vos te acordás de que Marcelo contara que el padre de él le pegaba a su
mamá?
-Siempre comentó eso él. Después se descarriló el
Marcelo.
El padre los tenía agarrados, no los dejaba salir, les
pegaba... yo fui con él al (colegio)
Hilario Ascasubi y él de chico siempre tuvo problemas de
conducta... era muy peleador, muy agresivo.
Durante toda
la charla, Jota parece estar
diciendo menos de lo que sabe y, a medida que las preguntas se van haciendo más
específicas, no puede evitar mirar hacia los costados con miedo de que alguien
lo esté vigilando.
-Te
tenemos que preguntar una cosa medio difícil. Nos han dicho que el padre de Marcelo abusaba de vos cuando eras chico.
-¿De miií?
-Sí.
-Ni lo conozco al padre. ¿No te digo que lo rechazaba?
-Pero
del padre te estamos preguntando. Vos lo rechazabas a Marcelo,
del padre te preguntamos ahora.
-No, si ni lo conozco al padre. Yo lo conozco al
Marcelo,
a la señora, al hijo de ellos. Meeentira. Macana.
Primero, que nunca he ido a la casa cuando estaba el padre y dos, que al padre
no lo conozco. Y además te digo una cosa: en ese barrio te van a embrollar con
mil cosas y nunca vas a llegar a la verdad. Ahora si vos querés saber la
verdad yo lo llamo al hijo para que te hable de su papá y esas cosas.
-¿Quién
lo conocía bien?
-La que sabía salir con Marcelo,
que la llevaba y la dormía v todo, era N. G., una chica
negra que vive en la Ramón Ocampo
-¿Quién
puede haber visto cuando el padre lo apaleaba a Marcelo?
-Y, los hermanos... ellos han visto todo eso.
Mientras
hablamos se levanta un fuerte viento que nos obliga a todos a cerrar los ojos.
En ese momento se nota la presencia de un chico que no puede tener más de un
año y dos meses que, desnudito y con la carita llena de barro, mira la escena
del diálogo. Sorprendidos y un poco impactados, los periodistas remarcan que
el chico está desnudo y que hace frío, pero ni Jota, ni las niñas, ni las dos mujeres que se encuentran cerca,
hacen nada para arroparlo.
-¿Qué quieren saber ustedes de Marcelo?
-pregunta Jota.
-Queremos
saber cómo era él y cómo se convirtió en un violador serial.
-No, ni idea.
-¿Conociste
al Bichi?
-Sí, era medio trastornado. Yo lo conocía de la ruta.
-¿Pero nos podés explicar qué hacían los Sajen en la ruta?
-No, ni idea. Yo veía que ellos iban y venían pero no me
metía, yo estaba haciendo mi trabajo y ellos el suyo. Andaban en auto, en moto
o caminando, pero yo no sé lo que hacían.
Antes de
despedirnos, Jota se animó a hablar
de la conducta sexual de Marcelo y para intentar explicarla recurrió a
su propia experiencia en la calle. Sus afirmaciones abren la puerta a un mundo
que por más subterráneo que parezca, no deja de ser real.
-Teniendo
tantas mujeres, ¿por qué violaba Marcelo?
¿Por qué creés vos que violaba?
-No sé. Yo pienso que eso no tiene explicación. Me parece
que capaz lo hacía por hacerlo, o porque tenía ganas, o porque le gustaba la
persona. Es lo mismo que yo, que estoy parado en la ruta y por qué me van a
buscar los tipos siendo que yo les pregunto: ¿por qué lo hacen? Me dicen que
porque les gusta y resulta que son
casados, tienen novia. Y yo les pregunto:
¿por qué no lo hacés con
un hombre? Y me dicen, porque
con un hombre no lo hago,
me gusta hacer con los travestís.
-¿Vos
decís que no tiene explicación?
-Yo a todos los tipos les pregunto ¿por qué? Hay tipos que
vos vieras, son tipos lindos y te pagan. Tengo un cirujano que me paga 40 pesos
y sabés qué, te lleva al hotel, te hace desnudar y te hace caminar con los
tacos y se pone la ropa y tomas whisky y cerveza toda la noche... y ¿por qué lo
hace siendo que es un cirujano?
Apenas
termina de contar la anécdota de su cliente, vuelve a levantarse viento y eso
obliga a Jota a taparse los ojos con
la muñeca, cubriendo su frente con los dedos extendidos. Entonces esa persona
vestida de mujer, pero con cuerpo de hombre, sentencia:
-Para mí esas personas son enfermas de la cabeza, no son
normales. Es lo mismo que vos te hagás el hombre y no sos hombre. Vos tenés
que definirte por lo que querés ser, yo me decidí de chico por lo que soy y
sigo siendo. A mí me gusta y de noche salgo espléndida, vestida de mujer...
pero hay que ser mujer todo el tiempo. Por ejemplo hay un travestí que se hizo
el novio, se casó, tuvo un hijo y ahora la mujer vive en el Cerro y él está
puteando en la ruta de nuevo. Lo que les pasa es que son enfermos y no saben lo
que quieren ser.
-¿Marcelo
tenía una enfermedad así?
-Yo me imagino que sí, porque una persona normal no va a
hacer lo que hace y hay muchos, muchos, muchos... Son personas enfermas.
-No
nos termina de quedar claro eso de que Marcelo
te encantaba, te gustaba y, cuando llegaba el momento de estar juntos, lo
rechazabas. ¿Nos lo podés explicar?
-Hasta el día de hoy no sé qué era. Yo le tenía miedo a él
pero no sé si era eso nomás porque yo me ponía a conversar en el oscuro, lo
tocaba todo y cuando él me decía vamos a los hechos, me pasaba algo que no
sé... Era una cosa que no sé lo que tenía que a mí me daba miedo.
-¿De
qué te hiciera daño, de eso tenías miedo?
-Sí, puede ser pero no... otra cosa... yo me iba. Él tenía
algo que me alejaba...
-¿Y él
a vos, también te tocaba cuando estaban juntos, Jota?
-Sí claro, el también me tocaba...