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Este Blog, no es de carácter científico, pero si busca seriedad en el desarrollo de los temas.
Está totalmente dirigido a los amantes del género. Espero que todos aquellos interesados en el tema del asesinato serial encuentren lo que buscan en este blog, el mismo se ha hecho con fines únicamente de conocimiento y desarrollo del tema, y no existe ninguna otra animosidad al respecto.
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Jorge Omar Charras
ajedrez, informatica, casos reales, policiales etc.
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//02 de Agosto, 2010 |
Dorancel Vargas |
por
jocharras a las 16:37, en
Hombres Asesinos |
Dorancel Vargas el comegente. |
El comegente de los Andes
En la década del 90, Venezuela se estremeció
ante la presencia de un demente que se comía a
sus víctimas. Rápidamente popularizado por
la prensa, ya que era el primer asesino serial de la nación,
Dorancel Vargas Gómez, que pasó de un simple
vagabundo a convertirse en un monstruo, es conocido hasta
el día de hoy como “el comegente” o
“el Hannibal Lecter de los Andes”. Cabe resaltar
que debido a un error tipográfico de la prensa
su nombre fue cambiado a Dorángel.
Considerar a Dorancel como el primer asesino en serie
de Venezuela es cuando menos absurdo, en el pasado año
2009 se produjeron 16.094 homicidios en Venezuela, 2.897
en Caracas, la que se considera la capital del asesinato
del mundo. Según estas cifras mueren asesinadas
dos personas a la hora. Probablemente amparados en estas
alarmantes cifras existan otros asesinos en serie que
gracias a la ineficacia de las fuerzas policiales puedan
asesinar sin ser descubiertos.
Naturaleza caníbal
Dorancel Vargas Gómez nació en la región
de Caño Zancudo del estado de Mérida, Venezuela,
el 14 de mayo de 1957, proveniente de una familia dedicada
a la agricultura. Los escasos recursos económicos
de su hogar lo obligaron a dejar los estudios cuando cursaba
los últimos años de la escuela primaria.
A raíz de esto, cambió sus actividades de
granjero por la vida de ladrón. Durante ese tiempo
fue encarcelado por delitos menores como robo de gallinas
y ganado. Sin embargo su primera detención de gravedad
no fue hasta años después. |
En 1995 fue arrestado gracias
a la denuncia de Antonio López Guerrero, un amigo
de Cruz Baltazar Moreno, quien sirvió de almuerzo
a Vargas, y de quien solo sobraron sus pies y manos.
Tras ser detenido, Vargas fue internado en el Instituto
de Rehabilitación Psiquiátrica de Peribeca.
Después de 2 años de tratamiento fue liberado
una vez que la evaluación psicológica
confirmó que no era una amenaza. No obstante
Dorancel no recibió ningún tratamiento
para su enfermedad mental, y su familia no pudo prestarle
el apoyo necesario. Así el comegente huyó
de su casa para visitar a la persona que lo denunció,
Antonio López, después de comérselo
se trasladó a la ciudad de San Cristóbal
en el estado de Táchira, donde aparentemente
llevó una vida normal como vagabundo.
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Al vivir en las calles mendigando, la
policía pronto perdió su rastro, y Dorancel
pasaba sus días merodeando por los márgenes
del río Torbes, también en las cercanías
del parque 12 de Febrero, con su compañero de
celda Manuel.
Al parecer el comegente construyó una rústica
casa en un rancho abandonado, lugar donde se dedicó
a sazonar a sus víctimas, aunque prefería
dormir en un estrecho túnel bajo el puente
Libertador.
Es en este sector donde Dorancel hace amistad con los
pueblerinos del área. Su siguiente víctima
fue Manuel, su amigo y compañero de la cárcel,
a quien cocinó en deliciosas empanadas, de acuerdo
al testimonio de las personas que lo comieron sin saberlo.
Cuando los oficiales le preguntaron por qué lo
mató, Dorancel respondió: “como
era tan buena persona seguro tenía que estar
bien sabroso”. A partir de noviembre de 1998 el
“Hannibal Lecter de los Andes” comenzó
a matar personas cada semana.
Cazar y comer
Dorancel
permanecía cerca de la orilla del rio
Torbes, donde cazaba obreros y deportistas que habitaban
o trabajaban en el sector. Cuando sus víctimas
estaban desprevenidas, el comegente los atacaba con
un tubo metálico de más de un metro de
largo.
|
Pudo haber asesinado y comido al menos 40 personas. |
Dorancel proseguía
a descuartizarlos bajo el puente Libertador, guardaba
las partes que él se comía y tiraba las
manos, pies y cabezas en el monte camino a la granja
abandonada donde los cocinaba. Los familiares de las
víctimas pronto fueron a la policía para
denunciar a los desaparecidos, pero los oficiales no
pudieron hallar relación entre las víctimas,
excepto que muchos de ellos eran hombres adultos.
Debido a su pobreza, el comegente no contaba con una
nevera para guardar la carne por lo que mataba a 2 personas
por semana para no padecer hambre. Pronto la policía
local fue asediada con reportes y denuncias de familiares
y amigos de los desaparecidos. Los oficiales comenzaron
a sospechar de los indigentes del sector. Cuando descubrieron
la presencia de
Dorancel en la región próxima,
este se convirtió en el principal sospechoso
por sus antecedentes penales y mentales.
|
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El 12 de febrero de 1999, un miembro
de la Defensa Civil atendió una llamada de emergencia
hecha por dos jóvenes que decían haber encontrado
ollas con restos humanos en el parque 12 de Febrero. Los
oficiales acudieron rápidamente al sector y hallaron
restos de manos, pies y cabezas, acrecentando la lista
de muertos con 6 cadáveres más. Debido al
estado de descomposición los miembros fueron trasladados
de inmediato a la morgue del cementerio Municipal: “El
Vigía” del estado de Mérida.Venezuela. Los investigadores
especulaban teorías sobre los cuerpos, creyendo
al principio que habían sido liquidados por ajustes
de cuentas entre narcotraficantes. También se pensaba
que era el ritual de alguna secta satánica. Finalmente
los datos se unieron a los reportes de personas desaparecidas
desde noviembre de 1998 y pronto se dieron cuenta de que
estaban tratando con un asesino en serie, el primero de
|
La policía empezó
a rastrear las cercanías del puente en busca
de más cuerpos y así se tropezaron con
el rancho de un demente. Tras investigarlo descubrieron
varios objetos, ropas, libros, cuadernos y documentos
cuyo origen el dueño de la granja no pudo justificar.
Cuando revisaron la cocina de la pequeña choza,
encontraron en los recipientes carne y vísceras
de personas preparadas para el consumo, además
se tropezaron con 3 cabezas humanas, también
varias manos y pies. Su propietario, Dorancel Vargas
Gómez, fue arrestado y escoltado por el Cuerpo
Técnico de la Policía Judicial y la Policía
Montada, quienes lo trasladaron a la comisaría
más cercana donde fue interrogado. Para sorpresa
del sargento Gumersindo Chacón, el comegente
narró sin remordimiento todas sus fechorías. |
Cocinando
personas
En la comisaría Dorancel Vargas, de 42 años,
confesó que tras vivir bajo el puente por 11
años, se alimentó de personas que descuartizaba
para después cocinarlas en rústicas ollas.
“El Hannibal Lecter de los Andes” aseguró
haberse comido a 10 personas en un periodo de 2 años,
sin embargo la lista de personas desaparecidas y los
restos encontrados sugieren que el número puede
ascender hasta 40 víctimas. Gracias a la evaluación
psiquiátrica realizada, se descubrió que
este asesino en serie llevó a cabo sus atroces
actos debido a su enfermedad mental. Demostró
tener preferencias para sus víctimas los cuales
eran hombres entre 30 y 40 años, pero jamás
comía niños y mujeres.
Durante la declaración de sus actividades a la
policía,
el comegente dio todos los detalles
de su modus operandi. Tras dejar inconscientes a sus
víctimas Dorancel les cortaba la cabeza, pies,
manos y genitales externos, pero también dijo: |
Puente bajo el que actuaba y se encontraron algunos restos
de sus víctimas. |
“Cuando
más apuraba el hambre hacía una sopita
con ellos”.
El comegente
afirmó que le gustaba más
alimentarse de hombres diciendo: “estos son más
sabrosos, saben recio como cochino salado, como jamón,
da gusto comer un buen macho, las mujeres son dulces,
es como comer flores y te dejan el estomago flojo, como
si no hubieses comido”. Estupefactos, los oficiales
continuaron escuchando el testimonio del caníbal,
quien explicó que los hombres delgados tenían
mejor sabor que las mujeres y que lo más delicioso
se encontraba en la zona del vientre, carne que cocinaba
con hierbas exóticas. El demente caníbal
dijo que con la lengua puede hacer un guisado muy bueno
y que los ojos son buenos ingredientes para hacer una
sopa. El escritor Sinar Alvarado descubrió que
Dorancel era atormentado por lo que él llamaba
espíritus que no lo dejan dormir e incluso vienen
a molestarlo.
Cuando los oficiales le preguntaron por qué se
comió a la gente,
Dorancel respondió:
“No me arrepiento de nada, como dice la iglesia,
yo compartí mi pan con el prójimo y muchos
me alabaron por el relleno de mis empanadas. Por necesidad
me he metido en esta vaina. No me arrepiento, al contrario,
me alegro porque me gusta la carne. Lo único
que no me da apetito son las cabezas, manos y pies de
los seres humanos, pero me los comía en una sopita
cuando me daba hambre”. Pronto la prensa hizo
un espectáculo sobre el comegente, es así
que Sinar Alvarado escribió un libro sobre la
vida del asesino: “Retrato de un caníbal”.
En el 2004 se entrevistó con el comegente, éste
le preguntó: “¿Usted ha comido peras?,
es igual, claro que como gente, cualquiera puede hacerlo,
pero hay que lavarla bien y condimentarla bastante para
evitar el contagio de enfermedades… y sólo
me como las partes con músculos, particularmente
los muslos y las pantorrillas”.
Finalmente los habitantes del sector exigieron a la
comisaría que trasladen al
comegente a San Cristóbal,
la capital del estado. Pero los convictos de la cárcel
de Santa Ana protestaron tano como los enfermos mentales
del Centro de Rehabilitación Mental de Peribeca
-quienes no estaban tan dementes para querer compartir
el espacio con un caníbal.
Hoy en día
Dorancel Vargas Gómez permanece
encerrado en una celda de la Dirección de Seguridad
y Orden Público del Estado de Táchira,
donde pasa los días fumando e imaginándose
suculentas recetas. El autor de la novela ganó
el Premio de Periodismo de Investigación en el
2005, por su reportaje para la revista “El Gatopardo”.
La policía teme que aparezcan imitadores del
comegente, y están atentos a crímenes
de la misma índole. |
Autor:
Arturo
Varas
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