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Hombres y Mujeres Asesinos
Blog dedicado especialmente a lecturas sobre Casos reales, de hombres y Mujeres asesinos en el ámbito mundial.
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Este Blog, no es de carácter científico, pero si busca seriedad en el desarrollo de los temas.

Está totalmente dirigido a los amantes del género. Espero que todos aquellos interesados en el tema del asesinato serial encuentren lo que buscan en este blog, el mismo se ha hecho con fines únicamente de conocimiento y desarrollo del tema, y no existe ninguna otra animosidad al respecto.

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//29 de Agosto, 2010

Claudia Sobrero

por jocharras a las 21:18, en Mujeres Asesinas
Claudia Alejandra Sobrero

Lo primero que le llamó la atención al policía fue el sombrero de cowboy. En Tucumán no era nada habitual ver por la calle a una chica, casi adolescente, de zapatillas rojas, jeans apretados y sombrero de cowboy, caminando bajo la lluvia con cara de angustia existencial.

El policía se llamaba César Isaya y jamás en su vida había participado de ningún acontecimiento crucial. Se fijó otra vez en el sombrero, y después en la cara de la portadora: rubia, ojos celestes grandes, expresión de conflicto. Ella lo miró y él alcanzó a distinguir el gesto de fastidio,la incomodidad que es común en los que tienen motivos para esquivar a la ley.

Él la llamó y le pidió los documentos: Claudia Alejandra Sobrero. Cédula de Identidad 9.535.969. No pudo creer en su buena suerte. Era la mujer que todos estaban buscando. Le dijo que tenía que acompañarlo a la comisaría. Ella pareció aliviada. "Sí, ya sé. Me buscan por el asesinato de Lino Palacio. Vamos”. Era la madrugada del jueves 20 de setiembre de 1984. El viernes anterior, el 14, había sido cometido el crimen.

Lino Palacio

Claudia Sobrero conocía bien al dibujante Lino Palacio. De hecho, había sido la pareja de Jorge Palacio –el nieto de Lino- y con él habían tenido una hija, Cecilia. Pero Sobrero sentía una especial antipatía por Lino Palacio: creía que ese hombre, exitoso y con dinero, quería separarla de Jorge. y que, además, no hacía nada para aliviarlos de la situación económica difícil que estaban pasando.

En enero de 1984, Claudia convenció a Jorge para que le robase a Lino las llaves de su departamento de Callao 2094, 5° piso, de la Capital Federal. "Tus abuelos van a estar en Mar del Plata, así que nosotros podemos entrar, tranquilos, y les robamos la guita de la caja fuerte", sugirió Claudia. Jorge fue a Mar del Plata, donde su abuelo estaba pasando unos días junto a su mujer, Cecilia Pardo. Sin que nadie se diera cuenta, sacó las llaves, hizo copias y volvió a Buenos Aires. Pocos días después, entraron al departamento y robaron casi diez mil dólares. Fue el comienzo.

La pareja de Claudia Sobrero y Jorge Palacio era lamentable. Ella lo acusaba de maltratar a su primera hija, que había tenido a los 17 años. Se separaron varias veces, pero ella siempre volvía porque no se sentía capaz de vivir sin un hombre aliado. Hasta que el martes 11 de setiembre decidió irse para siempre. Ya se había enamorado de Oscar Odín González Muñoz, un chileno de 19 años, dos menos que ella. Lo había conocido un par de semanas antes en un pool, en una galería de la calle Talcahuano, y lo que más le gustó de él fue su tamaño: era petiso, petisísimo y morocho, y marginal. A los once años se había muerto su madre, y poco después su padre , alcohólico, le anunció que tendría que cuidarse solo: él se iría por su lado. Oscar, entonces, se crió en la calle, casi sin amigos, robando lo que podía. Antes de conocer a Claudia .se había vuelto inseparable de Pablo Zapata, un rubiecito que lo llevó a vivir con su madre, en un departamento de Jujuy al 1600. “Juntos nos va a ir mejor" decían los dos, aludiendo a sus planes de robo. Y, de a rachas, les iba mejor. Uno de sus robos les dejó el dinero suficiente para mudarse por un tiempo al hotel Panamericano. Pero el dinero se les acabó rápido. Fue entonces cuando apareció Claudia.

El romance prometía. El martes 11 de setiembre, el día en que Claudia abandonó al nieto de Palacio, se mudó con Oscar y su amigo Pablo a un hotel, el López, en Venezuela y Solís. Ahí, en ese hotel, empezaron a planear un nuevo robo en la casa del dibujante. Pero esta vez, ella sabía que la casa no estaba vacía.

Frente a Oscar, Claudia hacía alardes de asesina. Sabía que su nuevo novio sentía una atracción especial por la violencia y la sangre. y estaba acostumbrada a detectar con exactitud qué es lo que los hombres preferían de una mujer. Siempre había usado ese método de seducción: amoldarse a las fantasías de sus parejas para conquistarlas. Era, casi, su don natural. De modo que Claudia no hacía otra cosa que exagerar una pose criminal para deslumbrar a su novio. Mientras planificaba el robo, dejaba ver que no le importaría matar ni descuartizar ni descabezar a cualquiera. Estaba demasiado influida por las películas policiales americanas, que adoraba al igual que Odín. En los pocos días que llevaban de romance, ella sentía que al fin había dado con el hombre perfecto. y mientras más lo quería, más insegura se sentía con respecto a él: se veía fea, algo gorda, tonta. ¿Cómo compararse siquiera con un hombre que había podido sobrevivir en la calle, sin ayuda de nadie? ¿Cómo pretender que un hombre tan maravilloso se enamorase de ella? La única manera era demostrarle que ella podía ser capaz de todo. Que ella podía robar, que podía matar, que era tan valiente como él. Recién ahí, él podría quererla.

El viernes 14 de setiembre, cerca de las once de la noche, Claudia tocó el timbre de la casa de Lino. La acompañaban su nuevo novio, Oscar, y el amigo de Oscar, Pablo.

Ella entró apurada, y presentó a los otros como amigos. Pero enseguida vio la cara de disgusto de Lino y su mujer Cecilia. Lino empezó una conversación banal, mientras Cecilia, que estaba recién operada y, además, casi sorda, fue a la cocina a preparar café. Claudia se ofreció a acompañarla. Al rato volvieron y se quedaron en el living, hablando. Esta vez Claudia inició la charla: habló de su separación reciente e intentó distraer a los abuelos de su ex pareja para que Oscar pudiera -con la excusa de ir al baño- acercarse a la caja fuerte que estaba en el escritorio de Palacio.

Mientras tanto, como la tensión iba en aumento, Claudia se ofreció para ir a la cocina y preparar una nueva ronda de café. Cecilia fue con ella. No estuvieron ni dos minutos: Claudia, escuchó, con el pulso acelerado, los gritos que venían del living. Agarró un cuchillo de un cajón y corrió a ver qué pasaba. Palacio estaba prácticamente abrazado a Oscar. Forcejeaban. A pesar de sus 82 años -la misma edad que su esposa- Palacio tenía un buen estado físico y pudo por unos instantes dominar a Oscar, que por su físico esmirriado y, acaso, por un exceso de alcohol, no atinaba a liberarse del dueño de la casa. Pablo, en tanto, miraba desde un rincón, paralizado por lo inesperado de la escena. Claudia no dudó: se ubicó por detrás de Palacio y le clavó el cuchillo. El viejo liberó al joven y se apoyó en una pared color arena, que quedó llena de sangre.

A todo esto, Cecilia había llegado y preguntaba con la voz quebrada qué estaba pasando. Ayudada por sus dos amigos, que habían llevado cada uno un cuchillo recién comprado, la mataron, y también terminaron de dar muerte al marido.

Cuando, más tarde, llegó la hija del matrimonio Palacio, encontró los cadáveres. La policía no tardó nada en aparecer. Antes de mover los cuerpos, sacaron fotos y buscaron huellas digitales. En la morgue contaron las puñaladas fatales: veintisiete para él; dieciséis para ella.

Claudia Sobrero era hija única. Su infancia parece haber sido simple, feliz. Vivía en Belgrano, tenía un perro al que llamaba Suzuki, iba a un colegio religioso. Pero en la adolescencia empezó a mostrar el costado violento de su personalidad, y una rebeldía fuera de lo común. A los catorce quiso casarse. Su madre intentó convencerla de que no lo hiciera, y hasta fue a pedir consejo a un juez de menores, amigo de la familia. El juez fue clarísimo: "Por mi experiencia, yo sé que es mucho peor u-atar de oponerse. La chica se le va a escapar". Un año más tarde, iba a estar casada con un hombre que la maltrataba y que gastaba todo su dinero en drogas. Ella empezó a odiarlo. y cuando terminó esa relación y se fue a vivir con Jorge Palacio, le transfirió gran parte de su resentimiento: descargaba en él la rabia que había acumulando con su marido. Una de sus amigas le contó a la policía una de las anécdotas preferidas de Claudia: "Ella siempre decía que su vida se había arruinado por este tipo con el que se había casado. y que una vez, mientras iba en auto con Jorge, lo vio cruzando la calle y le pidió aJorge que lo atropellara. Según Claudia,Jorge le pasó por encima con el auto y su ex terminó internado por seis meses en un hospital, sin poder ni moverse. No sé si será verdad, pero a ella le encantaba contar esa historia". El 27 de mayo de 1985, en la cárcel de Ezeiza, Claudia decidió que la fecha de su fuga sería el 29, dos días más tarde. Junto a una compañera de apellido Allighieri, presa por contrabando, planificaron todo. Primero limaron un barrote de la celda y saltaron a un patio. Estaban a siete metros de altura. Allighieri cayó de mala manera, se fracturó el tobillo y no pudo continuar la fuga. Claudia sí: sorteó ocho puestos de vigilancia, y consiguió escalar el muro exterior gracias a una escalera que alguien le había dejado apoyada en el lugar convenido. Salió de la cárcel, fue en tren hasta Temperley, robó un auto de un estacionamiento y llegó a la casa de una amiga donde consiguió ropa y el documento de su madre, Marta Ramona Mogabutu. Con ese documento pudo armarse su nueva identidad: al apellido materno le agregó una A al comienzo y transformó la U final en una letra O. Cambió la foto de su madre por la suya y alteró como pudo la firma. Tenía un nuevo nombre: Marta Ramona Amogaburo.

El sábado 31 hizo dedo para llegar a Mar del Plata. Llegó ese mismo día. No tenía dinero. Cuando llamó a un amigo, éste le cortó la comunicación. Durmió dos noches en una plaza, hasta que el lunes por la mañana se instaló en el hotel Carlitos, de la calle Salta 1310, esquina 3 de Febrero. Alguien había hecho un llamado al comisario Domingo Fortunato,jefe de la IV Unidad Regional, para pasar la ubicación de la prófuga.

Fortunato mandó a dos de sus hombres, los comisarios Vilella y Repetto, para detenerla. Golpearon la puerta de su habitación. La misma Claudia abrió la puerta." ¿Usted es Claudia Sobrero?", preguntaron. Ella negó con la cabeza y sacó el documento de su madre modificado. "Soy Marta Amogaburo". Pero ya la habían reconocido por sus ojos celestes caídos y porque el número del documento grabado con perforadora correspondía a alguien mucho mayor.

La detuvieron. En su bolso tenía apenas un par de remeras y una Biblia. Cuando la llevaron ante el comisario, para declarar, le habían quitado todas sus pertenencias. Ella pidió su Biblia. Recién habló cuando se la devolvieron.

Su primer período en la carcel, antes de su fuga, fue de espanto. Gritaba, se peleaba con sus compañeras, las golpeaba, era golpeada. Odiaba a las policías que la cuidaban, lloraba, pedía declarar una y otra vez, jurando que era inocente. Otras veces, resentida, acusaba a sus cómplices: "Ellos me abandonaron, me echaron toda la culpa, son unos hijos de puta". Más tarde, culpó al nieto de Palacio quien, en realidad, no estaba al tanto de los planes de la mujer que lo había abandonado.

Después de su fuga, se transfomó en otra. No se separó de la Biblia ni de su estampita de la Virgen de Luján. Volvió a mencionar a sus dos hijas. A los periodistas los recibía con una amabilidad inusual en ella. "Ustedes creen que no tengo sentimientos, pero sí los tengo. Dicen que soy agresiva, fría y calculadora, pero eso fue para mí un mecanismo de defensa. La verdad es que cuando tomé conciencia de todo, lloré muchas veces. Muchas. Siento que me están juzgando por lo que se dice de mí, no por lo que soy. Cuando pasó lo que pasó, Lino fue el que empezó a atacar a Odín, habían discutido y fue él quien quiso matar a Odín, y yo quería salvar lo mío. Por eso pasó todo. Pero Odín. ..Yo lo amo. Es la primera vez que me enamoré, realmente. Es el amor loco que se siente una sola vez en la vida. Mi amor es tan grande, y él es tan chiquito. ¿Usted lo vio? Es como un bebé, hasta tiene carita de bebé. Lo amo tanto. Yo lo visito cada quince días en la cárcel de Caseros. Tengo la esperanza de formar una familia nueva cuando salga. Tener un varón, porque a él le encantan los chicos. Esta es mi esperanza, porque mi ex esposo, Jorge Palacio, se fue con la más chiquita de mis hijas y le dijo que yo estaba muerta. Yo fui la autora del crimen, pero el instigador fue él, fue Jorge. Él quería que yo entrara a robar y bueno, lo hice,me equivoqué. Y después Lino, que quiso matara Odín. Ahora quiero eso, formar una familia con Odín, y pintar muchos cuadros, y estdr en una isla, en un lugar todo verde. Y lograr la paz del cuerpo". Oscar Odín, el hombre de la vida de Claudia Sobrero, fue detenido la misma noche en la que la detuvieron a ella, la noche en la que un policía se sorprendió por el sombrero de cowboy. Él había tomado un micro de la empresa Expreso Panamericano. Llegó hasta Ojo de Agua, en Santiago del Estero. Cuando el policía lo hizo bajar del colectivo, él no dijo nada. Solamente hacía muecas de desprecio. Cuando le descubrieron sangre en los zapatos, él se sorprendió. Se miró los pies con incredulidad y moviendo la cabeza para un lado y para el otro, dijo: "Qué barbaridad!. Y mire que los había limpiado bien. Es increíble".  

Zapata fue apresado pocos días después. El 30 de abril de 1985 se ahorcó con una sábana en su celda del pabellón 16 B de la cárcel de Caseros.

El 7 de junio de 1990 Claudia Alejandra Sobrero y Oscar Odín Muñoz fueron condenados a reclusión perpetua.

En la cárcel, Sobrero asimiló su condena con tranquilidad. Rezó con un pastor evangelista, recitó párraros de la Biblia, cantó unos cuantos salmos elegidos al azar y volvió hablar de lo mismo: de la isla verde, bien verde, donde va a poder pintar sus cuadros, acompañada por su nueva familia. Después de todo, había pasado , la prueba: Odín, a esa altura, ya estaba en condiciones de quererla.


Fuente :

Libro Mujeres Asesinas , de Marisa Grinstein, archivado en la Biblioteca Municipal " ALMAFUERTE " - Ciudad de Arroyito (cba)

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